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ISBN 978-958-57916-9-5

La Literatura como Arte-facto de la Memoria Histórica en la Escuela

Autores:García Vera, Nylza Offir
Castillo Rivera, María Camila
Colaboradores:Avendaño, Nohora (Ilustrador)
Neme Neiva, Rocío (Diseñador)
Alarcón, Carlos Andrés (Ilustrador)
Rincón García, Valentina (Ilustrador)
Molano Casas, Hilda Beatriz (Coordinador Editorial)
Editorial:Asociación Cristiana Menonita para Justicia, Paz y Acción Noviolenta
Materia:323 - Derechos civiles y políticos
Publicado:2017-05-17
Número de edición:1
Número de páginas:76
Tamaño:26x21cm.
Encuadernación:Tapa blanda o bolsillo
Soporte:Impreso
Idioma:Español

Reseña

Introducción
La memoria histórica tiene la virtud de vincular a quienes se han visto afectados por enfrentamientos bélicos con quienes poco saben de lo ocurrido en el país a lo largo de los últimos sesenta años. No se trata de un vínculo formal ni informativo, sino de sentido. ¿Quiénes somos? ¿Quiénes hemos sido? ¿En quiénes nos queremos convertir? Tres problemas que hacen parte de una sola búsqueda. La memoria histórica vincula el pasado y el presente, lo rural con lo urbano, las víctimas con la sociedad. Esta es su condición.

Vivir la violencia no significa comprenderla y estar lejos de esta no supone la imposibilidad de desconocer sus efectos. Una parte de la sociedad colombiana ha padecido en carne propia la brutalidad del conflicto armado y otra buena parte solo sabe lo que los medios de comunicación le han transmitido. Lo propio ocurre con la infancia y la juventud: la nueva generación de la paz.

Al respecto, vale la pena preguntarnos: ¿Cómo descubrirnos en este complejo mundo de vicisitudes humanas? Y sobre todo, ¿quién nos convoca a dicho reto? ¿La escuela, la sociedad, los partidos políticos, el Estado? Aquí se instala la pertinencia de la memoria histórica en la educación colombiana y la mayor preocupación del presente proyecto pedagógico.

El vínculo humano, social y cultural, entre otras acciones, se logra cuando encontramos un lenguaje que se atreva a contar lo que nos ha ocurrido, en medio del miedo, la irritación y la zozobra que deja la muerte, el destierro, la desaparición, el secuestro o la amenaza. Porque son nuestras voces, nuestras biografías, nuestros signos y símbolos los que han sido arrebatados en medio de la destrucción y la hecatombe. Narrarnos es reconstruir-nos y, al mismo tiempo, dignificar-nos. La pérdida de la dignidad es el mayor costo para quienes han padecido tratos crueles e inhumanos, y esta se intensifica cuando la moral de la propia sociedad nos condena al olvido y a la indiferencia. La exclusión comienza en los imaginarios de los pueblos, unas veces en nombre de aquel postulado que afirma que no estamos preparados para oír nuestro propio horror, y otras, acudiendo a la cómoda convicción de que es mejor seguir adelante sin mirar atrás. Aunque el olvido sea un mecanismo necesario para afrontar cualquier trauma, así sea complejo, tarde o temprano requerimos volver a recorrer nuestras propias sombras con la vela encendida que nos da la experiencia de los años. Y hay momentos en que no podemos eludir este desafío si queremos dar un paso al frente en nuestras vidas.

En gran medida, una novela que se adentra en la complejidad de múltiples personajes, transita entre las sombras con una vela encendida y atraviesa el camino pedregoso de un drama con la distancia y la cercanía necesarias para ser comprendido y compartido por sus lectores. De por sí, la novela contiene un carácter ético y pedagógico, ya que nos sitúa en un lugar de aprendizaje ante el saber y el poder. Solo una mirada parcializada y funcionalista podría conducirnos a perder la batalla frente a la lectura, en un momento en el que leer y recrear los lazos comunitarios son los propósitos fundamentales para una pedagogía de la paz en Colombia. Así como al estudiante se le ha sometido históricamente a responder cualquier pregunta desde la evaluación, al docente se le ha vuelto obediente al rigor de la norma en un sistema educativo basado en la competencia y la exclusión. Precisamente, la marginalidad que se nos transfirió con métodos de corte tradicionalista y modernizante a lo largo de los siglos, ha resultado funcional a una violencia arraigada en la indiferencia y la intolerancia. Solo un pensamiento abierto a la crítica y a la diversidad de ideas podría oponerse a la orden ciega de matarnos los unos a los otros de la forma tan despiadada y obscena como se ha hecho en nuestro país.

La trampa de los estándares de medición del conocimiento y de evaluación radica en prepararnos ilusoriamente para las improntas del mercado y no para que los usos de la técnica, la ciencia y el arte favorezcan nuestras opciones y decisiones subjetivas y colectivas. Es quizá este el momento de recuperar el lugar protagónico de la docencia, (como ha ocurrido ya en varios países del continente) frente a las hazañas por alcanzar prácticas más democráticas y humanizantes; requerimos inventar una nueva institución educativa para un nuevo país. La paz no puede ser sinónimo de apaciguamiento o de pasividad, dado que el mal mayor no es la existencia del conflicto, sino el hecho de otorgarnos el derecho de aniquilar las ideas, emociones e integridad de quien no comparte lo que damos por verdadero. Y esa verdad es, la mayoría de las veces, la omnipotencia de nuestro propio poder.

