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ISBN 978-958-46-1897-9

Testimonios frívolos e in-trascendentes

Autor:Vélez Correa, Roberto
Editorial:Vélez Correa, Fabio
Materia:864CO - Ensayos colombianos
Publicado:2013-02-15
Número de edición:1
Número de páginas:74
Tamaño:17.0x11.0cm.
Precio:$10
Encuadernación:Tapa blanda o bolsillo
Soporte:Impreso
Idioma:Español / Castellano

Reseña














Roberto Vélez Correa












TESTIMONIOS FRÍVOLOS E IN-TRASCENDENTES











La nueva editorial



























© Roberto Vélez Correa

Título: TESTIMONIOS FRÍVOLOS E IN-TRASCENDENTES

Autor: Roberto Vélez Correa

Primera edición: Febrero de 2013

Ilustraciones: Jorge Vélez Correa
ISBN

Diagramación:
Guillermo Panesso Bonilla

Impresión y Terminado:
La nueva editorial
Tel. 8845526
Manizales, Caldas, Colombia, 2013









INTRODUCCIÓN

Revisando los viejos archivos que tenía Roberto guardados en un cajón de su escritorio, encontré un folder de plástico verde con un legajo de hojas de forma continua, amarillentas por el paso de los años, que tenían impresos unos textos breves escritos por él y que había titulado Testimonios frívolos e in-trascendentes.

Fechados en 1997, estaban clasificados en tres partes: “Pequeñas cosas”, breves glosas sobre elementos de la vida, escritas con un lenguaje poético y una sutil remembranza de tiempos idos. En ellas aparecen las ventanas, las puertas, los diplomas, la vieja agenda y muchas cosas más que, sin ser de mucha trascendencia, hacían parte de su cotidianidad vital.

“Pequeños dramas del día”, situaciones anecdóticas narradas con un estilo sencillo y humorístico, en donde la cogida de la tarde, la mancha de huevo en el traje, el pertinaz aguacero que sabotea nuestro regreso a casa y tantos otros eventos, suelen ensombrecer nuestros días.

Y “Glosas in-trascendentes”, que le da el título al libro, es quizás su parte más especial, pues en ella Roberto saca a relucir su pensamiento filosófico, redactando pequeños textos sobre temas tan afines a nuestra vida íntima como el Amor, la Amistad, la Lealtad, el Honor, la Alegría, el Poder, la Solidaridad y la Muerte (con mayúsculas) porque los trató con la seriedad del escritor profundo.

Por lo antes escrito, es que pensé que valía la pena rescatar estas glosas surgidas en sus momentos de relax y de ocio, cuando su cerebro inquieto las iba elucubrando, para darlas a conocer de sus lectores. Por ello el presente opúsculo que espero brinde a sus lectores una nueva visión del pensamiento de Roberto.

Fabio Vélez Correa








































































PEQUEÑAS COSAS



































































VENTANAS

Grandes aberturas de luz por donde asoma el pensamiento de las casas.

Las de ayer pintura realista al fondo. Las de hoy, gris oscuro de la pared vecina, la espalda a la necesidad de paisaje.

Por ellas escapa: la soledad de los de adentro que codician la calle. Entra la esperanza de quienes otean golosos la oportunidad del chisme, de quienes acechan la sonrisa de la núbil muchacha que ha tirado los anzuelos de sus pestañas a la calle donde nadan los huérfanos de amor.

Ventanas amenazadas por la luz artificial que imita el día, sin telón de fondo, ya no asoman a ella los gritos de la soledad.

Quisiera rediseñar las ventanas de mi niñez, las de mi infancia, las de mi adolescencia. Olvidar las ventanas herméticas que anuncian mi vejez.

Las evoco en la metáfora recuperada de Borges: “Tirar la casa por la ventana”. Ahí permanecen abiertas, entrecerradas, selladas, únicas, poros que filtran el ser de los hombres y de las cosas.


PUERTAS

De un ala, de dos alas, o en guillotina, párpados que se abren y se cierran frente al asombro. Quietas, mudas ante lo familiar.

Extienden sus alas al héroe adolescente próximo a graduarse en aventuras para lancear dinosaurios clonados por Steven Spielberg.

Acogen al recién llegado, oveja negra, hijo pródigo en perdones, calavera del hijo calavera, vencido de la aventura.

Portalones medievales de incómodos, herrumbrosos candados. Pasadores en tronco de dinde. Cerrados y abiertos a los tercos ejércitos de Olafo el Amargado.

Se cierran al cholo Vallejo sin flores de cementerio que dejar en su vano. Golpean las espaldas y aturden, duelen en la columna, como los gritos de Dios.

Fronteras, línea divisoria, en-marco del que dice adiós, del que no se atreve a entrar. Sustento de maletas expulsadas, de recién casados que las olvidan para penetrarse en la urgencia del coito, largamente aplazado en la ilegalidad.

De madera, de guadua, de latón, aherrojadas o discretas. Póliza de seguro de sus habitantes, guardianes mudos de los lechos abandonados.

Al batir de sus alas se cuelan los amantes vestidos con puntadas de sombras. Obstáculo final de los adúlteros que huyen envueltos en los tules de la madrugada.


MI RELOJ DE PULSO

Argolla de compromiso del desposado con el tiempo.

Esposa, grillete del prisionero de las horas.

Omnipresencia redonda, cuadrada, triangular o de caprichosa geometría que remeda el pulso de la sangre.

