Mi libreta blanca. Apuntes de una Auxiliar de Enfermería
Autor: | García de Romero, Luz Nelly |
Con los modernos sistemas de salud, todos somos clientes más no pacientes; pero la mayoría, hemos sido pacientes y/o hemos tenido por lo menos un pariente enfermo en casa u hospitalizado alguna vez. Esta condición vulnera el cuerpo y también el alma; el estado de apocamiento, incertidumbre e impotencia que genera la enfermedad, nos hace más susceptibles y por momentos nos sentimos derrumbados; quizá esta condición es la que nos excita a esperar comportamientos dignos, comprensivos y amables por parte de cada una de las personas que conforman el equipo que ha de atender nuestras necesidades, sin que importe su rol.
Las inconformidades y quejas por la atención deficiente de diferentes funcionarios, diariamente por nuestra geografía colombiana y la de casi todo el mundo, derivan protestas, tutelas, denuncias, demandas, agresiones verbales, físicas y hasta muertes, afectando a todos: los que atienden con excelencia, bien, regular y los que atienden mal. Razón para entender la prevención del paciente y sus allegados hacia el trabajador de la salud.
Igualmente, algunos funcionarios de la salud enfrentan dificultades que en teoría recomiendan dejar afuera, pero en la práctica siguen presentes. Estos trabajadores, ocasionalmente reciben un trato inhumano e incomprensible de sus superiores; tienen salarios bajos que obliga a dobles empleos, jornadas agotadoras con exceso de trabajo y falta de apoyo. La sola realización del trabajo da satisfacción pero no es suficiente porque todos necesitan estímulos para poder brindar a los demás lo que ellos mismos reciben. Un trabajador satisfecho, sirve mejor a los usuarios y enaltece su empresa.
En las instituciones particulares donde los pacientes pagan por los servicios, ellos creen que también han pagado el derecho a maltratar a todo el personal que los atiende. La ausencia de cultura y respeto por el trabajo del otro es visible cada día.
Algunos funcionarios de diferentes profesiones y áreas, defienden su actitud negligente, alegando a su favor las anteriores condiciones y “el sistema” que limita – entre otros- el tiempo de la consulta, el tratamiento, órdenes para exámenes, remisiones y hasta cirugías.
Pero todos debemos entender que ni el sistema, ni nada, justifican la carencia de la CALIDAD HUMANA.
El paciente interno o externo tiene unas necesidades que reclaman respuestas claras, respetuosas y oportunas. Al atenderlo hay que tener en cuenta siempre que él es más importante que el computador, el papel y el celular; que mostrarle el pulgar levantado no es decirle que está bien y que decir mi amor, abuelo, viejita o tía, no es tratar con cariño.
El equipo de salud cuyo objetivo común es el bienestar integral del paciente debe entonces tener en cuenta que CALIDAD HUMANA al prestar sus servicios es tan importante como el mismo tratamiento o procedimiento que se ofrece.