En tales condiciones, es fundamental proclamar la acción cotidiana de la educación como el único referente capaz de generar procesos de emancipación del pensamiento y propagar el ejercicio de la libertad, sin el temor de perder nuestro lugar en la estructura del control y del poder. Solo la libertad de discutir, imaginar y crear puede ofrecernos la oportunidad de asumir responsabilidades con los derechos ajenos y propios. Tal compromiso supone un reencuentro crítico con el pasado, que se afianza con la memoria histórica en las regiones y ciudades de la nación, y nos permite asumir un modo diferente de situarnos en la nueva faceta de la modernidad y del supuesto progreso que tanto se pregona en un mundo globalizado. Como interpelaba hace dos décadas el novelista mexicano Carlos Fuentes:

Una pregunta final: agentes del cambio, ¿qué clase de cambio van a propiciar los maestros? Promotores del progreso, ¿qué clase de progreso será su meta? Las respuestas (…) abarcan a su vez una doble faceta. ¿Qué se entiende hoy, globalmente, por progreso? y, ¿qué entendemos, nacionalmente, por progreso? ¿Sigue progresando el progreso, como creían nuestros padres? ¿O asistimos al final del progreso, como adivinan nuestros hijos? En otras palabras, ¿ha dejado de progresar el progreso? (Fuentes, 1997, p. 22).

Sea cual sea el rumbo de nuestro orden político, la memoria histórica ha de ser un escenario de las
acciones formativas, sociales y culturales. La literatura como arte-facto de la memoria histórica en la escuela busca ser un aporte a dicho propósito y espera convertirse en un referente para docentes de educación media. Más que un modelo de enseñanza, nos ha interesado plantear un enfoque pedagógico con el apoyo de la Universidad Pedagógica Nacional y la experiencia de la Coalición contra la vinculación de niños, niñas y jóvenes al conflicto armado en Colombia (Coalico). Es por ello que reconocemos el proyecto de investigación La literatura como universo simbólico de la memoria en la escuela, auspiciado por el Centro de Investigaciones de la Universidad Pedagógica Nacional (CIUP) e implementado en el Instituto Pedagógico Nacional (IPN) durante 2015 y 2016. E igualmente, valoramos de manera especial los aprendizajes prácticos, metodológicos y conceptuales recibidos de las organizaciones que conforman la Coalico, desde sus publicaciones y experiencias.

El texto que tienen ante ustedes fue posible gracias al apoyo de GIZ-PROPAZ, con su proyecto Desde las memorias de niños, niñas y jóvenes para hacer paz, y a la disposición del colegio Rafael Uribe Uribe en la ciudad de Cúcuta, Norte de Santander, cuyos directivos, cuerpo docente y estudiantes han decidido emprender esta aventura de lectura, creación y conmemoración en su institución educativa durante los años 2016 y 2017.

Las nociones y aproximaciones didácticas del módulo se asemejan con el funcionamiento de un reloj mecánico, cuyas partes permiten comprender la manera como emerge el movimiento mismo del tiempo. Más allá de un sistema de medición que controla las horas y los minutos del comportamiento social, tal como lo han encausado nuestras instituciones y dispositivos disciplinarios, tomamos la complejidad del engranaje del reloj mecánico para llevarlo al ámbito de la memoria, la narración literaria y la creación artística, donde todo se desborda en aras del conocimiento y la fantasía.

Desde luego, no podemos considerar lo que aquí planteamos como un conjunto de temas o actividades sueltas con respecto a la paz, la memoria y la literatura. Más bien, acorde con el concepto de construcción colectiva de la memoria histórica, se trata de un proyecto pedagógico en el que pueden estar integradas varias áreas de conocimiento, como la literatura, la historia, las ciencias sociales, la ética, las artes, entre otras. El punto de partida que proponemos es la lectura de novelas históricas, para así comenzar un viaje donde la creatividad e imaginación de docentes, estudiantes, familia y comunidad, lleven a un profundo ejercicio de comunicación, conversación y conmemoración en torno a lo que ha sido el conflicto armado en Colombia, la reparación de las víctimas y la búsqueda y construcción de la paz.

El presente módulo se organiza en cinco partes o capítulos: el primero hace referencia a la relación
entre memoria y literatura, mediante la selección de cinco novelas que recorren el conflicto armado en Colombia desde la década de 1950 hasta nuestros días. El segundo se concentra en el sentido y la promoción de la lectura en el ámbito de la memoria histórica. El tercero está enfocado en los lenguajes y formatos estéticos. El cuarto busca incentivar la creación e imaginación mediante la elaboración de proyectos artísticos. Y el quinto y último capítulo advierte la importancia de la conmemoración desde la realización de un Festival de la Memoria como actividad central. El módulo cierra con actividades pedagógicas complementarias de lectura en el aula.

De este modo nos planteamos un reto fundamental: ¿Cómo lograr una fusión creativa entre obras literarias y expresiones propias de los niños, niñas y jóvenes, en tanto, generación que se plantea el problema de la construcción de paz en Colombia? Aquí la función de la pedagogía es procurar que quienes padecemos o no el conflicto armado, hallemos el escenario para recrear el sentido de lo que somos en un momento determinado de la historia, frente al pasado, el presente y el futuro. Máxime, cuando no existen aún propuestas sólidas que integren la escuela a los procesos mismos de la paz en el país. Se trata, por consiguiente, de promover una memoria en su forma poética y sensible que logre afianzar nuestra identidad, dando lugar a una cultura del recuerdo de todo lo inenarrable o indecible que nos ha pasado en Colombia.

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