Adminículo vanidoso, santo y seña del orden. Tablero de consulta de la pequeña historia de los instantes, y compromisos.

Alguien empaña su cristal cuando protesta en el café o en la esquina la espera inútil
del amigo o de la amante.

Cuando se para parece que el tiempo, por fin se hubiera detenido, y es hora de llevarlo al cirujano de las horas y cambiarle su marcapasos para otros dos años de latidos metálicos.

Con la promesa de vida de sus pilas nuevas el reloj continúa fiel a la trashumancia, símbolo indeleble de la puntualidad inglesa.


LAS LLAVES

Las cargo en mi bolsillo de atrás, sin ostentoso llavero. Las confundo unas con otras, pero siempre encuentro la apropiada.

Rompen mis bolsillos, al cabo del uso; pero las perdono, pues ellas abren las puertas de mi refugio.

De metal dorado o maquilladas de platino, siempre elusivo y cáustico al gusto. Su salobre huella queda en mis manos y aromatiza de cobre mis bolsillos.

A veces las pierdo y las busco, desesperadamente. Cuando las puertas se han cansado de reír, enhiestas y simuladas, aparecen tiradas en una silla o aferradas a mis manos que cómplices al pequeño drama, colaboraron en la búsqueda.

Hay dizque las llaves del cielo, las llaves del éxito y también de la derrota. Yo solo tengo mis llaves, las que clono de la costilla de mi mujer, cuando las envolato.

Son pequeñas, discretas, baratas, Pero ¡ay de uno si no aparecen!

Las llaves tienen sentido de lealtad y de nobleza. A los amigos se les dice “llave”, a los socios, llave indisoluble.

Las llaves son lo primero que te entregan cuando te delegan una grave responsabilidad. ¡Aquí están las llaves!

De la oficina, del escritorio, de la caja fuerte, del archivador. Se pierden junto a la confianza del jefe.

Una llave encontré gimiendo de soledad. La habían clonado por otra pues jugó al escondrijo y su dueño se quedó con la nueva.

Su única esperanza: ¡No hay como las llaves viejas!


LA CORREA DEL PANTALÓN

La correa de mi pantalón sostiene mi hombría, cuida de que no se caiga y descubra el “kitsch” de mis calzoncillos.

En mi casa soy el único que usa correa (por mi segundo apellido, no se confundan), lo que me “garantiza los pantalones bien puestos.

Hoy en día son costosas. A tanto, que empiezo a descubrirles su inutilidad frente a los pantalones bien diseñados. Pero, la correa se impone, amarra el prepotente estómago.

Al ver unas correas de estético cuero bien tratado, coincido con ellas: las correas del mismo material del pantalón son afeminadas, producto de una combinación incestuosa nada recomendable para la virilidad.

¿De dónde viene su nombre? De correr, de rodear, de apretar. No sé. En todo caso, son las correas sierpes embalsamadas que parten nuestro cuerpo y alertan con un fuerte apretón el exceso de peso.


MIS DIPLOMAS

Ahí están en la pared colgados, con marcos apropiados a la vanidad del título.

El diploma de bachiller, de licenciado o de Magister, siempre me recuerda que todavía hay más. Pendiente no se le olvide, el de Phd o doctorado.

Cuando invito a mis amigos al estudio, procuro desviar su atención hacia las paredes donde cuelgan, como murciélagos de plata. Sólo con ellos puedo clamar a los cuatro vientos que soy titulado.

Al fin y al cabo los diplomas son las escarapelas que deja uno olvidadas en las paredes del estudio. Lástima que no se puedan llevar colgados al cuello, como los profetas locos del fin del mundo.

Para que me respeten en las oficinas y me atiendan, al menos sin gritarme o sin el miedo de un “vuelva mañana”, o un “imposible” señor.

De vez en cuando, los desvisto. les quito su escudo de vidrio y provisionalmente, les desarmo su esqueleto para llevarlos a la fotocopiadora. Luego, aliviados, y mientras adjunto papeles para el próximo, escalafón, los pego, otra vez, en la pared.

Una cosa me preocupa: las firmas que respaldan la autenticidad de mis diplomas, empieza a diluirse bajo los rayos ultravioleta del día. Pero, algo me dice que, no importa, También su utilidad, mientras yo no revalide día tras día los contenidos de su currículo, se diluye en la competencia.

Diploma: el único pergamino de nobleza que le toca a quienes no nacemos con sangre azul.


DE BORRADORES

Tengo muchos tipos de borrador: de goma para grafito y para tinta seca, de nata para huellas delicadas, de papel para tinta fresca y en frasquito para todos los usos y uno de yema de dedos.

Los hay en mil presentaciones. Los más comunes vienen en la punta del lápiz y hasta en la punta del lapicero. O sueltos invaden las vitrinas de la temporada escolar amasados de muchas formas.

Cosa curiosa: casi nunca se terminan. Acaso sí, se ennegrecen y pierden su efectividad, mientras se les trata. Pero, nada como un mochito de borrador que aparece a tiempo.

El borrador despeja, es un alcahuete de lo escrito. Levanta los textos y los sustituye por otros. Tierno alcahuete de los errores y las equivocaciones.

Los amantes cuando sangran de traición y olvido, soban sus pechos tratando de borrar la espesa huella de la pasión. Pero necesitan muchos pases del papel secante de sus suspiros, quizás porque la tinta del recuerdo está demasiado fresca.

