Pensar es no pensar lo mismo
Autor: | Ardila Murcia, Omar |
Páginas de fuego
Emprender la lectura del libro de Omar Ardila es iniciar un apasionante recorrido por bellísimas “páginas de fuego”. Unas páginas finamente cinceladas para espolear un pensamiento que, como bien lo sugiere el título elegido para encabezarlas, no puede sino acusar los efectos de su propio ejercicio y dejar por lo tanto de ser lo que era antes de haberlo realizado. Unas páginas que se van ensamblando hasta configurar un texto tan breve como profundo e iluminador, sin duda conceptualmente denso, pero expresado con frases límpidas cuya claridad evita que la forma del decir nos distraiga de lo dicho y merme nuestra agilidad para reflexionar sobre su contenido.
Su autor acude a múltiples fuentes, entre las cuales destacan las obras de Gilles Deleuze y de Michel Foucault, a fin de hallar las herramientas más idóneas para crear claves de sentido que nos permitan entender las prácticas de control y de dominio, desvelar sus secretos y ayudar de esa forma a fomentar resistencias que las desarmen. Así, por ejemplo, Omar Ardila apunta a la ancestral práctica de la “producción del miedo” como uno de los procedimientos más efectivos para ejercer la dominación. Eso le lleva, entre otras cosas, a desmenuzar la forma que toma dicha producción en el siglo XX e inicios del presente siglo, y a acotar el papel desempeñado por las “políticas de seguridad” en el actual arte de gobernar. Un arte de gobernar que es propio de “la sociedad de control” y que encuentra una de sus ilustraciones más impactantes en el “Centro Estratégico de Información Penitenciaria de Bogotá”, oportunamente descrito en este libro. Ahora bien, lo que se ha configurado en dicho “Centro” adquiere su pleno sentido a partir del momento en que lo desterritorializamos y descubrimos como su modus operandi, es decir, el control continuo, pormenorizado, y remoto, se está generalizando progresivamente al conjunto de la sociedad mediante complejos dispositivos que combinan los drones con el tratamiento masivo de datos entre otros muchos artefactos y procedimientos “tecnológicamente avanzados”.
En esa sociedad del control, atenazada por “el miedo al miedo”, la figura del zombi tipifica la terrorífica bi-valencia del “otro” que nos acecha desde la insalvable diferencia con lo que somos, y de “nuestro otro” que aflora por debajo de nuestra propia piel. Sin embargo, como muy bien lo percibe Omar Ardila, también late en el imaginario despertado por esa aterradora figura la esperanzadora silueta del insurrecto carente de cualquier apetencia por el poder y que resulta, por lo tanto, totalmente inasimilable por lo instituido actualmente existente.
Tengo por seguro que en esa sociedad del control, y en ese capitalismo que, como bien dice Omar Ardila, tiene la extraña capacidad de “producir mundos para su mejor ejercicio”, la instrumentalización, e incluso, “la producción” de la libertad ocupan una posición harto privilegiada. La forma moderna del control y el nuevo capitalismo requieren la libertad de los sujetos como elemento clave para dominarlos y explotarlos mejor. Sin embargo, para que el ejercicio de la libertad por parte de unos sujetos convenientemente moldeados por sutiles “prácticas de subjetivación”, no ponga en riesgo el sistema también se necesita implementar potentes “dispositivos de seguridad” capaces de contenerla en caso necesario. Eso trae a mi memoria el casi olvidado concepto de esas “no-decisiones” que protegen a cal y canto el espacio donde se ubican “las reglas del juego”. Ese concepto permite diferenciar un ámbito donde el sujeto puede “decidir libremente” porque ninguna de sus decisiones es susceptible de cambiar las “reglas del juego”. En efecto, una vez que estas han quedado definidas se puede jugar libremente desde el más interiorizado respeto a los límites invisibles que han quedado establecidos y que tienen por función vetar la irrupción de cualquier “acontecimiento”.
En un magnifico capítulo titulado “ Esquizoanálisis y pensamiento libertario” Omar Ardila recalca con razón que el concepto central de Deleuze es el concepto de “acontecimiento”, es decir el concepto de aquello que no está pre-contenido de manera determinista en unas supuestas condiciones antecedentes, y que resulta propiamente “creativo” en el sentido más fuerte de la palabra. Como tal, el acontecimiento escapa a la lógica métrica que pretende evaluar el grado de éxito o de fracaso de una acción, por la sencilla razón de que “el éxito” de un acontecimiento radica enteramente en el hecho mismo de haberse producido. Por eso resulta tan ridículo hablar por ejemplo del éxito o del fracaso de “Mayo del 68”: este fue un auténtico acontecimiento que embriago a buena parte de quienes lo vivimos intensamente, marcándonos para siempre.
Singularidades, flujos, desterritorialización, líneas de fuga, multiplicidades, desplazamientos, perpetuo nomadismo….Al sentir de forma tan intensa la inconfundible palpitación del pensamiento de Deleuze en muchas de estas páginas no puedo evitar recordar que fue precisamente Deleuze quien nos regaló una de las más bellas caracterizaciones del anarquismo cuando escribió que consistía en: “…esa extraña unidad que solo se puede decir de lo múltiple.”
Sin duda, y afortunadamente, este es un libro “menor” en el sentido más subversivo de la palabra, es decir, un libro que huye de los esquemas dominantes y dominadores, y que pugna por conquistar su propia e irreductible idiosincrasia desde un deambular inequívocamente nómada. Quienes lo lean deberán decidir si se trata también de un libro “rizoma”, por mi parte me inclino sin reserva alguna a celebrarlo como tal.
Tomás Ibáñez
Barcelona Marzo 2017