Reseña

Si la poesía llegó a Constanza, lo hizo una noche de esas en las que se hacen rituales, ofrendas y cantos a los espíritus para que traigan o quiten. Intuyo esa imagen de esta mujer ante el aire y el fuego con el cuerpo dispuesto y la poesía invocada rondando, oliendo, respondiendo a la ofrenda y dándose espacio para caber en cada rincón de piel, dando vueltas, estremeciendo los huesos, hallándose un lugar antes de habitarlo.
Como toda posesión, primero una lucha entre fuerzas, entre alojar y expulsar, luego una batalla desde adentro que al lograr su cometido, hace ceder al cuerpo, lo domina y le ordena qué hacer. –Haz una creatura– le dice a ella, le pones cinco de tus dedos, le das uno de tus pies, de tus manos, una pierna, un ojo, un labio, medio corazón, medio ombligo, un beso, tres gatos, varias flores, un par de vacíos y elementos básicos, luego la coses con un hilo rojo y le pones un vestido para las ausencias.


Adriana Carrillo Moreno