Relatos de Husky Siberiano
Autor: | López Quintero, Javier |
RELATO DE HUSKY SIBERIANO
Cuando apenas se estaban disipando las gotitas de escarcha del prado, en una tenue mañana de Agosto en la Ciudad de la Eterna Primavera, Tasita de Té preguntó solícitamente por un amigo que había conocido recientemente y de manera fugaz, pues ellos habían compartido unos pocos amaneceres y crepusculares tardes caninas; o por lo menos, fue lo que se le vino a la cabeza al actual amo de Zeus; quien retrotrajo a su memoria las imágenes de algunos de los momentos compartidos por ellos; comprendiendo que Tasita de Té, lo recordaba gracias a su inteligencia y memoria sensible.
Zeus tal vez ni se despidió de Tasita de Té, pues un inesperado día, sin previo aviso, con una afectuosa despedida de los hijos de su actual amo, como había llegado, así mismo tuvo que irse hacia su residencia permanente en la ciudad de Manizales; situación que pasó desapercibida en razón a su pérdida de la libertad instintiva, decodificada a través del proceso de domesticación, que sin darse cuenta, subsumió la libertad genética heredada de sus congéneres Husky Siberianos; más aún, cuando ya se tiene una edad de dieciocho años que corresponde a la senectud canina y por consiguiente, se está en el límite del ocaso de la vida.
¿Acaso en esas frías mañanas de invierno, la inquieta Tasita de Té le haya preguntado a Zeus su nombre, como es comúnmente dado en las presentaciones o quizá lo haya escuchado cuando sus amos lo llamaban?. ¿Le preguntaría por su historia de vida y Zeus tendría un largo relato para contarle?. Si eso fuera así, tal vez le dijo: sé que me llaman siempre por mi nombre y por su tono de voz, reconozco las emociones que los dominan, lo aprendí desde cachorrito por el adiestramiento a través del cual fueron modificando mis instintos salvajes; aquellos que dominaban mis conductas de jauría: fugitivo, aventurero, osado, intimidante y corajudo; mis amos lo sabían y a cada manifestación comportamental mía, respondían según sus códigos humanos, que aprendí a interpretar por condicionamiento. A ellos me entregué como el fiel amigo, compañero inseparable y testigo mudo.
Zeus le pudo precisar muy bien a Tasita de Té, que sabe su nombre, que responde cuando escucha su nombre, que lo hace interpretando la emoción o el sentimiento de su amo, que desconoce la génesis del mismo al igual que limitado es su conocimiento sensible para lograrlo; le expresa que sus amos, de casi toda su vida, si lo han estudiado y ellos también saben que a un canino se le pone un nombre corto y sonoro. Pero por qué Zeus y no otro, preguntaría Tasita de Te?. Esta inquietud se diluye en ellos, de manera análoga como míticamente aparece Zeus, el dios del Monte Olimpo, creado por la imaginación humana ante el asombro de lo inexplicable por la razón o por la inexistente o limitada episteme de la antigüedad.
Tasita de Té, aunque poco lo conocía, consideró que Zeus resultaba ser un nombre apropiado de acuerdo a su carácter dominante, a su belleza perruna, digna de admiración, a su coraje de siempre vencedor y a su irrenunciable búsqueda de libertad. Ese nombre si que le va bien, pensó Tasita de Té; por lo que veo, se dijo, él ha llegado a creerse un dios como el del Monte Olimpo, dios del mundo perruno y su universo, casi que querría ser representado con un rayo en su rostro; pues actúa como un relámpago, arriesgado, aventurero, pretencioso, dueño de muchas damas; no sé si como el Griego; él se echa atento sobre su vientre, de manera que, en parte, evoca la imagen artística del Zeus del Olimpo, majestuosamente sentado. Al observarlo detenidamente, demostró ser poseedor plenamente de los rasgos de su linaje.
