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ISBN 978-958-46-2171-9

Apenas voy para las cosas

Autor:Alzate Valencia, Conrado
Editorial:Alzate Valencia, Conrado
Materia:861CO - Poesía colombiana
Colección:SI
Publicado:2013-03-19
Número de edición:1
Número de páginas:32
Tamaño:22.0x8.5cm.
Encuadernación:Tapa blanda o bolsillo
Soporte:Impreso
Idioma:Español / Castellano

Reseña




Conrado Alzate Valencia













APENAS VOY PARA LAS COSAS
ANTOLOGÍA






























Viaje por mi padre

Anoche caminé serenamente por los recuerdos.
Discurrí por las cosas que más amaba mi padre
y en mi viaje dichoso, vi sus maizales de oro
devorados por las aves hambrientas de la tarde.

Me detuve un rato en el misterio de sus sueños,
en las auroras que despertaron con sus pasos,
en la genética perfecta de sus cabellos undosos.
Me detuve a contemplar la hondura de su silencio.

Respiré sus años, su loción de pinos recién cortados
y los recuerdos acumulados en sus ojos y sus huesos.
Respiré con nostalgia los signos indelebles de su adiós.
No hubo ningún descuido en mi viaje por mi padre.

Celebración de las cosas

A veces suelo cruzar las puertas de las cosas
que reposan silenciosas en mi casa.
A veces recorro los caminos de sus formas,
el paraíso y los secretos de su fondo solar.

Todavía no sé si los objetos que más quiero
me esperan cuando parto, o si les molesta
la presencia de mi voz, de mis gestos y mis pasos.
Sólo sé que mis cosas son dulces como el agua.

A veces celebro los muebles, las estatuillas,
las pinturas, los libros, el cuenco de la tazas,
la geometría de los cuartos, las llaves y la música.
Me gusta ser intérprete del mundo que me rodea.



















Virginia discurre sobre el río

He hablado mucho con el ángel
y las sabias jerarquías del río,
he oído y meditado sus consejos.
He sido interlocutora de las ondinas.
Y sinceramente en el río percibo
mejores cosas y mejores seres
que los de este mundo, veo por ejemplo
una biblioteca que todos envidiarían,
un palacio de agua más hermoso
que los castillos de mi tierra y un país
sereno como los ojos de Leonard.
En el agua rumorosa de este río están
las promesas del cielo y mi salvación.

Monólogo de un ingeniero holandés

Este cálido “Domingo del Tulipán”,
vengo a dialogar con los sauces
que han crecido en los diques.
Vengo a escuchar el viento del norte
y a venerar el mar con un sencillo
manojo de tulipanes y jacintos
que compré a un campesino de Wassenaar.
Vengo a expresar mi agradecimiento a las olas
porque no han saltado las dunas ni han roto
los fuertes diques de Helder y Westkapelle.
Vengo a pedirle a Dios que este laborioso país
de Europa occidental no vuelva a ser la cena del mar.






















El olvido

“el olvido es la única venganza y único perdón”
Jorge Luis Borges

Nacemos y perdemos el contacto con lo divino.
Ya no pensamos en el poder que nos sacó
de nuestra verdadera patria y nos trajo a este plano.

Olvidamos el antiguo idioma de los Dioses,
los caminos ígneos de la sangre, las voces
y los otros que fuimos en siglos anteriores.

Olvidamos el poder que escribió nuestro destino,
el primer cántaro de luz que nos bebimos
y las claves que nos da el ángel de los sueños.

Olvidamos, o creemos haber olvidado, pero todo
está ahí, esperando una nueva exploración.
El olvido es una disculpa para deshabitar el mundo.

Los que deberían estar aquí

Los que deberían estar aquí, ya se fueron.
Un día tomaron el tren del olvido
y dejaron la estación vacía, en silencio.
Ellos partieron dejando sin voz al pueblo.

Los que deberían estar en este mundo
comprendieron que la muerte es sólo
el inicio de una nueva historia, un sueño,
y siguieron su largo viaje por el cosmos.

Somos viajeros de muchos mundos,
testigos inconscientes de otros cielos,
de otros vientos y otros mares impetuosos.

Mañana también nosotros, caballeros,
subiremos al tren, veremos nuestro
verdadero rostro en los espejos del misterio.












Alejandra Pizarnik dialoga con la noche

Mi suerte está decidida.
Muy pronto mi barco de fantasmas
navegará por un silencio de estatuas.

