Reseña

El poeta avanza en una introspección con acierto y sinceridad, al cumplir sus "primeros ochenta años", sin estar en el anhelo de regresarse sobre el tiempo vivido. Descorre los velos de las ventanas de cristal para cantar a la mujer, al amor, la amistad, la lealtad, la humildad, la adolescencia y en su canto va comprometiendo su corazón. Con igual emoción canta a la ciudad de Medellín con el acento propio de su raza, y registra además, los momentos de placidez que depara una hamaca por cuanto la quietud acerca el paisaje a los sentidos. Vuelve sus miradas y encauza sus palabras para rescatar el silencio, si acaso no el olvido, repasa las marejadas de dolor, luto y llanto que ahogan el suelo y los corazones de los compatriotas, en tanto rememora episodios de ese cuadro trágico, presenta como contraluz y como mejor respuesta el abrigador manto de paz. A la vez vuelve sus miradas sobre el fotógrafo que inmortaliza el instante, como también sobre el poeta a quien por su misma condición le resulta posible.