Reseña

Durante mi infancia estuve engañando todo el tiempo a mis profesores. Pensaban que sólo iba a aprender temas y contenidos. Como todos, me dejé atrapar por las extrañas emociones que a esa edad uno no entiende. En primaria, la inspiración fueron las maestras; eran como las panaderías, siempre olían delicioso y despertaban todos los sentidos. En bachillerato, uno crece y se atreve a enviar papelitos con mensajes para las compañeras de clase. Es la escuela donde más se experimenta esa fuerza extraordinaria que habrá de movernos el resto de nuestras vidas: el amor. Ahora, a veces, sin que sospechen, permito que mis estudiantes me engañen y jueguen a pasarse papelitos entre los pupitres. Parecerá inadecuado, pero es que no puedo concebir la educación sin amor. Relatos de pupitre es un poco de lo que se vive cuando, además de libros, se lleva el corazón a clase.