Afuera jadea el viento
y los perros olfatean mis huesos
-desnudos ya para la muerte-.

Lentamente mi vida
se va transformando en ceniza
como un cigarrillo encendido.

¡Ay, pequeña habitante de la noche!
La hora se acerca. Y en breve
mi cuerpo será lagar para la muerte.

Ahora, ebria y desolada
me hundo inevitablemente
en el mismo bidón de angustias de Nerval.

Invocación al Auriga de los sueños

El tiempo es propicio para el viaje
y el presagio de los augures es bueno.

Por eso te pido que me lleves a los astros,
al lugar de donde los Señores de Luz
tomaron el espíritu del hombre.

Hoy deseo estar frente a mis progenitores
y besar su rostro ígneo hasta hacerme de fuego.

Libérame de este pesado cuerpo,
tan pesado como los milenarios seres de piedra
que habitan la isla de Pascua.

Dame esta noche, Auriga, una copa
llena de cosmos: enséñame el libro del origen.












Juana de Arco

Yo llegué a pensar que el huerto de mi padre
estaba poblado de seres de las alturas;
en él creí escuchar la voz del arcángel Miguel,
la voz de Santa Margarita y la de Santa Catalina,
quienes me instaron a pelear con los ingleses
y llevar al príncipe Carlos al trono de Francia.

Por esta razón fui abandonada en una prisión
oscura de Ruán; por esta razón muy pronto
los que me compraron por mil francos,
me condenarán a morir en la hoguera, alegando
que padezco alucinaciones auditivas, que soy
hechicera, hereje y peligrosa hija del demonio.

En un humilde jardín de Jacobo de Arco
donde espigan los árboles de la ternura y el amor
y donde muchas veces oré por los campesinos
y la paz de mi alma, creí sentir la gloria de Dios,
pero estaba equivocada; mis ojos me engañaron.
Yo sólo percibí los espíritus inexorables del fuego.

25 de septiembre de 1066

Al rey de los vikingos, el que cruzó Finlandia
y las extensas llanuras de Ucrania,
el que recorrió el Mediterráneo oriental
y venció las potentes flotas islámicas,
Tostig le prometió parte del reino de Inglaterra,
pero sólo recibió siete pies de tierra para su tumba.

A Harald Hardrada, el que azotó Bulgaria,
el que derramó la sangre de Noruega,
de Suecia y Dinamarca, la furia de su espada
le ofreció la inmortalidad, mas el león de las brumas,
sólo obtuvo un instante en la llanura
donde la flecha de un sajón atravesó su garganta.














Adriano se despide de Roma

“Pero de todos modos he llegado a la edad en que la vida,
para cualquier hombre, es una derrota aceptada”
Marguerite Yourcenar

La magia y los médicos no son nada
ante mis dolencias, ellas son tan fuertes
que ni siquiera la sangre de Antinoo
ha podido detener el carro implacable
que arrastra mi cuerpo hacia la muerte.

Trajano me hizo militar, emperador
y dios, pero ya soy un hombre viejo,
acosado por el insomnio y el rostro
de mi esposa Julia y de Apolodoro,
a quienes liquidé como si fuesen fieras.

Atrás quedaron las fronteras, las batallas,
las grandes obras, los placeres y la gloria.
Y ahora sólo soy un saco de carne, un saco
herido por el dolor, las fatigas y un tropel
de recuerdos y confusos pensamientos.

¡Cómo envidio a mis soldados que pueden
reír, beber y comer hasta quedar ahítos,
cómo envidio la vida dócil de mis esclavos!
Esto es lo que los Dioses me depararon,
pero no le temo a mi suerte, le temo al olvido.

Mi verdadera casa

Mi verdadera casa tiene rosales encendidos,
pájaros de oro y una fuente de luz en el jardín.

Mi verdadera casa fue construida más allá
de los sueños, de los adobes y las baldosas.

Una mujer de fuego la mantiene intacta
y espera paciente en la puerta mi regreso.

Mi verdadera casa está en las estrellas,
en los elementos de fuego que crepitan en el cielo.









Tareas del olvido

El olvido es un perro voraz y solapado,
que se alimenta de nuestros huesos.

Él espera que la muerte haga su trabajo;
es decir que nos succione los órganos.

Luego reclama su bocado de faraón,
de príncipe, de sabio, de idiota o de mendigo.

