Reseña

PRÓLOGO Ovidio Rincón Peláez nació el 24 de julio de 1915 en la población de Anserma. A los pocos días, y por esas causas inherentes a la lucha del diario vivir, su padre, Don Fabriciano Rincón, político en ciernes y periodista de aguerrida labor a favor de su partido Conservador, debió salir con su familia para vivir en San Joaquín, el naciente poblado enclavado en la cresta cordillerana con visiones poéticas hacia el Cauca y el Risaralda, los dos ríos de la agreste geografía del Occidente caldense.
Aquí vivió Ovidio su vida de los primeros años, aprendió sus primeras letras, jugó los juegos iniciales de la infancia, olfateó con insistencia el fresco olor de la altamisa en las mañanas, el de la fresca leche del ordeño matutino y tantos otros olores pueblerinos que luego fueran temas de sus líricas páginas que escribió en sus “Rincones”.
Luego fue su vida trashumante de joven estudiante pobre, que debía abandonar el calor de la madre para enfrentar la dura tarea del estudio en la soledad de los internados, uno de los cuales, el del Instituto Universitario, en la Manizales patriarcal y naciente de los años 20, marcó su vida para siempre... En él entró en contacto con la buena literatura de la biblioteca, hizo sus primeros amigos del intelecto y, pergeñó los primeros versos y las primeras páginas mágicas sobre “La Aldea”, como desde entonces llamara a Risaralda en sus escritos.
Los años 40 lo vieron colaborando en las páginas de La Patria, ya era el periodista tenaz, insistente, rico, lírico y de gran imaginación e inteligencia. Fue por esas calendas que dio a la luz pública su poemario El Metal de la Noche, la obra que marcó una nueva pauta en la poesía colombiana y que fuera debidamente comentada por Otto Morales Benítez, el intelectual que en esos años iniciaba su gran labor de comentarista de libros y crítico de la realidad colombiana.
Y pasaron los años, su labor de periodista se fue desgranado en las páginas de numerosos diarios del país: La Patria, El Espectador, La República, El Colombiano, entre otros, y fue tan grande, tan dinámica y fructífera que se llegó a afirmar que era el único periodista que podía escribir todo un periódico para el día, incluyendo información local, nacional, económica, social, el editorial y hasta notas para los comerciales que financiaban la publicación.
Cuando ingresé al magisterio, en 1966, lo hice en el colegio de mi pueblo. Hablando con las gentes de la cultura incipiente del poblado, con quienes compartí en el Círculo Cultural “Bernardo Arias Trujillo” y en el Centro Literario “Risaralda”, supe de la existencia del poeta Ovidio Rincón, de quien se decía que era un buen poeta y un político que había militado en las filas del General Pinilla (algunos comentarios tenían cierta saña crítica por su militancia ideológica).
Lo comentado despertó en mí el interés por conocer al intelectual de Risaralda. Empecé a seguir sus “Rincones” que aparecían en La Patria, algunos hasta los recorté por la belleza lírica con que se dirigía en ellos a su pueblo “natal” que llamaba la “Aldea”, y las páginas de rica remembranza donde hablaba de las gentes del pasado que fueran sus amigos de infancia y adolescencia.
Cuando se fue a programar el Sexagenario de Creación Municipal en 1976, ya tenía las primeras páginas de la Monografía del pueblo que habían partido de un texto breve que había escrito Ovidio. La efemérides era la ocasión propicia para buscarle publicación y, lo mejor, él estaba en ese entonces laborando como Sub-Director de La Patria. Conoció el texto y vio que era necesario difundirlo entre las gentes.
Fue así como hizo contacto con Doña Pilar Villegas de Hoyos, Gobernadora del Departamento, para solicitarle su edición en la Imprenta Departamental. Lograda su aceptación, se inició el proceso agregándole algunos nuevos textos y se publicó en coautoría con el Maestro Ovidio, para gran satisfacción mía que así me iniciaba en la vida de los libros al lado de un poeta de talla nacional.
Esas festividades me hicieron entrar en contacto con el intelectual y pude compartir muchas horas de su grata conversación, de sus experiencias, de sus afanes intelectuales y de sus enseñanzas que me fueron de gran valor al cabo de los años.
Y ahora, 100 años después de su nacimiento, con la presencia espiritual de Ovidio reflejada en sus hermosas páginas y en sus poemas, quiero hacerle un homenaje justo, claro y completo (hasta donde es posible hacerlo) sobre lo que fue su vida, su recorrido laboral en el periodismo y su obra poética.
Es un Homenaje con apuntes sobre su vida, sus escritos, su amor por la Aldea y su contacto con los amigos... Un libro que espero ver en manos de las gentes de Risaralda y de los intelectuales caldenses y colombianos, como una forma de revivir la grandeza de la Pluma del Maestro y de lo que representó para el espíritu cultural de nuestro pueblo, Risaralda.
En estas páginas va a aparecer Ovidio con la sencillez lírica con que pintaba al pueblo y recordaba con grata añoranza a sus gentes. Disfrutémoslas y revivamos el pasado de la Aldea que hoy es el pueblo pujante que nos abriga.

Fabio Vélez Correa