El Dios de los borradores Es el tiempo. Aunque no sé. De pronto no es que el tiempo todo lo borre, Sino que lo oculta en los pliegues o en las capas palimsésticas de las neuronas.

De una cosa si estoy seguro: hay un borrador que no es de goma, ni oficia de corrector líquido para disimular con lechosa mancha la metida de pata. Es el silencioso pase de una mano que acaricia mi nuca y que borra con su brochazo de ternura las dificultades del día.


LOS MUEBLES VIEJOS

Eran tres butacas forradas en cuero. el tiempo y el sol las marchitaron. El gato las marcó con sus garras de alfiler y amarillentas entrañas de algodón asomaron impúdicas.

A pesar de su envejecimiento a caricias de precoz felino y rayos ultravioleta, más nos depositamos en su blando lecho.

Abrazado por sus carnes artificiales, en ellos arrullé mi pereza, concilié breves sueños, capturé peregrinas ideas y boté energía palabrera con mis amigos.

Pero, los de la casa no resistieron el veto de los invitados. El jurado de intrusos los condenó y una mañana de diciembre abandonaron su celda número trece, rumbo a la guillotina del olvido.

A butaco muerto, butaco puesto. Por la misma puerta por donde desfilaron silenciosas, resignadas, mis tres sillas, ingresaron en relevo las vanidosas, las realengas, isabelinas.

El olor a viejo siguió prendido en mi recuerdo. No obstante, el brillo de las refinadas maderas y la sugestión de los artesonados, llenó la atmósfera de la sala de un aire de formalidad y etiqueta almidonada.

Ha desaparecido la confianza, la invitación de aquellos otros tres seres inertes. Un severo gesto de circunspección nos mantiene tras la raya que demarca el territorio de estas reencarnadas Marías Antonietas.

¡Qué lejos está la temible guillotina para las recién llegadas! Tienen que durar mínimo cinco años. Ahí están, posesionadas, inflexibles, inabordables. Nacidas para ser observadas, nunca tocadas, manoseadas y menos… conquistadas.


AGENDA DE PAPEL

Libro virgen que invita a ser poseído de fechas, teléfonos, citas, apuntes, razones, mensajes.

Se carga para denotar que siempre se trae algo entre manos. o que se es ordenado, cumplido.

Mis agendas empiezan en febrero, todavía en enero no termino de tomar en serio el nuevo año. Y entonces, debo vencer el tedio de registrar las direcciones y teléfonos de la agenda liquidada.

Casi nunca las copo con mis anotaciones y ocurrencias. Casi siempre terminan subutilizadas. Más de medio libro inédito, junto a sus calendarios, pesas, medidas, capitales del mundo, fases de la luna.

Al principio olvidarla ¡qué tragedia! La memoria quedaba en casa. ¡Dependíamos tanto de la agenda! Ahora, ahora… Otra ocupa su lugar: es delgada, aerodinámica, hipersensible, avisa los olvidos o previene la no asistencia a las citas. Cabe en el bolsillo de la camisa, discreta, mientras no pite. Intima con el corazón de su dueño. Perfecta, hasta minicomputadora que todo lo resuelve.

Ya no se carga en la mano, ya no cuadra la pose del intelectual de papel. Los microchips de plástico y breve metal, arrinconaron en los anaqueles olvidados, a las viejas agendas de celulosa.


APARTADO AÉREO

Mínimo aparta estudio adonde llega y espera la palabra aprisionada en jaulas de papel.

Lugar de paso de cartas, paquetes, volantes, facturas y polvo que aguardan embodegados el sonido de la pequeña llave del señor.

Unas veces los encontramos henchidos de noticias. Otras, el vacío, la luz burlona del fondo. La nostalgia del Coronel reencarnada en la ciudad.

Al apartado lo rondan sus dueños, expectantes, con el doloroso engaño del deseo que parece intuición. Son visitados con o sin motivo. Cada media hora, todos los días.

Hay semanas en que no es posible darles vuelta. Pero, la ilusión de encontrarlo rebosante, alivia la espera. Y de nuevo regresamos a él, llave en ristre.

Abrimos y ¡nada! Vacío, solo, mustio, indiferente. Nadie nos escribe. La ingratitud, el olvido. Nos sentimos derrotados. Bajan nuestras defensas de autoestima.

Los días de mi apartado están contados y cantados. Viene con paso de animal grande, dinosaurio cibernético, el correo electrónico. Se dinamitarán pues, los complejos de apartados para dar paso a la fibra óptica del mensaje: el aquí y el ahora, en internet.


PAPELERA

Ágil estructura de madera, plástico o metal. Resiste de todo: oficios recibidos, oficios para contestar, revistas, libros, documentos, reglas, legajadores, lápices, papel carbón, formas continuas y mil etcéteras más.

Situada estratégicamente, en un extremo del escritorio. A veces estorba para escribir y hay que correrla, pesada o no. Por lo general, termina siendo un arrume de cosas, todas indispensables, todas urgentes.

La postergación de la pequeña gestión, siempre ahí. Una debajo de la otra, asfixiada, relegada, olvidada. Sin embargo, la papelera se hizo para eso, para priorizar lo postergable.

Nunca termino de organizar la mía. Y cuando lo hago, siento el oxígeno del alivio penetrar mis venas. Pero, que pronto, Tengo que volver a empezar. La papelera, como mi escritorio, en su elegante orden desordenado.





