Y en las fauces del olvido el hombre es nada,
es apenas un puñado de polvo arrojado al mar.

Triste es decirlo, señores, pero lo cierto
es que estamos hechos para la muerte y el olvido.

Apenas voy para las cosas

Pocas veces he hablado de lo más íntimo de las cosas,
de los poderes insospechados que se agitan en sus átomos,
de la música de sus colores, de sus leyes y su profundidad.
Pocas veces he escalado los peldaños de su misterio.

Siempre he estado en la periferia del fuego, de la lluvia,
del bosque, de los pájaros, de las nubes y el viento.
Yo ya debería venir del alfabeto de las cosas, de sus hablas
y sus filamentos de luz, pero apenas voy para su centro.
























Los tigres del templo

Para nosotros, estos felinos son sagrados
como nuestros libros, nuestros santuarios
y los Dioses bienhechores de las montañas.
Son seres amarillos que nos recuerdan
los tímidos rayos del sol de las nieves.
Por eso vivimos en armonía con ellos
y los cuidamos con amor todo el tiempo
como si fueran nuestra propia sangre.
Para nosotros, estos tigres son inofensivos.
Para otros, son el salto terrible de la muerte.

Cazadores visuales

Somos hombres inamistosos,
predadores como los agujeros negros,
la muerte y el solapado olvido.

Percibimos los seres como un plato
y los devoramos con los ojos.
Vivimos para engullirnos el mundo.

Movemos las cosas de su sitio,
las desordenamos, las malgastamos
y las almacenamos en nuestro interior.

En todo momento miramos con ojos
de halcón, de tigre o de tiburón.
Somos temibles cazadores visuales.






















Canción del ahogado

El ángel del agua me dio aletas de pez,
una espada filosa para que pudiera
romper la corriente del río y un estandarte
de corales, de sal blanca y algas marinas.
Así pude conjurar los obstáculos del puente
y discurrir por el reino sereno de las ondinas.

Ahora mi rostro es plateado como las olas,
los remansos y la barba espesa de Neptuno.
Ahora pudo apagar las llamas de mi alma
con la brisa que vuela por los bosques del misterio.
Ahora conozco los caminos, los signos del agua
y los espíritus que gobiernan mi nuevo mundo.

Mal cazador de versos

Debí haber sido defensor de pobres, aviador,
trazador de caminos, fabricante de vinos
o pescador de estrellas como los astrónomos.

Debí haber sido cantante de profesión,
creador de empresas y generador de empleo,
ésta hubiese sido quizás una buena decisión.

Pero he pasado mi vida en bibliotecas, oyendo
el lenguaje de los anaqueles y los libros,
escribiendo poesía para conjurar el olvido.

Por esta razón, hermano, desengáñate conmigo.
Yo apenas soy un pobre vendedor de vocablos,
un mal cazador de sueños y de versos.



















Apología de los dragones

Ellos, que fueron seres alados de fuego,
hijos del Sol y hermanos del rayo,
seres que hicieron temblar el suelo
y derritieron las armaduras de los soldados.

Ellos, que volaron como el viento
por el cielo de la antigua China,
que robaron el ganado de los granjeros
y marcaron las rocas con sus llamas.

Ellos, que fueron animales extraordinarios,
tan reales como la lanza de sus verdugos,
ahora duermen en lechos invisibles de hielo.

Juana de Arco habla con su ángel

A Gabriel Arturo Castro

Aún puedo escuchar los robles, los pinos, las hayas,
las agujas planas y las piñas erguidas de los abetos.
Aún puedo escuchar las fuentes, la madera rosada,
los pájaros y las legiones de abejas de los Vosgos.

Aún puedo dialogar con las coronas que los niños
fabrican para el “Árbol de las hadas”, con la lluvia,
con los rebaños, con los ojos tristes de los aldeanos,
con los espíritus de fuego y los objetos de mi casa.

Aún puedo oír las mariposas del jardín de Jacobo,
la brisa fresca del encinar, el agua del misterio,
los largos interrogatorios de los jueces eclesiásticos,
la voz del rey, la espada y mis arengas a los soldados.

Por tener buen oído y ser interlocutora de las cosas,
me han acusado de hechicería y de tratos con el mal.
Por hablar con el cielo en los bosques de mi tierra,
pronto veré el rostro de Dios en las llamas de Ruán.













