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ISBN 978-958-5483-10-1

Eneas y las naves perdidas

Autor:Micetich, Ernesto
Editorial:Santa Bárbara Editores E.U.
Materia:880 - Literaturas helénicas Literatura griega clásica
Clasificación Thema::FBC - Ficción clásica: general y literaria
Público objetivo:General / adultos
Disponibilidad:Disponible
Estatus en catálogo:Activo
Publicado:2018-09-03
Número de edición:1
Tamaño:278Mb
Precio:$42.000
Soporte:Digital
Formato:CD audio estándar
Idioma:Español / Castellano

Reseña

La centella que ha ocasionado la génesis de este libro ha sido la ígnea germinación de una pequeña pregunta surgida mientras exploraba el texto de Virgilio para analizar con el azote de un riguroso juicio el inepto desempeño de su celebérrimo prócer Eneas durante la temporánea estadía de los troyanos en la costa púnica. Una vez más, como innumerables veces en pasado, me había deslizado por la superficie de estos versos <> que nos muestran cómo logró alcanzar el litoral con apenas siete de las diecinueve naves que después de la tempestad componían la totalidad de su flota, más si anteriormente había silenciado ese tenue susurro de extrañeza que me sugería la sensación que estuvieran mancillados por una sombra de falacia que hasta la misma geografía de mi pequeña ciudad costera de Anzio me manifestaba como imborrable con una imperdonable y aborregada cobardía que aún mantenía mi mente aherrojada al yugo del sumo prestigio virgi-liano, en esta ocasión, habiendo ya removido ese engorroso lastre de inhibi-toria sujeción, quise asumir el reto de enfrentarla con enérgica resolución arrojándome en un contundente intento de comprender de una vez por todas los motivos recónditos que inspiraban mi inquietud y por lo tanto detuve las apasionadas alas de la lectura y me sumergí en el fecundo silencio de la reflexión plasmando con los relámpagos de mi electricidad neuronal dos puntos de interrogación para ceñir la fulguración de una verde perplejidad fértil de pensamientos… ¿por cuál razón no pudo encontrarse inmediatamente con las demás doce embarcaciones? ¡Querido lector, si supieras...! a partir de ese momento, como si hubiera pronunciado un encantamiento mágico fui embestido por un vendaval de consideracio-nes, conjeturas, hipótesis y datos que se fueron agolpando tan vertiginosa-mente que no supe como contenerlos. Primero intenté abarcarlos en un paréntesis pero me di cuenta en seguida que por mucho que pudiera aprovechar de su disponibilidad habría sido pedir demasiado a la generosi-dad hospitalaria de este gracioso signo ortográfico absolutamente insufi-ciente para semejante tarea, luego decidí descender al sótano de una nota esperando lograr ordenar el tropel ocasionado por mi indómito intelecto en un rinconcito discreto, mas aunque no soy de los que le tienen miedo a dejar que en el fondo del texto corran nuevos escritos impetuosamente libres hasta por muchas páginas, me percaté que estaba creciendo demasia-do hasta para un informal como yo y entonces subí nuevamente para ver si podía conseguir analizar serenamente esta cuestión irresuelta creando un capitulo a parte en el cual proceder por una senda argumentativa paralela, pero no tardé mucho en constatar que tampoco de este modo iba a ser posible a causa de su desbordante y continuo incremento caudaloso… así que no tuve más remedio que conseguirle un espacio independiente en el cual pudiera prosperar libremente y sin la atadura de una limitación derivada de una forzosa cohabitación con otros temas, donde por fin tratar de entender si es razonable la afirmación de Virgilio según la cual se pudieron perder tantas naves en un pañuelito de tierra como el tramo costero de una Cartago que estaba apenas surgiendo y la ruta marítima Drépano-Cartago. El resultado es este libro cuyo asunto en sí no apasiona-rá a las multitudes y de pronto ni siquiera a las minorías de los más auda-ces intelectualmente; sin embargo… ¿qué puedo decirles? Independiente-mente de su consideración o menos me siento muy satisfecho de este trabajo en el cual, quiero añadir, no hay un autor que enseña o un maestro que pontifica desde la cátedra de una intolerable presunción, sino una <> que conducirá a los que querrán seguirme, en un viaje explorativo en el cual cada uno de ustedes será el Jasón que armado de un intelecto atento y vibrante tendrá que abalanzarse a la conquista del vellocino de oro del conocimiento, pensando, pensando y pensando independientemente de mis personales conclusiones… Sin embargo… sin embargo… como escribió Dante <>… ese sol de ardoroso entusiasmo que radiosamente bañaba mi mente fervorosamente intenta a tejer la trama argumentativa de este texto ajó horriblemente y su luz quedó envuelta en el fúnebre sudario de un dolor insoportable cuando en una noche funesta la guadaña de la muerte me arrancó una persona amada desplomando mi corazón en un proceloso báratro de tormentoso sufrimiento y todos mis pensamientos en un torbe-llino de funérea ceniza que me impidió no solamente de profundizar aún más algunos aspectos que quedarán esperando en vano el cuidado de mi atención que vaga aturdida añorando su presencia en la luctuosa aflicción de un limbo grisáceo, sino tampoco de revisarlo con una vigorosa plenitud intelectual de la cual, por lo menos en este momento, carezco por completo. Por esta razón, aunque este libro aparentemente tenga un cuerpo plena-mente formado, en realidad lo consideraré siempre una obra incompleta… y que así quedará… truncada por esa misma Parca despiadada que me arrebató a mi querida Luz Dary e hizo aún más insufrible el agobio de este cilicio de carne en el cual sigo vestido y que pérfidamente sigue conservan-do con excesiva eficiencia mi espíritu en la purgatoria prisión de esta angustiosa dimensión terrenal… Ernesto Micetich Autor

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