Tasita de Te por inteligencia sensible, igual que Zeus, son esencialmente como los demás perros que reconocen las emociones del trato de sus amos y son lo que éstos han hecho de ellos, al fin y al cabo son lo que son, perros, así sean perros especiales.
Un etólogo le contaría a Tasita de Té que los antepasados de Zeus pertenecen a una raza originaria del este de Siberia en el límite con Finlandia, junto al Océano Glacial Ártico, en el Polo Norte, adyacente al mar de Barents, en el extremo norte de Europa, en donde se percibe con vistosidad el espectáculo de la aurora boreal; allí en donde los perros de su raza aprendieron a aullar observando esos esplendorosos fenómenos naturales que en el ADN de Zeus se manifiestan en las brillantes noches de plenilunio, aunque éstas sean diferentes de las de donde son originarios sus antepasados, pues esa es una región que se oscurece durante el largo y helado invierno, cuya temperatura es inhóspita, por debajo de 40 grados centígrados bajo cero, con el agua congelada y época en que ellos se visten con los copos de gélida nieve que caen sobre sus lomos, de la cual se despojan en el intenso y luengo verano en el que nuevamente mudan su pelaje.
Igualmente le comunicaría que fueron los incondicionales compañeros de sus amos, la tribu Chukchi, junto a quienes pastoreaban los ciervos, tiraban los trineos y mantenían calientes a los niños, con quienes jugaban delicadamente y protegían ante cualquier situación de riesgo a la cual estuvieran expuestos.
Con esta información y por observación directa, Tasita de Té, se formó una imagen más completa de su nuevo amigo descubriendo algunas características suyas: notó que era pequeño dentro de las cualidades distintivas de su raza y que por tal razón de haber permanecido en la región Ártica, le hubiera correspondido halar, con todas sus fuerzas, en la parte posterior del grupo que arrastraba el trineo, pues los que son mas grandes van adelante, porque visualizan mejor el camino y su trayectoria.
A ella le cautivaron sus ojos azules y profundos de mirada fija y ante ella picarona: color de ojos que matizaba tonalidades hacia el celeste o el gris dependiendo de la intensidad de la luz, esos ojos azules de Zeus que seducen a las Manizalitas, quienes con tierna admiración dicen: ¡qué ojos! y su joven y elegante amo responde, gracias, gracias…
Su altura de 54 centímetros no lo hace ver imponente, pero en cambio su cara imprime miedo y respeto, aunque a decir verdad, Zeus es un amor. Su color rojo chocolate y blanco lo hacen casi único en Manizales, su cola poblada de pelo, erguida y enroscada hacia arriba es fiel reflejo de su excelente estado de salud, pues no de otra manera pudiera tener una edad de 18 años, aunque de vez en cuando tiene dificultades de salud, sobre todo las provenientes de su rechazo a las buenas prácticas de salud oral. Sus deficiencias de salud se manifiestan especialmente erizándosele el pelo, bajando su cola y disminuyendo el apetito, indicando que es el momento de hacer una visita de consulta al médico veterinario, diferente a la de los chequeos ordinarios.
Su peso de 21 kilogramos concuerda con los de los estándares de su raza y su altura, peso que mantiene estable con base en su dieta alimenticia de concentrado, algunos regalitos proteínicos adicionales y la ingesta de agua adecuada, porque cuando dispone de ésta a voluntad, desconoce los límites, toma en exceso y vomita los excedentes.
A Tasita de Té no sólo le encantó el color de su pelo sino su disposición en el cuerpo: muy corto en su cara, sus orejas y en la parte baja de sus patas, pero mas largo en otras partes de cuerpo llegando a medir hasta 9.7 centímetros a la altura de la cruz, la nuca y su frondosa cola.