Soliloquio del olvido

Soy voraz como los agujeros negros.
Me he tragado continentes antiguos
y legendarios como la Atlántida.
He devorado estrellas, civilizaciones,
Dioses, faraones, reyes y demonios.
En mis sótanos de bruma también
yacen la vanidad, los amores, los odios,
la espada y la sangre de los héroes.
Algunos me comparan con la muerte,
pero en realidad no me parezco a ella:
soy más pavoroso y más oscuro;
por eso, los sedientos de gloria
me temen tanto como a los crótalos.
Soy omisión, negligencia y cesación.

Alejandra Pizarnik frente al espejo

En esta hora confusa de mi vida
no encuentro en el espejo el rostro
de los seres que me han amado:
ellos se han perdido como mis sueños
en la densa bruma del “no regresaré”.
Entonces extiendo mi mano buscando
el hombro de mis amados maestros.
Pero veo a Antonin Artaud distante,
escribiendo una página ilegible
sobre el país de los tarahumaras.
Y percibo a Nerval cabizbajo,
sumido como yo, en laberintos deletéreos.
Y escucho la voz fantástica
del conde de Lautréamont,
pero no puedo comprender sus hablas.
¡Alma mía, qué lejos estoy ahora
de las esperanzas y pequeñas alegrías
que un día iluminaron mi vida!















Diálogo con las estrellas

Aceptamos que haya borrado el origen celeste,
el nombre y la sangre de nuestros héroes.
Sentimos que sea como los reptiles del monte.

Admitimos que haya sepultado los seres de piedra,
los objetos de barro cocido y los templos sagrados
que construimos en el corazón verde de la selva.

Deploramos que haya acabado los peces del río,
la voz del jaguar, las viejas canciones del pueblo
y los rituales para venerar la luz de los astros.

Pero lo que no podemos aceptar es que el olvido
se haya tragado el legado de nuestros antepasados
y los Dioses que un día llegaron como el viento.

Hablando de dragones

Daría mi casa y lo que soy por verlos
volar sobre los cultivos de cebada y trigo,
por verlos quemar los nebulosos Cárpatos
y vencer caballeros andantes con su fuego.

Entregaría mi vida por sacarlos del olvido
y mostrarle al mundo que ellos existieron,
que rugieron como el trueno en el cielo
de los vikingos, de los chinos y rumanos.

Daría todo por ver sus garras de acero
clavadas en el cerebro de los escépticos.
No importa que los cazadores de monstruos
me embistan con sus lanzas y cuchillos.


















La casa de los abuelos

Esta casa posee el color opaco del olvido.
Los dueños la cuidaron muchos años,
pero ahora es el hogar de los recuerdos,
de la humedad, de las hiedras y los espectros.

Murieron los abuelos y la casa también murió
como si fuese un ser de carne y huesos,
un ser ligado a la fugacidad de la existencia.

Daría mi vida por verla en pie, llena de afectos,
de cuadros, de muebles antiguos y de rezos.
Pero yo no puedo rehacer la casa con estos versos.

Invocación a la piedra

Tú, que has vencido el paso implacable de los años
y por lo tanto eres capaz de detener las ruedas del tiempo.

Tú, que no posees vocablos de ningún idioma
y sin embargo te comunicas con los sabios de mi aldea.

Tú, que estás cerca de la inmortalidad y los enigmas,
enséñame los secretos de tu permanencia en esta tierra.

Aparta el musgo de tu piel y muéstrame tu verdadero rostro.
Háblame de los mensajes que hay en tus signos extraños.

No entregues tus labios sólo al espíritu de mis antepasados.
Permite que yo también sea tu humilde interlocutor.





















Índice

Viaje por mi padre
Celebración de las cosas
Virginia discurre sobre el río
Monólogo de un ingeniero holandés
El olvido
Los que deberían estar aquí
Alejandra Pizarnik dialoga con la noche
Invocación al Auriga de los sueños
Juana de Arco
25 de septiembre de 1066
Adriano se despide de Roma
Mi verdadera casa
Tareas del olvido
Apenas voy para las cosas
Los tigres del templo
Cazadores visuales
Canción del ahogado
Mal cazador de versos
Apología de los dragones
Juana de Arco habla con su ángel
Soliloquio del olvido
Alejandra Pizarnik frente al espejo
Diálogo con las estrellas
Hablando de dragones
La casa de los abuelos
Invocación a la piedra
























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