Versos de los Mil Días
Autor: | Valencia Valencia, Hirlan Marcel |
El 17 de octubre de 2017 se cumplen 118 años de iniciada la revolución liberal contra el gobierno conservador nacionalista de Manuel Antonio Sanclemente, cuando el dirigente del directorio liberal de Bucaramanga en el departamento de Santander, Paulo Emilio Villar, desobedeciendo las directrices del partido, el cual ordenaba no tomar acciones bélicas hasta que las condiciones fueran más favorables, se levantó en armas en esta región del nororiente del país, encendiendo así la primera llama de la mayor confrontación militar durante el siglo XIX y principios del XX. A esta contienda armada se le conoció como guerra de los mil días.
Hace 10 años, luego de un trabajo de investigación sobre este capítulo de la historia colombiana, compuse el corpus del libro que luego llevó por título Versos de los Mil Días y el cual se imprimió gracias al aporte de algunos amigos suyos y familiares quienes hicieron todo tipo de acciones para que el libro pudiera ser. Desde su lanzamiento éste tuvo sus amigos y enemigos, al punto que no pocos han dicho que lo único que me interesa escribir es sobre machetes, descuartizamientos y matanzas. Otros han llegado incluso a expresar que aquí no hay poesía sino morbo, gusto por lo grotesco y una fascinación por la sangre. Pienso que quienes así se expresan, o no conocen la historia del país, o la que les narraron es un cuento de hadas.
Contrario a quienes se han declarado abiertamente enemigos de este libro -cosa que no es de sorprender en un país contencioso como el nuestro-, no pocos lectores del mismo han sido cautivados por la belleza intrínseca que algunos de estos poemas poseen, y han manifestado la necesidad de hacerles unas notas explicativas, cosa a la cual me he rehusado, no por considerar que no sean necesarias, sino porque no concibo que sea el propio autor quien realice una especie de exégesis sobre el contenido y sobre la pertinencia histórica de cada poema. Sin embargo, para esta edición, y por petición de Julián Osorio, director de Inkside- Poesía, comunidad poética encargada del diseño e impresión del libro que aquí se presenta, me doy a la tarea de hacer un contexto histórico general para estos poemas.
Mi propósito era -y aún lo es- realizar un canto de la resistencia liberal contra la hegemonía conservadora, aquella que sumió a Colombia en el centralismo, confesionalismo, militarismo, presidencialismo y en las pocas o inexistentes libertades públicas. Desde la llegada del liberal de derecha Rafael Núñez al poder en 1880, hasta la constitución de 1886, obra de Miguel Antonio Caro, comenzó a consolidarse un proyecto reaccionario contra el país, contra la constitución federal de Rionegro de 1863 y contra lo que ella representaba. Con la Ley 61 de 1888, también llamada Ley de los Caballos, el poder conservador se valió para aniquilar toda oposición legal y llevar al ostracismo político a quienes disentían de los gobiernos de Núñez, Caro y Sanclemente. La guerra de 1885 y la de 1895, donde salió en ambas ocasiones derrotado el liberalismo, y la persecución extrema, fueron un caldo de cultivo que propició la revolución de 1899. La guerra fue cruenta, muy cruenta, y por eso la mayoría de estos poemas lo son.
La suma de los poemas está escrita en verso libre, y tengo la certeza de que hay algunos que son lo suficientemente prosaicos para el disgusto de los espíritus demasiado sensibles a la técnica actual que ha trazado un modelo elitista de escribir versos. En la actual poesía colombiana, los autores se alejan de todo compromiso político o crítico, siendo, al parecer, una postura bastante cómoda que los ubica únicamente en el plano de la estética, como almas demasiado superiores y elevadas a quienes los sucesos cotidianos sociales poco o nada les importan. Una indiferencia ante el dolor y el sometimiento de la gran mayoría con el fin de mantener sus privilegios de semidioses o elegidos por las musas.
No pretende ser una épica, o tal vez en el sentido menor de la palabra. Sin mediar en lo estilístico, el libro en muchos de sus poemas funciona como aquello que Ramón Irigoyen nombró, al traducir a Cavafis, como el manejo no del yo romántico sino del yo teatral, donde no es el autor el que habla por sí mismo cuando se expresa en primera persona, siendo cada uno de los personajes historiados quienes toman la palabra para contar sus vicisitudes, sus ansias, sus dolores y también su grado de esperanza.