Los Milagros de Jesús y sus relatos
Según los Evangelios Sinópticos
Autor: | de la Torre Guerrero, Gonzalo María |
INTRODUCCIÓN No hay duda que Jesús realizó milagros. Lo testimonian todos los evangelistas y lo reconfirma la tradición cristiana más antigua, recogida en los testimonios escritos de la patrología tanto griega como latina. Esta hermosa frase, llena de ternura del libro de los Hechos de los Apóstoles, lo sintetiza: “Ustedes saben que Dios llenó de poder y del Espíritu Santo a Jesús de Nazaret, y que Jesús anduvo haciendo el bien y sanando a todos los que sufrían bajo el poder del diablo. Esto pudo hacerlo porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo Jesús en la región de Judea y en Jerusalén. Jesús pasó por la tierra, haciendo el bien y curando al ser humano de todas sus dolencias” (Hch 10,38-39). A lo largo de los Evangelios palpamos que a Jesús le dolía el sufrimiento humano y que para curarlo, estaba dispuesto a entregar todas sus energías: lo que sabía, lo que tenía, lo que creía… (“Jesús, dándose cuenta de que había salido poder de él, se volvió a mirar a la gente”… (Mc 5,30). Jesús no curaba por curar, por hacerse famoso, sino sencillamente por calmar dolor, por quitar sufrimiento, por devolverle la dignidad a las personas, por quitarle al ser humano ese peso de deshumanización que se llama enfermedad corporal o mental, que impide que la imagen de Dios sea explícita en los humanos. Había gente que le pedía milagros a Jesús, que le exigía hacer “maravillas” para poder creer en él (cf. Lc 4,23 ss.). A Jesús esto lo indignaba, pues la fe que se basa en demostraciones de poder se convierte en una compraventa. Se llega a no creer en valores, en el Dios que se revela en el amor, sino en el Dios que apabulla con su poder, que compite con los taumaturgos de turno. Los evangelistas suelen llamar los milagros de Jesús “signos”, “obras del Padre”, ya que son expresiones de “compasión”, de cercanía, para que el dolor no siga deshumanizando… Por eso, una hermenéutica correcta de los milagros debe buscar qué hay detrás de ese signo, o de esa expresión simbólica a la que solemos llamar con el no siempre bien entendido nombre de “milagro”. Hay que distinguir el motivo, el propósito directo de Jesús frente a sus milagros y la interpretación que en algún momento se pueda hacer de los mismos. Podemos decir que el motivo o causa que mueve a Jesús es, la mayoría de las veces, la compasión; que el propósito depende del momento por el que esté pasando Jesús; y que su interpretación depende de la calidad del testigo que presencie el milagro. De esta forma, los milagros iluminan las distintas etapas por las que pasó Jesús, en el tiempo en que estuvo anunciando el Reinado de Dios-Padre. Estas etapas no son cuantitativas, es decir, no se les puede señalar un tiempo cuantitativo preciso y concreto. Se trata más bien de etapas cualitativas, de momentos que configuran su talante frente a los grandes temas y problemas que se constituyeron en objetivos de su actividad evangelizadora. Nos parece que estos son sus momentos más sobresalientes, que se constituyen, por lo mismo, en claves de interpretación y en características del anuncio del Reino: 1.Una primera característica del primer anuncio del Reinado de Dios, es sin duda la gran novedad que significa este hecho para todos sus testigos, tanto simpatizantes como indiferentes o enemigos del mismo: a unos los edifica, mientras a otros los escandaliza. Tanto los líderes religiosos como el pueblo se sorprenden ante lo que Jesús anuncia: la llegada del Reino, esperado desde los tiempos del rey David, diseñado en poder militar, en ampliación de fronteras, en conquista y tributos de reinos vecinos, en derrota y expulsión del imperio que quiera conquistarlos, en ostentación de grandes construcciones y en disfrute de palacios, dinero, placeres, sexo… y, desde luego, en beneficio de las instituciones y personas religiosas que pongan su poder religioso al servicio de dicho mesianismo. Líderes y pueblo se sorprenden al ver que Jesús anuncia todo lo contrario: cercanía y ayuda a los empobrecidos, renuncia a las riquezas y a todo tipo de poder, condenación de las estructuras religiosas que prefieren la práctica de la Ley a la del amor, más al Dios de la Ley que al Dios de la misericordia y del perdón. Jesús con sus palabras y sus acciones escandaliza a muchos, ya que con ellas relativiza lo que muchos creen intocable: el templo y su culto, los líderes religiosos y las verdades que predican; el Dios que ellos anuncian y los atributos que le conceden… De hecho, encontramos milagros en los que se palpa esta extraña novedad del Reinado de Dios que anuncia Jesús. 2.Una segunda característica del anuncio del Reinado de Dios, es la presentación de Dios como Padre misericordioso, que da gratuitamente su amor, sin necesidad de que se le pague con prácticas legales, un Dios que no coincide con el que se anuncia en el templo de Jerusalén y en las sinagogas por Sumos Sacerdotes, sacerdotes del culto ordinario, levitas, escribas, fariseos, saduceos y demás grupos de poder. Hay milagros que revelan a un Dios de perdón, de misericordia y de amor gratuito, muy diferente al Dios de la Ley, amante de la pureza legal, que da su amor como recompensa a quien practica fielmente los preceptos legales. El pueblo empieza a darse cuenta cómo el Dios de la misericordia y del amor gratuito que anuncia Jesús, queda ratificado en las obras poderosas que hace, obras de un Dios que se presenta ante el pueblo como un Padre lleno de amor y comprensión. 3.Una tercera característica del anuncio del Reinado de Dios es el compromiso de Jesús de formar discípulos y discípulas que se unan a su propósito, que asimilen su talante y que lo imiten en su práctica liberadora de pobres y oprimidos. Jesús sabe formar sus seguidores y para ello les dedica tiempo y paciencia y se hace acompañar de algunos de ellos en algunas acciones en que ellos no tienen necesidad de estar, por ejemplo en la transfiguración (Mt 17,1), o en la curación de la hija de Jairo (Mc 5,37). La particularidad de los milagros de Jesús no es lo maravilloso que hay en ellos; es el efecto que dichas obras hacen en la conciencia de sus seguidores y seguidoras. Los milagros enseñan y forman la conciencia de quienes logran captar su mensaje, convirtiéndose esto en el principal efecto de los mismos. Cuando, después de dos mil años, los seguidores y seguidoras de Jesús sentimos también que nuestro corazón arde al releer los relatos de sus obras, es porque ellos traen una carga original destinada a tocar y formar la conciencia de quienes decidieron entonces y aún hoy deciden seguir al Maestro. 4.Una cuarta cualidad del anuncio del Reinado de Dios por Jesús, es la tensión o crisis que crean sus dichos y sus obras. Muchas de las acciones poderosas que realiza Jesús quebrantan la ley, desnudan las conciencias de los dirigentes religiosos y cuestionan las estructuras en que se mueven. Esto crea crisis de conciencia, que desemboca en rabia, odio y propósito de eliminar al autor de dichas obras poderosas que, al percibir su hondo significado, se niegan a aceptarlo porque se sienten aludidos, ya que dichas obras les exigen conversión. 5.Una última cualidad que percibimos en dos de los milagros de Jesús, se refiere a ese más allá que está detrás de la muerte. Sobre ellos quisiéramos decir alguna palabra, esa que hay que decir, en definitiva, acerca de Jesús, un ser que siempre hay que recordarlo desde la vida, desde su resurrección, a fin de no dejarlo incompleto o recortado.