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ISBN 978-958-59001-2-7

Trasbordo ideológico inadvertido y Diálogo

Autor:Correa De Oliveira, Plinio
Colaborador:Mac Hale, Alfredo (Traductor)
Editorial:Sociedad Colombiana San Ezequiel Moreno Díaz
Materia:320.5 - Ideologías políticas
Publicado:2016-03-01
Número de edición:1
Número de páginas:132
Tamaño:21x13cm.
Encuadernación:Tapa blanda o bolsillo
Soporte:Impreso
Idioma:Español

Reseña

Introducción

A veces, una circunstancia de pequeña monta puede esclarecer y explicar todos los aspectos de una intrincada situación. Esto, que se ve tan frecuentemente en las novelas, ocurre también en la realidad de la vida. El presente estudio nació de una de esas circunstancias.
1. Distorsión de vocablos al servicio de la propaganda comunista
Desde hace mucho sonaban a falso en nuestros oídos los múltiples empleos que en ciertos medios vienen siendo dados a la palabra “diálogo”. En torno del eje fijo de un significado residual legítimo, notábamos que ella era manipulada en el lenguaje cotidiano de esos medios, y en ciertos comentarios de la prensa, de modo tan forzado y artificial, con osadías tan desconcertantes y sentidos subyacentes tan variados, que sentíamos la necesidad —vehemente como si fuera un imperativo de conciencia— de protestar contra esa transgresión de las reglas del buen lenguaje.
Poco a poco, impresiones, observaciones, notas recogidas aquí y allá, iban creando en nuestra mente la sensación de que esa multiforme distorsión de la palabra “diálogo” tenía una lógica interna que dejaba ver algo de intencional, de planeado y de metódico. Y que ese algo alcanzaba no sólo a ésta, sino también a otras palabras usuales en las lucubraciones de los progresistas, socialistas y comunistas, como son “pacifismo”, “coexistencia”, “ecumenismo”, “democracia cristiana”, “tercera fuerza”, etc. Tales vocablos, una vez sometidos a análoga distorsión, pasaban a constituir como una constelación, en que unos apoyaban y complementaban a los otros. Cada palabra constituía una especie de talismán destinado a ejercer sobre las personas un efecto psicológico propio. Y el conjunto de los efectos de esa constelación de talismanes nos parecía capaz de operar en las almas una transformación paulatina más profunda.
Esa distorsión, a medida que se nos presentaba más clara por la observación, se verificaba siempre en un mismo sentido: el de debilitar en los no comunistas la resistencia al comunismo, inspirándoles un ánimo propenso a la condescendencia, a la simpatía, a la no resistencia, y hasta al entreguismo. En casos extremos, la distorsión llegaba hasta el punto de transformar a los no comunistas en comunistas.
Y a medida que la observación nos iba haciendo vislumbrar una línea de coherencia nítida y una lógica interna invariable en el empleo variado y hasta desconcertante de aquellas palabras —eficaces y sutiles como un talismán— se iba afirmando en nuestro espíritu la sospecha de que, si alguien llegase a descubrir y a explicitar en qué consiste esa línea de coherencia o esa lógica, habría quitado la máscara a un artificio nuevo y de gran envergadura, empleado por el comunismo en su incesante guerra psicológica contra los pueblos no comunistas.
Pero ni aún así pensábamos dedicamos especialmente al estudio del asunto. Un hecho, con todo, nos llevó a tal decisión.
2. Desenmascarando un proceso
En 1963 publicamos un estudio intitulado “La libertad de la Iglesia en el Estado comunista”. Traducido a varios idiomas, ese trabajo traspuso la cortina de hierro, y el señor Zbigniew Czajkowski, uno de los dirigentes de movimiento “comuno-católico” Pax, de Polonia, juzgó necesario inmunizar al público de su país contra él, dando a luz en los periódicos “Kierunki” y “Zycie i Mysl” de Varsovia, de los cuales es colaborador, una carta abierta y dirigida a nosotros, en la que procuraba oponerle amplia refutación1. Respondimos por el conocido periódico mensual de cultura brasileño “Catolicismo”, derivando de ahí toda una polémica que aún no se ha cerrado.
En una parte de su argumentación, en artículo publicado en el periódico “Kierunki” y reproducido en “Catolicismo” (N° 170, de febrero de 1965), el señor Z. Czajkowski enumeró las ventajas que veía en el simple hecho de que discutiéramos, ventajas esas que derivarían de la discusión en cuanto tal, aun cuando no hubiéramos llegado a un acuerdo. En las entrelíneas de lo que el periodista de “Pax” escribió a este propósito, se traslucía una imponderable pero real influencia hegeliana. Y —pequeña circunstancia rica en perspectivas— aplicando el presupuesto hegeliano y dialéctico a todas las palabras cuya desvirtuación nos impresionaba, el sentido de esa desvaluación se esclarecía de modo sorprendente. Quedaba ipso facto explicitado para nosotros el punto de referencia que explica y ordena todo el conjunto de nuestras anteriores observaciones, y quedaba puesto al desnudo el artero proceso de guerra psicológica que, hasta entonces, apenas nos había sido dado entrever.
Como el señor Z. Czajkowski se refería propiamente a la discusión, nos vino a la mente, por una explicable asociación de ideas, que todo cuanto él decía sobre el asunto era estrechamente semejante a lo que oyéramos o leyéramos sobre el diálogo, palabra ésta de un significado multiforme y enigmático que así se nos tornaba claro.