PEQUEÑOS DRAMAS DEL DÍA


































































COGIDA DE LA TARDE

Mi reloj biológico acostumbrado al despertador, tampoco me toco diana esta mañana. Me fallaron ambos, ambos permanecieron silenciosos.

De repente, todos los relojes de mi cuerpo se dispararon y como catapulta salté de mi cama.

¡Estaba cogido de la tarde!

La ducha fría reconectó los circuitos de mi atención. El desayuno pasó, sin anunciarse a mis papilas, raudo al estómago.

El día comenzó insípido, frenético. Y con sentimiento de culpa, me sentí aplastado, cogido in fraganti por no haberle respondido al macro reloj que gobierna mis instintos.

Con expresión de “lo siento” penetré en el cubículo y me senté al computador. Siempre creyendo que las miradas de mis compañeros de trabajo, descubrían vulgares lagañas en mi cobarde mirada.


BAÑO SOCIAL

¡Cae la máscara! La visita, por fin se levantó al baño.

De malas. Está ocupado y yo no sé si sentir lástima o disfrutar el rato, viéndola fruncirse de ganas, apretando los esfínteres y conteniendo las lágrimas.

La pobre visita, la vecina cismática, que nunca viene, que acaso saluda, hoy cayó en la red de la miseria humana. Claro, venía a conspirar.

¡También va al baño! Y no saluda.

Junto a la puerta, la vecina masculla ganas, tritura palabras, gime, da saltos intermitentes sobre sus doradas zapatillas cuero de caimán. Como libélula embalsamada. Cuando gira su angustiosa mirada hacia mí, le devuelvo un encoger de hombros, un “paciencia, señora”, el niño sufre de astitis, pero ya saldrá.


MANCHA DE HUEVO

Nunca como huevo. Lo tengo prohibido. Pero, hoy decidí romper el pacto con la dietista y rescaté del recuerdo el sabor de su yema.

Pero, ¡preciso!, media circunferencia anaranjada y palpitante cayó con un soberbio ¡plas! sobre mi camisa nueva.

¿Y qué hacer? ¿Cómo cambiar la camisa si es la única que le sale a mi vestido gris?

Con rabia y todo, cambié la receta de mi apariencia desde los zapatos hasta la corbata y volví al pantalón de dril, la camisa manga corta y los mocasines de diario.

La cita era todo o nada. Por ahora, nada. Aquella voluptuosa mujer debió esperarme hasta comprobar que le dio el sí a un pobre diablo o a un diablo pobre que no sabe qué es peor.


ALGUIEN LLEGÓ DE MAL GENIO

Sí. Alguien llegó de mal genio. Traía sus ojos rojos, chispeantes, los labios morados, la respiración acezante, de fuelle intermitente.

No tuvo que pedir permiso para abrirse paso. Era una tromba de ira y desdén. No estaba dispuesta a ofrecer explicaciones. Y ¿Quién se atrevía a pedírselas?

Cuando por fin entró, algo vibraba en el aire que respirábamos. Un silencio cuajado y pernicioso empezó a salir de los rincones. Un frotar de cuchillos en la piedra pómez de su rabia desconocida.

Los que la amábamos nos sentimos responsables y tratamos de rescatar la razón de las paredes, del techo, de las cosas, de los cuadros, de la alfombra.

De cualquier parte o de cualesquier cosa, podría venir la explicación. Pero, tuvimos la certeza, al comprobar su dolor, que nada ni nadie, mucho menos ella, nos desataría la angustia y la pena que asfixiaba la fatal necesidad de respuesta.


BOLETEO OFICIAL

Facturas de agua, luz, teléfono, predial, tevecable, celular. Todas penetran impúdicas por debajo de la puerta o las entrega el portero que morboso ha leído el elevado porte o la tijera amenazante.

Es su ocasión de sentirse reivindicado ante la clase opresora del condominio. ¡Cómo paladea y disfruta el sibilino mensaje en metros cúbicos, kilovatios, llamadas, nuevos canales, impulsos!

Impulsos de no mirar el total a pagar, ni la fecha de vencimiento. Deseos de tirarla al fondo del cajón y olvidarla, para siempre o si no se puede, hasta el mes siguiente.

Las facturas son ineluctables, perentorias, omnipresentes, frías, despiadadas, celosas y nunca justas.

Provocan rabia, celos, desazón, desconsuelo, frustración, desesperanza. Nunca hilaridad. Colas interminables para cancelarlas. Paciencia de cordero, de víctima, de extorsionado por la legalidad.

Finalmente, las pagamos. Con o sin protesta. Y de nuevo a preparar el semblante y a entrenar el ceño, porque como las golondrinas, y las lluvias, siempre volverán.

LA CREMALLERA

Cuando salí a la calle, desprevenido, sin oler a nada interesante no té que todos me miraban. Y ni siquiera estrenaba recuerdos.

Recibí miradas de pudor y de risa simulada. De compasión frugal.

Sentí que un anillo de vergüenza ante lo desconocido me empezaba a rodear. Era urgente encontrar un espejo, de pie entero.

Necesitaba comprobar qué aura misteriosa despertaba la curiosa impresión en mis congéneres de ocasión.

¡No lo deje volar!, me gritó un rapaz y siguió su camino. A paso normal, tranquilo, como quien ha cumplido un deber.