Zeus es esencialmente amigable con los humanos, por los hábitos ancestrales de crianza junto a ellos y el especial cuidando prodigado a los niños de los amos en las tribus indígenas Nórdicas; pues así introyectó su comportamiento con humanos y análogamente con los perros de su agrado. A veces se muestra poco amigable o intolerante con otros caninos, sobretodo cuando le son desconocidos, en cuya situación, Tasita de Te observó que se eriza, se pone en posición de alerta máxima, se encrespa, erige sus orejas y cola , fija su mirada, enardece su rostro y se alcanza a dilucidar en él la ardentía de su furia canina; como si se tratara del estado salvaje de sus ancestros en el Ártico, razón por la cual a menudo lo confunden con los lobos. En esos momentos, Tasita de Te no pudo establecer si se trataba de una demostración de reciedumbre o si lo estaba simulando para obtener dominio sobre su demarcación territorial ; sea como fuere, a ella le encantó, porque era su amigo que podría protegerla si fuere necesario en cualquiera circunstancia. Claro que ella no sabía de la furia canina de su amigo cuando actúa para defender su territorio o lo que le es preciado.
A Tasita de Té no le sorprendió su sentido de la amistad y del afecto, pues ella lo supo a partir de lo que ya le había contado el etólogo cuando le hizo mención de sus ancestros genéticos, habiéndole precisado que sus antepasados abrigaban a los niños hijos de los indígenas que fueron sus primeros domesticadores y que desde esa época gozan de la buena reputación de perro amistoso, que en lugar de ser amenazador, saluda con un lametazo. Ahora, Tasita de Te agregó a su conocimiento sensible que su amigo es de pocas amistades pero que lo es de verdad y para siempre. Además, evocó que es leal y un guía fiel, como lo eran los primeros Husky en la región Siberiana, que cuando los indígenas se extraviaban envueltos por la nieve, sin sentido de orientación, en la oscuridad del intenso invierno polar Ártico, ellos los conducían como lazarillos hasta sus hogares halando los pesados trineos cargados de alimentos y abrigo.
Jugando en el jardín, de la zona verde de su conjunto residencial, Tasita de Té entendió que su amigo es de carácter independiente, fugitivo, aventurero, juguetón, explorador de lo desconocido, veloz, quizás inspirado en el rayo de Zeus; que le encanta correr a campo abierto como si persiguiera al viento o si pretendiera conquistar los límites de la tierra, tal como se lo había descrito el etólogo.
En las mañanas y en los atardeceres cuando se encontraron, Tasita de Té sintió persistente curiosidad por saber mas sobre la historia de vida de su amigo Zeus, insistentemente le preguntaba y escuchaba con sumo interés sus revelaciones, razón por la cual, éste se sintió motivado y le narró el siguiente realato:
Un día cualquiera mi segundo amo me asió con sus manos en la región pectoral, me levantó y me puso en el vuelco de la camioneta para emprender un largo viaje desde la congestionada Ciudad Capital del País, en donde disfrutaba de un clima agradablemente frío y de sus cuidados. Como siempre, nadie me explica para donde va y me lleva, tampoco es necesario porque me es desconocido y además porque uno como mascota, deposita toda la confianza en sus amos. Acostumbrado a la planicie, al bullicio de la vida citadina y al cerco de cemento de edificaciones, calles y avenidas; ahora observo vegetación, animales, los cerros orientales y hacia el occidente la ruta que ha tomado mi amo.
De pronto se alcanza la cima de la colina del Alto del Vino. Desde mi punto de observación se divisan las altas cumbres de la Cordillera Central, los imponentes nevados de cúspides inmaculadamente blancas, por donde debía transitar mas tarde, después de descender a las cálidas y fértiles tierras del paso del río Magdalena, cuyo calor infernal se hace irresistible para nosotros los Husky Siberianos acostumbrados al frío, incluido el gélido invierno polar Ártico, por fortuna puede acceder al agua, humedecer la lengua, tomarla hasta saciar la sed, transpirar frescamente por la nariz y bajar la temperatura corporal.