En consecuencia, se develaba para nosotros la importancia de ciertos vocablos, y especialmente de “diálogo”, como ardid de la guerra psicológica.
Las lucubraciones de ahí derivadas nos llevaron a redactar el presente estudio, que sometemos a la apreciación del lector.
En rigor, para ser completo, este estudio debería dar igual desarrollo al análisis del vocablo-talismán “diálogo” y al de cada uno de los términos correlativos distorsionados por el comunismo, esto es, “pacifismo”, “coexistencia”, “ecumenismo”, etc. Nos pareció suficiente, sin embargo, para desenmascarar el sistema, tratar a fondo sobre uno de ellos —“diálogo”— y, a propósito de éste, decir lo indispensable sobre los otros. Así procederemos, pues, para ahorrar tiempo y esfuerzo al lector.
Quede bien entendido desde luego —y volveremos sobre este punto más adelante— que no es en el diálogo en sí, ni en el ecumenismo en sí, y menos aún en la paz en sí, que señalamos algo censurable: sería esto de nuestra parte una aberración. Nuestro estudio no alcanza a esos vocablos en su sentido normal y correcto, ni a las realidades a que ellos se refieren, sino tan sólo a esos mismos vocablos en la acepción muy especial que los convierte en talismanes de la estrategia comunista.
3. Acción ideológica implícita, nota capital del proceso
Parece importante destacar desde ya que el proceso de que nos ocuparemos se destina a predisponer favorablemente en relación a la doctrina y a las tácticas del comunismo —y, pues, a transformar finalmente en idiotas útiles, cuando no en comunistas convencidos— a personas que de por sí son refractarias a la prédica explícita. Por esto mismo, el proceso en cuestión actúa en las mentalidades de modo implícito.
Es nota esencial y característica de ese proceso que, a lo largo de toda o casi toda su extensión, los pacientes no perciben que están sufriendo una acción psicológica por parte de quienquiera que sea, ni que el rumbo hacia el cual caminan sus impresiones y sus simpatías es el comunismo. Ellos tienen conciencia, con claridad mayor o menor, conforme cada individuo, de que están “evolucionando” ideológicamente. Pero se les figura que esa “evolución” es tan sólo el descubrimiento o la profundización —hecha paulatinamente por ellos mismos, sin concurso alguno de otro— de una “verdad” o de una constelación de “verdades” que reputan simpáticas y generosas.
Por regla general ni siquiera pasa por la mente de esos pacientes, a lo largo de casi todo el proceso, que poco a poco se van volviendo comunistas. Si en determinado momento este riesgo se les apareciese notorio, se darían cuenta, ipso facto, del abismo al que iban cayendo, y retrocederían.
Es sólo en la etapa final de esa “evolución” que la evidencia de su transformación interior les hace ver que es hacia el comunismo a donde tienden. Entretanto, a esa altura su mentalidad ha “evolucionado” de tal manera, que la hipótesis de convertirse en adeptos del comunismo ya no les causa horror, sino más bien simpatía.
4. El trasbordo ideológico inadvertido: sumario de lo que se dice sobre él en esta obra
Ese fenómeno —o mejor, ese sutil proceso de la propaganda comunista— lo denominamos aquí trasbordo ideológico inadvertido. Nos proponemos describirlo sucintamente en lo que tiene de esencial, y como comporta diferentes modos de realización, lo estudiaremos especialmente en cuanto desarrollado a través de lo que llamamos la estratagema de la palabra-talismán. Luego ilustraremos el estudio de esa estratagema con un ejemplo concreto, o sea, con el empleo del término diálogo para hacer evolucionar inadvertidamente hacia el comunismo a un número incontable de personas no comunistas.
El fenómeno del trasbordo ideológico inadvertido —bueno es decirlo desde un principio— presenta varias modalidades. Puede desarrollarse en toda su amplitud y en su sentido más radical, esto es, puede llevar al paciente hasta el fin del nuevo camino, que es la aceptación del comunismo. El mismo proceso ocurrirá de modo menos amplio y radical cuando su víctima, en lugar de volverse comunista, queda, por ejemplo, simplemente socialista. En uno y otro caso el trasbordo es ideológico en todo el sentido de la palabra. Puede aún el fenómeno no producirse propiamente respecto de una concepción filosófica del universo, de la vida, del hombre, de la cultura, de la economía, de la sociología y de la política, como lo es el marxismo, sino solamente de teorías y métodos de acción. Así, un anticomunista fogoso puede ser “trasbordado” a un anticomunismo adepto exclusivamente a las contemporizaciones, a las concesiones y a los retrocesos. Este es un trasbordo ideológico en un sentido diminutae rationis de la palabra “ideológico”.
Finalmente, en la última parte del trabajo, consideramos necesario exponer de qué manera se puede destruir la acción de la palabra-talismán y el proceso de trasbordo ideológico inadvertido, en las personas en que una y otro se van desarrollando, y hasta prevenir a tiempo contra ellos a los incautos.

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