Pliegos de cordel
Autor: | Cordero Villamizar, Luz Helena |
Luz Helena Cordero y la naturalidad de ser humano En Pliegos de cordel Luz Helena Cordero hace una muestra de tres momentos esenciales, donde se descubre a la estudiosa, creadora y humanista. Profundiza en algunos autores con rigor y delicadeza, toca sus presencias con un eje transversal y sus textos resultan puros y sin tocamientos externos, no necesita comillas. Ella está sola, prendida de su propio peso. Tal vez aquí están sus inquietudes y gustos, que contribuyen a definir su voz personal y nos lleva a indagar sobre los autores que acoge. Su alma de poeta descorre velos sin espíritus ajenos para entrar a los espacios en blanco de las escrituras. Ella sabe escoger las semillas para la tierra que siembra con arados firmes y corrientes de agua naturales que abren las bocas de las montañas. Acude a la crónica para volver al poeta que se cruzó por su vida y se quedó a vivir en el mismo semáforo que ahora tiembla con el dolor del recuerdo. Los amigos de Luz Helena ven las mismas puestas de sol en melodías que nunca terminan, con puertos donde los barcos parten pero regresan. Abren y cierran ventanas y dormitan en las calles caídos por el peso de su amor. Se quedan en su esencia. En la poética de Luz Helena un tono, una musicalidad y la fuerza del silencio que se toma para observarnos entre objetos, animales en una construcción natural, que nos lleva por una amalgama de finos y delicados encadenamientos para mostrarnos que la poesía está ahí cerca de nosotros, que la tocamos cada instante y no la percibimos. Ella sabe decirla y hacer que se nos meta en el cuerpo. Lo elemental y humano del arte. Poemas con expresión propia, que exploran en lugares primarios. En estos tres momentos la poeta cambia de acción para una puesta única e irrepetible. Con Luz Helena se recuperan las pérdidas, las lejanas, las cercanas y se traza el porvenir en cosas sencillas pero hondamente humanas. Una poesía de larga estructura donde se nos permite ser familia con uñas sucias pero que no rasgan. Mery Yolanda Sánchez