Debí aterrizar mi imaginación y reconocer que los lugares comunes son eso, y hay que atenderlos en su discreción.

¡Tenía la cremallera abajo!


LLUEVE A CÁNTAROS

Nadie la esperaba, pero la lluvia llegó así, de improviso, por baldados, amenazando los techos y violentando desbordada las puertas y las ventanas.

Todo se inundó del amenazante y nada precioso líquido que rasgaba las paredes y se asomaba en incisivos ojos de agua por el cielorraso.

Nos encerró la lluvia, nos hizo esclavos de los relojes y las sombrillas se escondieron en los clósets. Desafiantes, salimos a navegar en la atmósfera, a suplicarles a los taxis un aventón al trabajo.

Inútil. Todos huían. Despavoridos. Los que no cabían en ese “todos”, se arrinconaron en los pocos aleros que dejó la modernidad tiritando de hielo, de incomodidad, al ver ensopadas sus ropas y rotos sus únicos zapatos.

De pronto, escampó y las últimas aguas corrieron a refugiarse en las alcantarillas dejando una estela de arena, lodo y detritus. ¡Era el vómito del cielo!

Al llegar al trabajo, el personaje fue la lluvia, la disculpa para llegar tarde sin un memorando ni un reproche. El breve carnaval que auspició el cielo a los pobres mortales de la tierra, antes de tomarse el hirviente y amargo tinto del deber.



























































GLOSAS IN-TRASCENDENTES















































AMISTAD

Alegría de ver al otro, sin porcentajes. Es espontánea, permanente y cuando ocupa el pensamiento provee de cierta satisfacción tan diferente de la preocupación normal de las cosas. Está por encima de las pasiones; su única pasión surge del anhelo por comprobar el bienestar del amigo.

La amistad no despierta celos, ni rabia, ni competencia; incluso, en la verdadera amistad, cuando alguien parte, siempre se le despide con la emoción de quien conjura en silencio las voces del regreso.


AMOR

Después de agotados el instinto y la pulsión sexual, hay un sedimento en el fondo del crisol: es el amor; dorado e incorruptible si no depende de la materia; frágil como la morralla si se le condiciona. El amor alcanza los grados de la sublimidad si libera al ser humano, hombre o mujer, de la angustia del poder y la posesión. El amor es la luz filtrada generación tras generación de la necesidad de procreación, o sea, de la fuerza natural que induce a los seres a buscar afanosamente la inmortalidad, bien sea en el esplendor de la unión, o en el reflejo amado de los hijos.

Los espejos son las señales que guían la ruta del amor. En su luna, los enamorados buscan la aprobación del nitrato de plata, antes de ser refrendada por el otro.

Amores eternos son los que provocan paz, tranquilidad, equilibrio. Amores fugaces son como las novas: brillan intensamente, antes de sumergirse en las sombras de los agujeros negros. Pero, estos últimos, también dejan la estela indeleble de los héroes que nunca mueren.


LEALTAD

Sentido de identificación y pertenencia a una causa o a quien la encarna. Su incondicionalidad está mediatizada por la luz de la razón, pero llega como la revelación de la fe, por los conductos irracionales de la intuición. La lealtad se pacta, en primera instancia, por inspiración; en segunda, por principios. Como la fe, también creo que la lealtad mueve montañas. Nada que alivie y ayude tanto como la certeza del ser leal; si abusamos de su adhesión, sabremos que es estar condenados al infierno. La lealtad es el fundamento de los grandes sentimientos: el amor, la amistad, la solidaridad, la esperanza. Juega a la disyuntiva de los diamantes: la fragilidad o la eternidad.


CARIÑO

Sentimiento sutil ubicado entre la amistad y el amor. Es leve, pero no fugaz. Hay cariños que duran eternidades, que se conservan por siempre en su temperatura media. La expresión del cariño es la ternura y viene en cuotas de miradas, sonrisas y tímidas caricias cuando los dedos no terminan por apoyarse en la piel. Limpio de sensualidad y morbo, el cariño auspicia relaciones amables que dejan huella. Su recuerdo transforma los rostros en una dulce expresión de paz y nostalgia. Es el cariño una forma de comunicación del ser humano en todas sus edades y condiciones. Si alguien pierde la capacidad de sentirlo y manifestarlo, algo vital en él ha muerto por dentro; es como si una dosis de anestesia recorriera sus arterias para adormecer su sensibilidad en todos los rincones del organismo y del alma.


NOSTALGIA

Regreso al sabor primigenio del vino, mucho antes de su añejamiento. La nostalgia es una extraña mixtura de tristeza y alegría que tejen los viejos tiempos. A veces se incrementa, cuando el presente tambalea y el futuro es incierto. Sin embargo, ser nostálgico significa por igual que el sentido diluido por los años de los antiguos valores, permanece latente en nuestro hoy. No puede confundirse la nostalgia con el conservadurismo; el nostálgico cuida de tirar el anzuelo de sus recuerdos, aferrado a la orilla del presente, para no naufragar en las engañosas aguas del tiempo perdido.