Nuevamente miro, a mi alrededor el paisaje de la planicie que rodea la histórica ciudad de Honda y arriba la empinada Cordillera Central, hacia allá quería escapar cuanto antes para liberarme del sofocante calor cenital, dos largas horas recorriendo entre ganaderías, cultivos de frutales, fincas cafeteras, cacaotales, platanales, árboles de cámbulos, guayacanes (amaillos, lilas y blancos), gualandayes y tulipanes en plena floración; olor a azahares, extensos cultivos de maderas, laderas empinadas, azarosos abismos y despeñaderos; ahí está el imponente volcán Cerro Bravo; en cuyas laderas se obserban, por la inevitable erosión de sus lomas, los leños carbonizados por la acción del fuego y el calor infernal de las feroces erupciones de este temido volcán.
Desde este lugar, se ve el sitio en el cual en el Siglo XVIII se levantó la Estación de Cajones, la más alta del histórico Cable Aéreo Manizales-Mariquita, a una altura de 3.875 msnm, por donde se enviaba la carga, y se transportaban algunos aventureros, desde Honda a 410 msnm a Manizales a 2.080 msnm; lugar, éste, donde se conservan celosamente el Monumento Torre del Cable, la bellísima Estación del Cable Aéreo, la Estación de Herveo, torres, cables y bagonetas (Monumento Patrimonio Histórico y Cultural de la Nación), que permanecen como íconos cuidadosamemente conservados, en el Parque Antonio Nariño, como evidencias de tan valiosa y osada obra de ingeniería; que se constituyó en el cable más largo en América, con una longitud 71.823 metros, incluyendo también los ramales del Norte y del Suroccidente.
Me doy cuenta que ya entramos en territorio del Parque Natural Nacional de los Nevados, reservorio de agua, patrimonio cultural y de invaluable biodiversidad de fauna y flora nativa.
Me siento feliz inmerso en el frío, observando las estalactitas y estalacmitas que penden de las peñas y de alguna vegetación colgante; a esta hora parecen lagrimear porque el sol las está descongelando; no sé como describir el placer que se siente cuando se está en medio de este exuberante paisaje del Parque Natural de los Nevados, los cultivos propios de este clima y la vegetación próxima al glacial; allá, a lo lejos, entre frailejones, romeros, árnicas, musgos, líquenes, plantas arbóreas…; cabras, cusumbos, osos de anteojos, armadillos, felinos, aves, roedores, insectos…; nevados, cráteres de volcanes, hielo, lagunas, nieve, bruma, arroyos, cascadas, ventiscas, peñascos, despeñaderos…; se elevan los Cóndores de los Andes, que los ecologístas, hace poco soltaron para repoblar estas agrestes cumbres Andinas, protegerlos y evitar su extinsión definitiva.
Al occidente el bellísimo y cautivante Paisaje Cultural Cafetero de los departamentos de Quindio, Risaralda y Caldas, cuyas parcelas, surcadas de cafetos, penden como sábanas verdes extendidas desde las lomas de clima templado de las cordilleras Central y Occidental hasta apoyarse en las planicies próximas a la ribera del río Cauca.
¡Nunca había visto un paisaje tan fascinante!.
De repente, curvas y curvas, descendemos por la serpenteante e inclinada carretera, abajo erigida sobre la colina, la ciudad: la Perla del Ruiz, ciudad de las Puertas Abiertas, de cultura refinada, la universitaria, la Ilustre que ha inspirado poesía y música; la de los 3 cerros geométricamente alineados que se empinan desde Montaño y Tesorito, son verdes pirámides naturales de incalculable valor anbiental, incomparable belleza e imponencia; son cerros verdes que señalan desde abajo el camino hacia el majestuoso cráter de la Olleta.
Estoy ubicado en el parador turístico de Milán y Cerro de Oro en Manizales, desde aquí se ven las indómitas elevaciones del Parque Natural Nacional de los Nevados: Los Nevados del Ruiz, Santa Isabel, el Cisne, el Paramillo de Santa Rosa; el Cráter de la Oyeta, el cerro Guaslí, el Cerro de Las Brujas, la Cara del Rey; y en la cima, entre las nieves perpetuas, el magestuoso, helao y desafiante Volcán Arenas, cuya fumarola y cenizas se dispersan al capricho de las corrientes de los vientos provenientes de los Ríos Magdalena y el Cauca; desde estas elevaciones se divisa hasta el infinito de la concavidad celeste.
