Reseña

Soy caribe, cloroformizado por la brisa que golpea ventanas y techos y levanta la polvareda de las calles cuando el sol sobre lo más alto del cóncavo celeste enciende los andenes y todo parece un apocalipsis de colores alborotados en el pueblo. La palabra, expresada en fonéticos sonidos así como, esta misma materializada en códigos o caracteres que se difuminan en un papel o una luminosa pantalla donde se hacen algarabía subjetiva de realidades, emociones, sueños… y nos trasladan a los mundos insospechados de la poesía y la belleza. Al leer este poemario una historia de esperanza socavada en los misterios de lo divino, se descubre en sus páginas, plegarias rebeldes que ajustician al hombre insensible, indeterminadas leyendas de amor ejecutadas en la soledad de noches inmensas, acontecimientos de los suburbios que crecen como imperios de la miseria en los baldíos de la ciudad periférica, los mitos de las casonas que abrigaron a los inmigrantes aquellos que hoy acuden como fantasmas a las angustias del viejo Puerto. Sentí entonces, a través de esas imágenes escritas, como una resurrección fantástica, las escaldadas calles de los medios días en la plaza llena de viejos amigos, de personajes repentinos que son como la conciencia de los pueblos y los majestuosos crepúsculos que se cuelan aun, por las enormes ventanas de vetustas casonas. En la medida que avanzaba por sus líricos versos me veía haciendo recorridos de nostalgia que despiertan los pedazos sobrevivientes del fabuloso muelle que se erige insolente por sobre la memoria y desafiando las leyes de la ingeniería y la inercia. Me desborda la satisfacción de encontrarme en la imaginación de estos versos, de sentirme en los ángulos de sus metáforas y de alojarme como un sobreviviente de los naufragios, en la poética de un ensueño Caribe, cómo definiría yo particularmente a este código de esperanza. Alfonso Avila Pérez Director Colectivo Poético María Mulata