HONOR

Antiguamente se empeñaba la sangre en su nombre. Hoy es flor que brota orgullosa del fango. El honor entraña carácter y claridad conceptual. Sin él, ninguna hazaña adquiere lustre y por el contrario, empaña el cristal del éxito. En la batalla diaria, en el deporte, en el amor y en la amistad, el honor permanece incólume si los ideales y los sentimientos son ciertos. Honor es, desde la hazaña que el caballero andante dedica a su dama, hasta la felicidad compartida del triunfo que los diarios retos de la existencia. Perder o ganar con honor son sinónimos de lo justo y sobre todo, de lo arduamente trabajado.

El único honor que ha perdido vigencia es el de la intimidad, pues contradice la esencia del hombre. Nada tiene que ver el sexo o las debilidades humanas con el honor cuando se convierte en noticia y se esgrime como estigma.


MIEDO

El miedo es, por supuesto, inseguridad. Miedo a la oscuridad, a las sombras, a lo velado, a lo inesperado. A las alturas, al peligro inminente. Miedo de sí mismo, de nuestras propias fuerzas. Nunca somos tan mortales como cuando sentimos miedo incontrolable. Entonces, la persona tiembla como la hoja bajo el azote del viento. Después del miedo, hay un gran espacio de reflexión, de reconsideración del ser, ya que el miedo devela las debilidades, los prejuicios y en síntesis, exhibe el verdadero rostro de quien lo siente.

El miedo: energía desaprovechada. Puede convertirse en dinamizador de una capacidad que en circunstancias normales no se tiene. Una fuerza desconocida se activa con el miedo, aunque irracional, impensada. También aquí nos redescubrimos.


TRISTEZA

Hay finales tristes, pero pueden ser más tristes los principios. Estados de ánimo cuando las células pierden su vigor y entran en reposo. La tristeza viene en oleadas; de repente, amanecemos con ella o se va gestando durante el día. Ninguna tristeza como las alimentadas los domingos o en las noches de desvelo. Es triste ver partir a los seres amados y hasta es triste gastar el sabor del éxito. Después del placer, resta una cierta tristeza si la pasión fue fingida. Impresionante, la tristeza de un niño abandonado en la calle o descartado por sus padres en un rincón de su alcoba. La de los ancianos resignados en los asilos que derriten al sol la esperanza del cariño olvidado y no tiene cartas para apostarle a la visita del fin de semana.

Tristeza de sabor amargo el ser consciente del tiempo perdido, cuando atormenta la certeza de no volver a tener una segunda oportunidad.


COBARDÍA

¿Se es bueno por cobardía, según Platón? Quizás. La cobardía es un bicho contagioso. Nace en la experiencia del miedo; es su resultado. Los cobardes son rechazados por quienes a su vez se creen valientes. Nada hay tan valiente como admitir con humildad la cobardía. Y no se confunda esto con el cinismo, deprimente vicio de los hombres. Siempre habrá posibilidad de recuperación del valor en el cobarde que es consciente de su baja moral; difícilmente en quien se niega a reconocerla.


ALEGRÍA

No aludo al carnaval que involucra a la comunidad y al cosmos en la viva expresión del ser. Me refiero a la alegría sencilla, modesta, cotidiana. Aquella que se distribuye avara entre hombres y mujeres y que de cuando en vez hacen vibrar en toda su extensión. La alegría de un regreso, de un piropo, de un regalo inesperado, de un gesto amable, de una buena noticia, de una caricia, de un billete de más. Breves impresiones que matizan el espeso lago de escepticismo del día.

Alegre no es sólo el que ríe, también lo es quien disfruta y se sintoniza con las alegrías ajenas y convierte su práctica en un motivo de reflexión para sentirse alegre de estar vivo. Si los agelastas son aquellos seres temibles que nunca ríen, pobres las almas que nunca beben la mínima dosis de alegría y optimismo de la jornada.


PODER

Dominio, fuerza, capacidad, privilegio. El poder es la tecnología de la inteligencia. Capacidad de resolver problemas sin derrochar energías. Hay muchas clases de poder: del dinero, de la belleza, de la política, de la religión, de la herencia, de los antepasados, de la edad, etc. Existe el poder de la palabra y de la escritura. Los hábitos y los uniformes; desde luego, de las armas y de quienes las usan. El poder está en capacidad de edificar o de destruir. Nada que despierte más insanas pasiones que el poder y su ejercicio. Es fácil alcanzarlo, muy difícil conservarlo. Son patéticos los huérfanos del poder, pues ya lo han conocido y resulta imposible acostumbrarse a vivir sin él. Mal consejero, la mayoría de las veces, su laberinto está sembrado de minotauros, guijarros y espinas. Después de todo, el poder decepciona, satura y termina por marcar con el sinsentido de poderlo todo. No obstante, el poder atrae con la fuerza del imán y no es fácil resistírsele.

Quien dijo: ¿El poder para qué?, sin duda, no lo tenía; ni la más remota esperanza de obtenerlo.


ENVIDIA

Mi definición (aunque estoy seguro, alguien lo dijo primero): la envidia es admiración con rabia; siempre delata los instintos y las debilidades del humano. Envidiar es mirar hacia afuera y descuidar el templo interior. Mientras se derrochan energías oteando el éxito de los demás, es preferible acumularlas y administrarlas a conciencia. Sirven más. No tiene sentido envidiar al prójimo y mucho menos dejarse llevar por el gusanillo de la impotencia. Mientras se compartan fortalezas y debilidades más inmune se será al estado febril de la envidia.