¡Qué panorámica!.
Hoy los miré por primera vez y no se apartan de mi vista, he elaborado una imagen de este paisaje encantador, cómo deseo poseer un cerebro inteligible para describir tan singular belleza natural, para utilizar incipientemente un concepto fundamental del científico profesor Rodolfo Llinás y poder decir: por fin inició una rudimentaria aproximación para crear en mis asociaciones de engramas, por lo menos, una simulación paisajistica primaria de esta presea natural.
La Ciudad en la cual ahora me encuentro, se extiende desde Tesorito y El Cerro de Oro hasta Chipre de Los Atardeceres y de las vertientes de La Cuenca de Río Chinchiná, La Quebrada Chupaderos y de Río Blanco hasta Monte León: Esta es “Manizales de Malva” o “Manizales del Alma”, la Ciudad de los paisajes, la de los atardeceres, las aguas termales, las primeras ferias en América, Festival Internacional de Teatro, Festival de jazz, la construida sobre las laderas, la del centro histórico de bellísima y monumental arquitectura: La Catedral Basílica (una de las de mayor altura del mundo), de la alegoría del Bolívar Cóndor del Maestro Arenas Betancur, de las esculturas del Maestro Guilermo Botero y las de otros maestros ilustres de las Bellas Artes; la del primer Cable Aéreo en América, Ciudad Universitaria por excelncia, Capital del Departamento Modelo, la de gentes cordiales que se atreven a desafiar las montañas para construír ciudad y cultura; la que embriagó de inspirada emoción al poeta Pablo Neruda, de la cual lúcidamente dijo: “Manizales es una fábrica de atardeceres” y para mi, “una postal de fascinantes paisajes”.
¡Su gente cordial y esta encantadora Ciudad, por siempre, permanecerán en mi corazón!.
Continuamos rumbo a Neira, la “Puerta del Norte de Caldas”, la “Perla del Alto del Roble”, en donde conocí la productiva finca de mi amo. La Ciudad donde a la postre me dejaría después de haber regresado a Bogotá varias veces.
Percibía que mi amo me quería como su mascota, pero no lo fue por mucho tiempo, a veces me dejaba en la capital, a veces en la ciudad de Neira en donde al principio fui el consentido, el mimado de su novia, quizás regocijaba su amor en mi, en ausencia de él; tamopoco fue por mucho tiempo. De verdad no me sentí bien con ésta nueva situación, casi todo era indiferencia a excepción de la amada que me cuidaba y algunas caricias o halagos recibidos por otros miembros de la casa.
Despertaba muy de madrugada, como siempre, oía los cantos de los gallos del corral de la casa y los de los vecinos, el alboroto de los gallineros, el fastidioso roncar y chillar de los cerdos, amén de sus nauseabundos olores; sólo recuperaba mi armonía interior al aproximarse la aurora escuchando el melódico trinar de los pájaros saludando el alba. Así pasaba el tiempo conviviendo con porcinos, aves, conejos, algún equino o bovino. Durante la mañana podía dormir pero cuando se aproximaba el medio día el intenso olor a pollo asado y los vapores de la cocina del restaurante de al lado, alborotaban los jugos gástricos de mi estómago, los cuales adormecía tomando agua, pues sabía que mi dieta ahora se reducía a comer sobras; al poco tiempo, mis papilas gustativas ya habían perdido la memoria del sabor del alimento fabricado para caninos, podría intuir que había aprendido las lecciones básicas para ser un Husky Siberiano faquir o callejero.
