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ISBN 978-958-58919-1-3

Pincelando el Sol Naciente
UP- Memoria Histórica

Autor:Escobar Polanía, Pablo Emilio
Editorial:Fundación Social Utrahuilca
Materia:900 - Geografía e historia
Publicado:2015-10-09
Número de edición:1
Número de páginas:180
Tamaño:21.5x14cm.
Precio:$25.000
Encuadernación:Libro en otro formato
Soporte:Impreso
Idioma:Español / Castellano
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Reseña

PRESENTACIÓN

La Unión Patriótica (UP) surgió a la vida nacional, por iniciativa de las Farc, en desarrollo de los Acuerdos de Cese al Fuego, Tregua y Paz, suscritos el 28 de marzo de 1984, entre esa organización insurgente y el gobierno nacional presidido por Belisario Betancur.
El conservador Belisario Betancur Cuartas había sido elegido Presidente de la República, periodo constitucional 1982-1986, en nombre del Movimiento Nacional, como sucesor del liberal Julio César Turbay Ayala, de quien recibió un país perfectamente polarizado.
El mandato del presidente Turbay Ayala, periodo1978-1982, se caracterizó por su fragilidad política. Tal debilidad, resultado de los escasos 149.000 votos de diferencia con que se impuso a su inmediato contendor (Belisario Betancur) en las elecciones de junio de 1978, sumado al desprestigio del modelo “neoliberal” promovido por su antecesor, Alfonso López Miquelsen (1974-1978), convirtió al gobierno en instrumento del núcleo más agresivo y codicioso de altos oficiales de las Fuerzas Armadas, que encabezó el general Luis Carlos Camacho Leiva, y del sector ultraconservador del excandidato presidencial Álvaro Gómez Hurtado. Tras de ellos, a su vez, estaban los grupos financieros Grancolombiano y Suramericana, la Asociación Bancaria y los latifundistas y ganaderos de la Costa, agrupados en la Sociedad de Agricultores de Colombia(SAC) y la Federación Nacional de Ganaderos (FEDEGAN).
Apenas posesionado el gobierno de Turbay Ayala, adquirió la fisonomía de un poder mucho más represivo que el anterior. Al amparo del Estado de Sitio, por la época vigente desde 1976, Turbay Ayala dictó el Decreto 1923 de 1978, conocido como Estatuto de Seguridad, con el cual “dio manos libres a los sectores más reaccionarios del poder para atropellar a la izquierda y las organizaciones populares. Las facultades atribuidas a la “justicia penal militar” han producido centenares de encarcelamientos y condenas a militantes revolucionarios. La férrea censura a la radio y la TV impide toda información sobre la lucha popular” .
Con el Estatuto se reiniciaron las ofensivas militares y policiales contra las regiones agrarias. En Urabá, Puerto Boyacá, Magdalena Medio, Cimitarra, el Cauca, Caquetá, se multiplicaron los atropellos al campesinado. Con el pretexto de perseguir a las llamadas “redes urbanas” del movimiento guerrillero se intensificaron los operativos militares, y las detenciones de estudiantes, obreros y empleados, muchos de los cuales, después de haber sido torturados, fueron llevados a consejos verbales de guerra.
Pero la arremetida reaccionaria no se quedó sin respuesta. En clara contraofensiva democrática, a la movilización obrera y popular y la protesta social que durante el “mandato claro” de López ya había demostrado alto grado de organización, madures y combatividad, siendo su máxima expresión el Paro Cívico Nacional de septiembre de 1977, ahora, durante el gobierno Turbay, se sumarían voces de personalidades y organismos, nacionales e internacionales, señalando la sistemática violación de los derechos ciudadanos y rechazando la práctica de la tortura por parte de las fuerzas de seguridad del régimen.
