Reseña

Las escuelas son el segundo escenario para favorecer la adecuada educación emocional y acrecentar las fortalezas espirituales y axiológicas en los niños y adolescentes. Tanto la familia como la escuela deben basar su acompañamiento al menor priorizando los valores, los hábitos y la convivencia.

El crecimiento, ya sea intelectual o de cualquier otra dimensión del ser humano, surge cuando la emocionalidad se garantiza y no se atropella al poner en peligro la estabilidad en el manejo adecuado de sus miedos y enojos.

El bienestar emocional de los niños y los adolescentes se basa en el buen trato y en la comprensión de su desarrollo. Ante todo, la armonía de las emociones que debe acompañarlos se enmarca en el amor, un amor que no hace daño y que se construye con el ejemplo y la crianza humanizada.