Reseña

Un ejercicio lúdico con reminiscencias cervantinas y propuestas dignas de Cortázar, del primer Cabrera Infante y de Elias Canetti, para que no quede ninguna duda de que la literatura se alimenta de la literatura Al crear una ciudad imaginaria cuyos rasgos evocan fantasmagóricamente a su Medellín natal, Abad se vincula a esa tradición dieciochesca de la utopía que tanto sedujo a Diderot Voltaire. La creación de un país imaginario le sirve para examinar desde una óptica nueva el estado religioso, político y social de nuestro mundo, que, por deformación y contraste, aparece ridículo y corrupto en sus costumbres, inicuo en su gobierno y cruel y fanático en su religión. Angosta recrea con una gran capacidad de síntesis, con un enorme grado de complejidad y eficacia, con un gran conocimiento sobre el conflicto, la violencia colombiana de los últimos años.