La formación de un amplio movimiento nacional en defensa de los derechos humanos y las libertades democráticas, que en su primera etapa culminó con el I Foro Nacional por los Derechos Humanos, indicó la presencia en Colombia de grandes fuerzas democráticas provenientes de todos los partidos y movimientos políticos, dispuestas a luchar por la libertad de los prisioneros políticos y gremiales; contra el carácter reaccionario de los consejos verbales de guerra y por la organización de la solidaridad nacional e internacional tendiente a poner fin a la tortura, la arbitrariedad y la persecución política en el país.
Es este movimiento pluripartidista el que, autorizado por su protagonismo en una etapa tan delicada y peligrosa para la vida institucional, en el segundo Foro Nacional del Comité Permanente por los Derechos Humanos, plantea la salida democrática a la crisis. Al término del discurso de clausura del magno evento, su presidente, Doctor Alfredo Vázquez Carrizosa, sentenció: “La tarea, sencillamente, son los derechos humanos y la democracia. Yo creo que derechos humanos, democracia, respeto de la persona humana, cambio social, justicia para los trabajadores y campesinos, equilibrio de los poderes públicos, distinción de los poderes, abolición completa de la tortura, es, sin duda, el mejor programa para Colombia” .
En este contexto, correspondió al país escogerle sucesor a Turbay Ayala, entre los liberales Alfonso López y Luis Carlos Galán; Gerardo Molina, candidato del Frente Democrático, y Belisario Betancur, del Movimiento Nacional. En esa contienda, resultó elegido Presidente de la República, Belisario Betancur Cuartas.
Aunque la propuesta programática con que ganó la presidencia no era sustancialmente diferente a la de los candidatos liberales, Belisario Betancur, desde su posesión el 7 de agosto de 1982, anunció el surgimiento de una coyuntura política nueva y de un estilo de gobierno diferente al de su antecesor. A tales actuaciones, consideradas como positivas por vastos sectores de opinión, correspondió la “reunión cumbre” que en desarrollo de las iniciativas expuestas por el Presidente de la República, presidió, un mes después, el Ministro de Gobierno con representantes de los diferentes sectores políticos.
En esta reunión, de la que se marginó el sector conservador ultraderechista de Álvaro Gómez, comenzaron a sentarse las bases de un proceso de apertura democrática y de paz. Pero, allí mismo, en el documento presentado por el Ministro Escobar Navia, se hicieron visibles las “contradicciones típicas de la administración Betancur, procedentes de su cimiento económico y su heterogénea composición social y política, amalgama del “antiguo régimen” y de fuerzas que si bien no están directamente comprometidas con el pasado inmediato, tampoco representan elementos enteramente nuevos en la vida política” . “Lo más preocupante sigue siendo la presencia del viejo militarismo en el corazón del Estado, factor continuista que no ha dicho la última palabra y que puede derrumbar proyectos vitales para la paz y la reforma política…” . En esta circunstancia se producen los Acuerdos de La Uribe, de cuyo desarrollo surge la Unión Patriótica.
El nuevo movimiento político, propuesto por una organización político-militar con 20 años de trayectoria enfrentando al Estado y presencia en casi todo el país, debió percibirse, por parte de la población campesina ubicada en áreas de influencia guerrillera, lo mismo que por sectores políticos y sociales diferentes al establecimiento, como una fisura que se abría en el régimen político colombiano por la que era posible transitar, hasta convertirla en la brecha por donde fluyeran las ideas y propuestas de las organizaciones representativas del pueblo colombiano, históricamente ignoradas y marginadas de la vida nacional. Con la mirada puesta en el futuro del país, la UP era una posibilidad de apertura del tradicional sistema oligárquico liberal-conservador a nuevos actores políticos. Y desde esa óptica, la naciente organización política rápidamente mostró su poder de atracción, recibiendo la adhesión de miles de hombres y mujeres que, en campos y ciudades, empuñaron sus banderas en señal de identificación con sus propuestas.