Sin los mínimos saberes para ser un perro calejero, el hambre y mi genética se hicieron presentes, evoqué el equipaje heredado: independiente, fugitivo, aventurero, curioso, explorador…este carácter me empujó instintivamente a la calle, los riesgos eran reducidos: pasar una vía poco transitada por vehículos, especialmente en semana, aunque los sábados si se presentaba congestión por ser día de mercado, pero de todas maneras “todo era lento, como en todos los pueblos”. Ahora el problema no era fugarse, sino contender por alimentos. A media cuadra de la casa accedía a las galerías del pueblo en donde se expenden legumbres, verduras, frutas, granos, carnes de bovinos y porcinos; además, otros víveres y servicios. Para mi era sencillo arribar a allí, sólo necesitaba seguir el rastro del jefe del hogar o de su hijo que eran propietarios de un expendio de carnes, ahora lo complicado y urgente era competir.
Yo era el intruso, quise ser amigable, pero los demás caninos reclamaron inmediatamente su territorio, tenían razón, por años recibían porciones de proteína animal o más bien grasa animal que los deshuesadores y expendedores les tiraban al suelo y que ellos, a veces pacíficamente, comían respetando la jerarquía de los dominantes. Nuevamente aflora la genética e imaginé la película de las jaurías Husky Siberianas cazando para proporcionarse los alimentos, en mi caso el problema es que estaba solo y me las tenía que ingeniar, en principio creí que funcionaría apropiando raciones a hurtadillas, pero nunca lo había visto hacer, mucho menos practicado, por consiguiente intentarlo sería un fracaso; dudé, pero ya había aprendido que ante la dubitación es mejor idear otro plan que ofrezca seguridad de éxito.
Tal vez podría mendigar, pero no, no era el estilo de los caninos siberianos, nunca lo hicieron, ellos trabajaban arduamente, no podría ser el cobarde de mi raza, el inútil o el mantenido, ¿pero trabajar en que?. No hay trineos, no hay congéneres míos, en los pueblos de gente buena no se requiere cuidar las casas, los domicilios los hacen los niños siguiendo las órdenes de sus padres o mayores que a veces les pagan, les prometen recompensas utilizando un modelo conductista o los castigan por desobedientes; también los ancianos, discapacitados u otros lo realizan a cambio de un plato de lentejas o monedas; en fin, sobraba quien lo ejecutara, además los Husky Siberianos fuimos y aun somos carnívoros, nos encanta la proteína, para nosotros es un manjar, era la fuente primigenia de nuestra alimentación, por consiguiente es una tentación emplearme como mensajero para llevar carne en una canasta colgada en mi cuello, junto a mi nariz, o así fuera en una alforja ceñida al lomo.
Mientras me ensimismaba en estas meditaciones, sentí que la jauría criolla se abalanzaba sobre mí. Súbitamente desperté de la aletargada reflexión, me armé de coraje, yo que nunca había peleado, recordé mi nombre, Zeus y como aquel en el Monte Olimpo exhibí la furia salvaje de mi raza; a partir de ese momento todo fue trifulca, una batalla campal: todos contra mi, yo contra ellos, instintivamente dentro de mi solamente sentía palpitar mi corazón y ebullir la sangre para combatir, para defenderme de tan aleve ataque; estuve tan concentrado que no escuché el bullicio que inevitablemente se desencadena allí cuando un evento de estos se presenta, de repente cayeron chorros de agua fría de lo alto, entre gruñidos y lamentos se disipó la feroz contienda. La tensa situación y la sensación de hambre, me impedía considerar que subsistía en mí un conflicto de existencia vital próximo al nihilismo, contrario a la abundancia de alimento que mi amo me prodigaba y de las vivencias experimentadas en mis primeros años de vida.
Estaba exhausto; pero era el momento adecuado para mostrarme fuerte, así es mi raza, de otro modo las condiciones adversas nórdicas hubieran aniquilado a mis antepasados, hubiéramos sucumbido al no superar las leyes Darwinianas de la selección natural de las especies; creí que se presentaban nuevas escaramuzas, pero no, la campana del reloj sonó cuatro veces, los operarios cerraron las puertas de la galería, que es una bella construcción del estilo de la arquitectura de la colonización antioqueña, me fui a casa.