Si quieres combatir al envidia, hazla positiva, de la buena, de la sana imitación, del buen ejemplo; nunca pienses que no podrás también tú hacerlo o lograrlo. Si nos alegramos con los éxitos ajenos, en su momento también seremos acompañados en los propios. Nada tan desolado como una celebración que no convoque la solidaridad; hay que estar alertas si esto sucede, algo coyuntural de nuestro proyecto vital no funciona.


VANIDAD

Falso orgullo, pecado de los débiles de espíritu, de los desposeídos del amor. Los vanidosos tienen una idea errada de sí mismos, pero están convencidos de su valor. Son ostentosos, pretensiosos; se creen el centro de atención ajena y mientras más infundan la sensación de poder o de ser dueños de valores fatuos, más insisten en afianzar su vanidad.

La vanidad del género humano radica en la pretensión de ser el rey de la creación, el elegido de Dios. Los vanidosos olvidan el pecado original y continúan adelante con el mentón enhiesto, aunque dentro de su pecho apenas lata una leve pasión. La apariencia del vanidoso es encandilante, no se disuelve siquiera frente a la inminencia de la muerte, porque hasta inmortales y predestinados se consideran. Cuando el vanidoso admite su pecado mortal, ya es demasiado tarde: todo a su alrededor se ha derrumbado y ya nadie le cree. La burla colectiva es el epílogo final del vanidoso.


ORGULLO

Sólo existe el orgullo positivo. El de la frente en alto, el que queda de las grandes acciones que generan admiración sin que el héroe de turno caiga en la vanidad. Llevar con orgullo un apellido se acerca más a la vanidad, sin embargo, cuando los agraciados recuperan los méritos de la estirpe y defienden sus ideales, entonces, surge el orgullo bien entendido.

Un padre se siente orgulloso de su hijo, no porque lo refleje o postergue, sino porque es la certeza de haber sido puente accidental de una existencia feliz. Cuando el amante exhibe a su despampanante pareja, su orgullo se desvirtúa, pues nada tan frágil ante el tiempo como la belleza. Pero, si la satisfacción procede del interior del cuerpo ajado, el orgullo abre paso entre las grietas del tiempo.

El pueblo vive orgulloso de sus héroes, tanto de los protagonistas de grandes acciones, como de los personajes grotescos que animan su cotidianidad. El orgullo de patria está emparentado con el honor y la identidad que afianza los ánimos de la comunidad que se reconoce en su geografía.


PLACER

Vibración de la materia ante los más disímiles estímulos. También el interior del hombre experimenta emociones límites con el gozo sagrado. El placer sube en intensidad como la columna de mercurio dilatada por el calor. Y en veces, hierve, llega al punto blanco del acero derretido para transformarse en dolor. Los poetas místicos flagelaron su cuerpo para purificar sus almas a través del dolor que ahuyentaba el placer pecaminoso y los hacía dignos ante la mirada divina. El dolor de la contemplación arroba los sentidos, despega la mente de la materia corruptible para beber de la luz sagrada.

Si el placer es efímero, hay que capturarlo y de inmediato y grabarlo para siempre en la mente. Ser consciente de las huellas que deja el placer a su paso, es aproximarse al sentido de la felicidad, que es por necesidad efímera. Nadie resistiría una felicidad alargada indefinidamente sin asomarse al abismo de la locura. Aunque haya quien diga que la enajenación es un estado de felicidad.


DOLOR

Hay muchas clases de dolor: de ausencia, físico, moral, de luto, de patria. El dolor lacera las carnes del cuerpo y del espíritu. El primero es más fácil de olvidar. Los dolores del espíritu imprimen huellas imborrables; son como bisturíes hendiendo las fibras de la piel y provocando los músculos de la carne, permanentemente. Como las ausencias que vacían el estómago, resecan la garganta, enturbian la mirada. El dolor físico hace patente la miseria humana y así se aproxima a la voz de la cosmogonía. El dolor moral estremece en el remordimiento y la desesperanza del olvido. El dolor del luto cancela los vínculos terrenales y los relega al frágil recuerdo. El dolor de patria es una bofetada a la dignidad del territorio que nos define e identifica; cuando se siente, estamos muy cerca del exilio comunitario a que nos obliga la vergüenza y el pundonor.


RECUERDO

Facio Lince escribió: “Los muertos sólo mueren cuando mueren aquellos que los recuerdan”. El recuerdo es la última brizna de cariño o de amor que se disuelve con la lluvia del tiempo. Nos aferramos a él, como a la hoja que flota junto a nosotros mientras nos ahogamos. La historia oficial, crítica o no, se encarga de capturar y grabar los recuerdos de los pueblos; pero, ¿quién registra los nuestros? Debemos escribirlos con tinta indeleble, mientras no nos hagan daño. Un bello recuerdo se convierte en aliciente, en sentido de vida. Un mal recuerdo aniquila nuestras defensas morales. Nos amarga, atosiga, persigue.

Tampoco es saludable vivir de los recuerdos. Que ellos habiten en nosotros y sirvan de inspiración en los momentos cruciales, cuando haya que tomar decisiones y continuar adelante con la sabiduría de la experiencia pasada, sin descuidar el presente ni menospreciar el mañana.