Sin embargo, las contradicciones manifiestas dentro del régimen oligárquico en el poder, que terminaron amenazando la misma democracia burguesa y que, luego, hicieron necesario un proceso de entendimiento con la insurgencia, no eran antagónicas. El Presidente, Belisario Betancur, no pretendía excluir a ningún sector oligárquico del poder, simplemente modernizar algunas instituciones para asegurar la legitimidad amenazada por la obsolescencia. Por eso, a la hora de las grandes decisiones llamadas a reorientar al país hacia la democracia plena, permitiendo la presencia de nuevos partidos, con nuevas propuestas y nuevos actores dentro del establecimiento, ganaron protagonismo los sectores defensores del statu quo, del inmovilismo político y de la exclusión social que, de inmediato, se reagruparon y comenzaron a bombardear las intenciones aperturistas del gobierno, convirtiendo el único producto visible del Acuerdo de Cese al Fuego, Tregua y Paz, en la diana de los francotiradores.
Así fue como la Unión Patriótica, concebida y aceptada por amplios sectores populares como abanderada de la lucha por las trasformaciones democráticas llamadas a darle cuerpo al proceso de paz, antes de realizar sus primeros actos públicos o participar en las primeras elecciones, fue insistentemente señalada y rotulada por los sectores afines a la cúpula militar del poder e íntimamente vinculados a la gran burguesía liberal-conservadora ligada al capital financiero, como el brazo político y legal de la guerrilla, ignorando, malintencionadamente, la base civil que desde sus inicios adhirió a la naciente iniciativa.
A partir de la estigmatización, la UP resultó inmersa en ese océano sin fondo a donde fueron a parar, en el Huila, durante el periodo estudiado, aproximadamente un centenar de sus mejores cuadros dirigentes, militantes y simpatizantes, entre asesinados, desaparecidos y masacrados; amén de cientos de perseguidos en todo el departamento. De esta manera, la UP-Huila, aportaba su cuota de horror, al dantesco mosaico conformado con el indeterminado número de víctimas de la Unión Patriótica, en todo el país, y, del que ya hacían parte las de la Unión Nacional de Oposición, del Frente Democrático, del movimiento sindical y de otras organizaciones populares democráticas, que durante los gobiernos de López Miquelsen y Turbay Ayala , asumieron la construcción de procesos políticos alternativos desde lo local, o, simplemente, lideraron la protesta social, enfrentándose a los dictámenes del gran capital.
La victimización de la Unión Patriótica no fue igual de intensa en todas las regiones, ni tampoco simultánea en todo el país. En un mismo departamento, como el Huila, actuando con la paciencia propia de una vasijera, el terror recayó, de manera diferente pero siempre calculada, sobre aquellos municipios donde la dirigencia Upeista ganaba reconocimiento social y con ello el respaldo popular que socavaba las bases de la estructura de poder tradicional, insinuando el surgimiento de un nuevo poder local. En consecuencia, la selección de las víctimas siempre fue igual: tenían que ser los dirigentes o militantes más queridos, respetados y emblemáticos, con cuyo asesinato o desaparición se generara el terror necesario para provocar el miedo, la desesperanza, la confusión, y la dispersión de la organización.
Al final, desafiando esa amenaza sistemática de liquidación conque, la fracción más intolerante del régimen, ungió en la pila bautismal a la nueva organización, la Unión Patriótica surgió, se consolidó y proyectó, ante el país entero, como símbolo de esperanza y confianza en la capacidad trasformadora de las fuerzas democráticas, lo mismo que en el advenimiento de la vida nueva que merecen todos los Colombianos.
Mostrar, entonces, cuáles fueron los acontecimientos que determinaron el proceso de gestación, desarrollo, dispersión y ruptura de la Unión Patriótica, en el Huila, durante el periodo 1985-1992, es el propósito central de este trabajo.
