Reseña

Rompiendo con la tradicional costumbre de encomendar a un personaje, amigo o extraño, la molesta y pesada tarea de hacer el prólogo de este libro, me he decidido a hacerlo yo mismo, aunque para ello me haya tocado hacer de abogado de mi propia causa. Allá va este libro, entonces, a “cabalgar a pelo”, por los caminos pedregosos de la disparidad psíquica que ha alcanzado la raza humana en este mundo globalizado y en perenne comunicación a través de la línea cibernética, para picar y extenderse un poco más allá, cual pelota de béisbol, como el autor lo espera. Este libro, ciertamente, es el fruto cristalizado después del esfuerzo personal de años de investigación bíblica, científica, esotérica, histórica y, obviamente, también incluye mis reflexiones y experiencias en lo tocante al mundo onírico. El hombre siempre ha intentado adivinar el futuro por el medio que le ha sido posible, como lo fue la incubación de los sueños en los antiguos templos caldeos, egipcios, griegos, romanos, etc.; y más recientemente a través del humo del tabaco, los pozos de café, las cartas del tarot, la quiromancia o adivinación por las rayas de las manos, la bola de cristal, las sesiones espiritistas, a través del médium, la tabla ouija, etc. Sin embargo; a mi modesto juicio, sólo existe un medio fidedigno de conocer lo que podría ocurrir en nuestro devenir cotidiano sin violar la ley del “libre albedrío”, este hilo conductor no es otro que la incubación de los sueños a través de La Omniconsciencia o Presencia de Dios en nuestro cerebro físico, como se afirma y se expone en todo el discurso de la presente obra. Mi intención, al escribir este libro, ha sido la de compartir con el lector unos conocimientos espirituales y esotéricos, desconocidos por el humano promedio, que demuestran la verdadera interrelación existente entre el hombre carnal y las fuerzas invisibles que direccionan y gobiernan el universo, la relación inherente entre los planos superiores de la realidad espiritual y el mundo de la materia; es decir, entre Dios y el cenit de su creación terrenal de las cuales, la más importante, sin comparación, eres tú mismo(a) quien estás leyendo esto. La frecuencia por la que he incluido gran variedad de citas bíblicas, de escritores que son autoridades sobre los sueños, tiene una sencilla explicación: mi honestidad para demostrar que lo afirmado en este libro no es el resultado de una desviación mental esquizofrénica; ni de una inventiva ilusoria; predeterminada del autor, sino que se encuentra firmemente arraigado y apoyado tanto en los conocimientos modernos como en la sabiduría de la antigüedad. Por razones estrictamente personales, también por obviar la multiplicidad de nombres que podrían llegar a confundir al lector, he decidido utilizar en la presente obra el vocablo Omniconsciencia, en lugar de inconsciente o subconsciente como es conocido por el público en general. Al hacer de abogado y defensor de mi propia causa en el presente prolegómeno, me disculpo humildemente por adelantado con el lector en todos aquellos aspectos, conceptos y pareceres que no sean de su agrado. Ojalá el esfuerzo, la entrega, la disciplina y el tiempo que empleé para escribir este libro anime a otras personas más esclarecidas literariamente, con más talento, con más facilidad de pluma y expresión, que posean un conocimiento más profundo del tema hoy expuesto para que escriban una mejor obra sobre los sueños. Si este anhelo llegara a plasmarse en la realidad, con toda seguridad yo me contaré como el primero en arrancar las palmas de los elogios y de la gloria para quien se decida a hacerlo, ya que “la vida encarnada no es estática como la roca, sino que se mueve al vaivén de las circunstancias como las olas del mar”. También aclaro que, todo lo referido aquí sobre el esoterismo y la espiritualidad del enigmático mundo de los sueños no es de mi cosecha intelectual terrenal, sino de mi Omniconsciencia que me marcó las directrices, mientras yo dormía, para escribir este libro. ¡El mismo título de la obra fue sugerido por esta presencia en mi cerebro físico! Para cerrar el comentario de esta introducción, sólo cabe añadir mi deseo sincero de que el contenido y lectura de este libro sea el faro que ilumine y sirva de guía a muchos, especialmente a los de mente abierta buscando ciertas verdades y, sobre todo, a aquellos quienes aún continúan deambulando moribundos o “muertos en vida” en el mundo de la materia. Lector, que Dios te bendiga, te ilumine el sendero por donde debes transitar en esta vida, y que, en tus procederes, Él te guie en tus decisiones. Robinson Peña Sundheim