Amanece, un nuevo día, vuelvo a la galería, esta vez arribé muy temprano, los caninos dominantes aun no habían llegado, los cuatro que a esa hora merodeaban se encontraban dispersos en el lugar, me observaban, agachaban la cabeza en actitud sumisa, metían su cola entre las patas y me dejaban pasar, por lo visto estaban temerosos ante el desconocido o su conducta domada por los perros dominantes había generado un fijación de respuesta sometida.
A poco, estos galgos comienzan a resguardarse como si estuvieran intimidados; claro, apareció el primer macho dominante a reclamar su territorio, me miró con malquerencia, tomé posición, rechiné los dientes, los exhibí, levanté la cabeza, erguí con autoridad el cuerpo, apoyé con fortaleza los patas posteriores, me lancé sobre él, dimos tres vueltas y rodó por las escalas, esta vez no fui atacado por la jauría, pero los comerciantes nos expulsaron a todos utilizando sus zurriagos de vaquería, no podían permitir desórdenes que perturbaran la tranquilidad de sus clientes.
El rechazo de los comerciantes, ante estas acciones, no era definitivo en contra de los perros merodiadores, pues algunos de ellos, habían estrechado fuertes lazos de amistad o condescencia; porque eran amigables, sumisos, los de un vecino, o conocido, o se compadecían por solidaridad hacia las razas caninas; así que uno a uno fuimos regresando a comer migajas de cebo, roer huesos y algunos a hurtar manos de res, las cuales son arrastradas hasta la calle para comérselas; generalmente son causa de conflicto, pillaje y peleas; peor si el propietario se da cuenta, en cuyo caso, se castiga con la expulsión del pabellón.
Por primera vez hice propios los versos del poeta Juan Camerón, Cachorro:
Perdonad este pelaje descastado
Este brillo es de tanto restregarme
De la baba la rabia la patada
Perdonad el mordisco por la espalda
Es mi ternura agreste solapada
Pero ternura al fin (la única mía)
En verdad salí cachorro
En la calle me hice perro.
Por estos días corrió entre los lugareños la versión de mi valentía, así que infundía respeto en medio de los caninos y algunos humanos creían en el mito de mi descendencia de lobos, lo cual no es cierto, pero en parte, me favorecía y me perjudicaba; porque soy de pocos amigos, pero eso sí, amigo para siempre. En esta circunstancia me sentía solo entre los canes del pueblo y por mi genética afloraba el instinto de jauría que nos caracteriza.
Era muy extraño, si bien algunos perros y yo, a veces éramos tratados a las patadas, algunos otros tenían dolientes o quienes se compadecían de ellos por su estado achacoso, vejez, ser de raza pequeña; en fin, por diversos motivos, en cuyos casos les sacaban comida a los portones , a la calle e incluso los aseaban y les curaban sus dolencias; en cambio, Yo era individuo que me las tenía que arreglar como pudiera. Ellos eran privilegiados, inclusive el cantor Alberto Cortéz les había compuesto y cantado, Callejero:
Era callejero por derecho propio
su filosofía de la libertad
fue ganar la suya sin atar a otros
y sobre los otros no pasar jamás.
aunque fue de todos nunca tuvo dueño
que condicionara su razón de ser
libre como el viento era nuestro perro
nuestro y de la calle que lo vio nacer.
Era un callejero con el sol a cuestas
fiel a su destino y a su parecer
sin tener horario para hacer la siesta
ni rendirle cuentas al amanecer.
Era nuestro perro y era la ternura,
esa que perdemos cada día mas
y era una metáfora de la aventura
que en el diccionario no se puede hallar.
Digo nuestro perro porque lo que amamos
lo consideramos nuestra propiedad
y era de los niños y del viejo pablo
a quien rescatara de su soledad.
Era un callejero y era el personaje…
Al fin y al cabo amigos míos,
no era mas que un perro...