Pero al tiempo que ofrecer al lector el conocimiento de aquellas etapas, la intención es también presentarle argumentos para comprender un capítulo de nuestra historia que no se dio de facto, que no surgió de la nada, sino que, como proyecto de organización política, solo tomaría cuerpo cuando la intención de las Farc permeó la realidad y se fundió con la disposición del Partido Comunista de Colombia (PCC), motivando de inmediato la vinculación de miles de experimentadas conciencias a la causa propuesta.
Para asumir el propósito central mencionado, este documento aborda cuatro asuntos principales. Primero, las motivaciones de las Farc para abandonar tempranamente la conducción del proyecto político y organizacional que ellos mismos diseñaron como medio para su vinculación a la actividad democrática al cumplirse los Acuerdos de La Uribe; segundo, explicar el proceso por el que el PCC terminó asumiendo la conducción de la UP y convirtiéndose en su columna vertebral; tercero, argumentar el verdadero interés para que, sectores de los partidos tradicionales buscaran, y, en algunos casos, pactaran, acuerdos políticos con la UP; una fuerza organizada cuyo origen, composición y objetivos no era de sus simpatías; cuarto, denunciar la intolerancia del régimen a través de la radiografía de la conciencia democrática de algunas víctimas, sin importar su ubicación dentro de la estructura de la organización.
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Respondiendo a esos objetivos, el trabajo inicia, en el capítulo 1, rindiendo homenaje a un imprescindible, el dirigente que marcó su impronta en cada decisión de la Unión Patriótica, en el Huila, durante el periodo estudiado. En el capítulo 2, a manera de antecedentes, rememora a dos ejemplos revolucionarios asesinados en el Huila, que nos ubican en el contexto de muerte que se insinuó durante la etapa previa al surgimiento de la UP. Con el capítulo 3, desnuda el aporte inicial con que el PCC-Huila respondió a la iniciativa de las Farc. En desarrollo del capítulo 4, narra el proceso de socialización de la propuesta en aquellas áreas del departamento donde, Farc y PCC, tenían una marcada influencia. En el capítulo 5, muestra el proceso de construcción de organización, simultánea a la cual se configuran acuerdos político-electorales, se desata la oleada criminal, e inicia la diáspora. El capítulo 6, muestra los logros electorales, la intensificación de la guerra sucia y el afloramiento de las grandes diferencias con los aliados. Posteriormente, el capítulo 7, muestra cómo arreció el asesinato de dirigentes nacionales y regionales, y cómo el debate político, al interior del PCC, desembocó en su división, y, luego, en la de la UP. El capítulo 8, reseña la dolorosa lista de Upeistas masacrados, desaparecidos, asesinados, hasta 1992. En el capítulo 9, mediante breves semblanzas, reconstruye el alma revolucionaria de algunos de los sacrificados. En el capítulo 10, se sugieren unas conclusiones a los objetivos propuestos. Termina el trabajo, con las Plataformas del Frente Democrático, la Primera Plataforma de la Unión Patriótica, redactada por las Farc, y la Segunda Plataforma de la UP, redactada por el primer Congreso.

De manera que, al final, estas páginas no son más que una mirada histórica con énfasis en unos referentes, muchos de ellos tomados de la memoria colectiva Upeista huilense, consignados sin pretender abarcarlo todo, agotar el tema o decir la última palabra. Escritas, eso sí, desde el convencimiento de que quienes dirigieron el proceso de institucionalización de Unión Patriótica en su esplendoroso surgimiento y madurez, al igual que sufrieron la etapa más triste y horrorosa, sean los primeros en asumir la responsabilidad de fijarlo en la memoria nacional.
Estimular, entonces, la redacción de muchas otras miradas, es también, finalmente, otro objetivo de este ejercicio de traer a la memoria esta aciaga etapa de nuestra historia reciente, en la que mujeres y hombres, cobijados con la bandera amarilla y verde, lucharon y vivieron Pincelando el Sol Naciente.

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