La Mujer del Colono
Autor: | Guevara Hernández, José |
Hablar del amor, es como agregar al mar gotitas de agua. Parece infinito todo lo que se ha dicho y escrito de él, desde tiempos remotos de la humanidad; pero si a esto hemos sido indiferentes, alguna vez lo hemos sentido, o hemos visto algo de sus prodigios: dulzuras que enaltecen la vida hasta el delirio, o amarguras que nos sumergen en profundos abismos.
Parece que cada vez que se dificulta más tratar este tema, por cuanto nuestra sociedad en su carrera desenfrenada, se viste con diferentes ropajes, y aquellos sentimientos que deslumbraron a nuestros abuelos, solo se consideran como imágenes del pasado en el museo de la mente, algo que a muy pocos puede interesar. Así es la vida, cada día nos disfrazamos, según querramos aparentar o engañar, a quienes nos brindan confianza; pero también somos víctimas al querer ofrecer un poco de lo nuestro.
En un segundo plano, lo que se quiere reflejar en este relato, son asuntos de colonización doméstica, la que se ha efectuado en nuestro medio, y sigue teniendo como actores a campesinos pobres, a gentes que con sus propias manos, han cristalizado en parte sus objetivos, muchas veces para beneficio de otros; hechos referidos incontables veces, ya por sus protagonistas según sus tradiciones orales, como también por intelectuales, que se han internado en los laberintos del pasado, plasmando en registros históricos, los acontecimientos que fueron comunes en el diario vivir; pero cuya influencia algo nos cuenta y, también han repercutido en el desarrollo del país.
¡Loor a los historiadores!, que han consagrado gran parte de sus vidas, a hacernos recordar de dónde venimos; qué significado tiene nuestro presente, y muchas veces a insinuar las proyecciones del futuro; descorriendo el velo que nos hace creer que la vida comenzó en el momento que nacimos.
No pretendo acogerme a los rigores del costumbrismo; pero sí hacer alguna remembranza de costumbres en las gentes del campo (en determinados lugares); las que ya el modernismo ha refinado, obligando a forzosos cambios y por consiguiente a tratarlas con lenguaje diferente.
Sea la sana intención escribir algo sobre estos aspectos; así la desidia, me diga al oído, que otros lo hicieron primero y mejor; lo cierto es que no puedo ocultar mis desvaríos, ni los impulsos que me obligaron a realizar este trabajo.