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ISBN 978-958-58689-2-2

Flor de Tuna
Sucedió en la Guajira

Autor:Romero, Rosendo
Editorial:Gamez Editores S.A.S
Materia:904 - Relatos colectivos de acontecimientos
Clasificación Thema::C - Lenguaje y lingüística
Público objetivo:General / adultos
Disponibilidad:Disponible
Estatus en catálogo:Próxima aparición
Publicado:2018-12-09
Número de edición:1
Número de páginas:244
Tamaño:16.2x23cm.
Precio:$15.000
Encuadernación:Tapa dura o cartoné
Soporte:Impreso
Idioma:Español / Castellano

Reseña

La trama de esta novela devela todo el dramatismo y la crueldad que tuvo el enfrentamiento de los aborígenes con los invasores, en el que se entremezclaron blancos, negros, indígenas, mestizos y mulatos de toda condición. Como lo sostiene Castells los puentes de comunicación entre unos y otros fueron construidos con sangre y la sangre, como lo afirma el escritor David Sánchez Juliao, tiene memoria. Los misioneros capuchinos llegados desde el viejo continente tienen un papel muy protagónico en este relato y no es para menos dada la gran influencia social y religiosa que desde entonces han tenido entre la comunidad wayuu. Ello se explica en gran medida porque se convirtieron en sus protectores frente al atropello de rufianes y aventureros advenedizos, cuando pretendían entrar a saco en sus poblados. Contrariamente a la especie que propalaron los bárbaros en el sentido de que los indios no tenían alma, ellos se dedicaron a salvarla, aunque en no pocos casos fungieron al mismo tiempo de siervos de Dios y amos de indios, como lo documenta el sociólogo Víctor Daniel Bonilla, al despojarlos de sus tierras y someterlos a la gleba. Y no sólo el alma encuentra morada en sus flagelados cuerpos, sino que el indígena wayuu desde tiempos inmemoriales adora y le rinde culto a su propio Dios, Maleiwa.
El mestizo José María López, Chemare, es el gran protagonista de la novela y resume en gran medida, en sus comportamientos y actitudes, la idiosincrasia del nativo. Él, aun en medio de sus vicisitudes e incomprensiones, siempre es una persona noble, servicial, agradecida y orgullosa de su raza. Sí, porque él, como se suele decir en el lenguaje coloquial, pasó más trabajo que Justo Rojas en Villanueva, epicentro de esta saga. Y cuando la suerte le sonrió y su situación económica se lo permitió, después de deambular de la seca a la meca, retornó a la tierra de sus encantos, Villanueva, especialmente para agradecerle a Eusebia López, viuda de Monsieur Dangond, la deferencia que este tuvo para con él en vida. Y, claro, no desaprovechó la oportunidad para amenizar su reencuentro con caros y viejos amigos, entre ellos el mejor acordeonero de la época, Katulio Mendoza.
A lo largo y ancho de la novela se van encontrando las claves para entender la intimidad del ser wayuu, que por mucho tiempo fue distorsionada por estereotipos que lo mostraban como alguien belicoso y agresivo, por el solo hecho de no ser sumiso. La etnia wayuu es y ha sido indómita, es de las pocas que no se dejaron someter por parte de los conquistadores, que no huyeron a su paso, que mientras otras tribus aborígenes se espantaban cuando veían los jinetes a caballo, creyendo que el uno y el otro eran uno solo, los indígenas wayuu los bajaron de los caballos. Lo que pasó fue que los intrusos españoles desafiaron el espíritu guerrero que los wayuu llevan dentro y se llevaron su merecido. Al fin y al cabo en su resistencia estaba en juego su supervivencia, de no haber resistido no habrían sobrevivido.
Pero nadie es más pacífico que el indígena wayuu, de allí el papel tan importante y el rol de preeminencia que ocupa el putchipu’u, más conocido como Palabrero, que ya fue reconocido por la UNESCO como patrimonio inmaterial de la humanidad. Es algo paradigmático. Este personaje, como está descrito en esta obra, es una especie de amigable componedor, que tiene por objeto encontrar soluciones pacíficas a conflictos que de otra manera derivarían en hechos de sangre y para el wayuu la sangre es invaluable. Y la clave para lograrlo es el respeto de la palabra empeñada, que para el wayuu es sagrada.
Es bien interesante e ilustrativo el relato cuando aborda la cotidianidad del sosegado discurrir de la vida del nativo. Me llamó poderosamente la atención, por ejemplo, la interpretación que se desliza entrelíneas del nomadismo propio de los indígenas wayuu, como uno de sus atavismos. Y es que el desplazamiento en sí mismo, que a los ojos del alijuna es nomadismo, para ellos no lo es siempre y cuando se presente dentro de los límites de su propio territorio ancestral. Así mismo, salen a relucir los saberes y los secretos de los cuales son portadores los ancianos de la tribu, pero que tienen el cuidado de transmitir oralmente de generación en generación. Sus sueños, sus premoniciones, sus presagios, no pasan en vano y no pocas veces se ven confirmados por los hechos.
Las curaciones del indio Manuel María no son habladurías o conjeturas, sino que forman parte del arcano inasible de una cultura milenaria, que no pudo aplastar la “civilización” y tampoco podrá arrasar la globalización que, como dice Rosendo en uno de los apartes de su novela, “espanta la ignorancia, pero también la inocencia”. Y no se trata de ser refractarios al cambio ni a la modernidad, se trata, como acota el Palabrero mayor, de “irnos actualizando, vivir en medio de tantas cosas nuevas, pero sin perder el espíritu wayuu”. Es el sincretismo del cual hablan los sociólogos, que permite abrevar en otras culturas, pero sin perder la propia identidad, que es nuestra razón de ser.
Esta novela, escrita con el alma y la inspiración de Rosendo, con gran acento terrígeno, es una obra que vale la pena leer.

Amylkar Acosta Medina

Los indigenas Wayuu no fueron los sanguinarios que tanto publicitaron los europeos en la epoca de la conquista, mas bien fue una nacion que lucho por su dignidad y no se dejó someter por el ejercito español. El levantamiento del 2 de mayo de 1769 fue una simple reaccion a tanta injustica que los obligó decir: ¡Basta ya de tanto atropello!.

Del caos de la guerra surge incolúmne como un adalid el pütchipü´ü: palabrero wayuu, un autentico mensajero de paz, la sabiduria de sus ancianos y el valor de sus caudillos estan representados en estas novelas por Takuane y la belleza fisca de sus mujeres por: Shirain Siruma y Naimarú. La guajira por su riqueza en la epoca colonial con sus bancos perliferos en el Cabo de la vela, la mina de sal y hoy la mina de carbon ha sido historicamente, un atractivo mundial. Pero, la mayor parte de su extension territorial carece de agua potable y de atencion por parte del Estado.

Las historias que se entrelazan en La Guajira, incorporan este misterio envolvente que plasma el maestro Rosendo Romero con el sentir propio de los wayuus. Es una novela que se luce muy bien escrita, que muestra la forma, como el territorio, el ser humano y la fantasia pueden unirse y crear un mundo alucinante que atrapa al lector y lo involucra por los caminos deserticos de una zona en el norte de Colombia, con una gran riqueza.
Jacobo Solano Cerchiaro

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