SOLEDAD

A veces nos mostramos solos para seducir la compañía. El ser, consciente de la soledad, hace que el hombre se apretuje cada día más a los semejantes. Las cosas inertes sufren de una soledad ontológica; los irracionales mitigan su soledad en la satisfacción de los instintos y por ello tienen sentido de manada, de camada, de rebaño. El ser humano, en cambio, tiene que dilucidar a través de su inteligencia, los beneficios y perjuicios de la individualidad. Entretanto resuelve el conflicto, yerra constantemente, se confunde, se engaña. No siempre está rodeado de compañía. A veces, ¡qué terrible es comprobar que se está solo en medio de la multitud!

El ser humano está tan solo, a pesar de los miles de millones de congéneres del planeta, que gasta inmensos recursos económicos en busca de una brizna de vida más allá de la tierra. Otras, envía mensajes que pretenden comunicarlo con seres inteligentes más acá o más allá de la galaxia. Empero, nada ni nadie responde. El hombre se encuentra solo, infinitamente solo, y por eso, busca angustiosamente a Dios.


COMPLEJOS

A pesar de la lucidez racional, el ser humano sufre innumerables complejos que contradicen su equilibrio mental. Cercanos a la creencia, a la superstición, los complejos confunden e infligen angustia inútil. La mayoría de las veces, un complejo tiene raíces lejanas en la niñez o quizás en la sangre de los antepasados, pero nada que contribuya más a afincarlos que la insolidaridad de propios y extraños. Es necesario sacudir hasta desaparecerlas, estas ideas caprichosas y reemplazarlas por constructos mentales frutos de la autorreflexión. De inferioridad o de superioridad, los complejos afectan la estabilidad emocional y llenan de obstáculos los caminos del éxito personal. Ni tan acomplejados que disminuyamos nuestra estatura, ni tan soberbios que no podamos mirar de igual a igual los ojos de quien nos habla.

El único complejo admisible es la seguridad de poder alcanzar lo que los demás logran, valiéndose únicamente de su condición de seres humanos.


SOLIDARIDAD

Sentimiento espontáneo que circula por las venas ante el primer llamado. No hace preguntas, ni pone condiciones. La solidaridad es un elixir que brota de los gestos y de la garganta en difíciles o exitosas situaciones. La humanidad cada vez que avanza en su civilización, requiere de más solidaridad, pues nada que desprenda tanto al hombre de su íntima necesidad como su confianza en la tecnología para la solución de problemas. La solidaridad es el eslabón clave de la cadena: una solidaridad genera otra y así sucesivamente. Entretanto tengamos la voluntad presta a acudir al servicio del otro, es posible alcanzar la armonía social y por ende la paz.

Lo contrario de la solidaridad es la intolerancia, cercana esta al dogmatismo que cierra las posibilidades de interpretación y de convivencia. La solidaridad es un lazo de unión sólido y por tanto irrompible que cerca y acerca a los individuos de una comunidad, para guiarlos en un proyecto común de vida.


APOYO MORAL

No se puede brindar como cuota o limosna. Hay que ser convincentes al expresarlo y para ello es imprescindible acudir al deseo que emana del alma y se refrenda en la mirada, la tensión del cuerpo o la suavidad de la caricia. No se puede asimilar a la conmiseración, pues despertar lástima ofende al otro y agrava su dolor. El apoyo moral tendrá que adquirir los ribetes del compromiso, ahora y siempre, sin vacilaciones, sin titubeos. Que convenza al otro que hacemos nuestro su problema o su dolor y que estamos dispuestos, como el Cid Campeador, a ceñir la espada por él. Esta clase de expresión solidaria deberá penetrar las capas del tiempo y del espacio. A veces, una voz de apoyo a tiempo surte mejores efectos que los recursos materiales puestos a disposición. Un gesto, una mirada, un apretón de manos, una palabra amable y elocuente, una caricia, una mano sobre el hombro o tantas otras cosas que brotan espontáneas, son suficientes para que el necesitado de apoyo moral asimile nuestra entrega y haga buen uso de ella.


JUVENTUD

Estamos tan preocupados de adquirir los privilegios del viejo, que olvidamos y no disfrutamos la frescura y la vitalidad que sólo nos brinda la juventud. La juventud es células nuevas, abundantes, reproductivas. La belleza física es inherente a la piel joven; ningún rasgo desentona cuando la piel y la mirada brillan. Nada falla al organismo joven, en plena formación. Es tan desbordante la energía que la derrochamos en los sueños y los experimentos. Nunca prevemos el mañana, porque para el joven es el hoy la razón de ser de la existencia.

Muy pocas cosas y estados provocan tanta nostalgia y añoranzas, como la juventud lejana y perdida. Es la edad de todas las posibilidades, pero escasas definiciones. Cuando se clama que la juventud es el futuro de la humanidad, se plantea no sólo una tautología y como tal inútil, sino que además, suena la consigna a los clamores de paz que nadie escucha ni le interesa. Sin embargo, los héroes de ficción son casi todos adolescentes o jóvenes porque la imaginación vincula lo nuevo con lo exitoso, lo bello con lo sublime. En realidad, grandes hombres han realizado lo mejor de sí, en su etapa moceril. Algunos alcanzan la senectud para recordarlo; otros, mueren sin conocer la decadencia y capturan así la inmortalidad que sólo garantiza la fama.


MUERTE

El miedo a la muerte magnifica y desnaturaliza su ineluctable realidad. Hay que aprender a vencer su prejuicio y extenderle cordial invitación a que habite nuestra cotidianidad. Sólo quien vence su miedo, tiene la opción de construir un proyecto de vida que finalmente le reste importancia a su amenazante presencia.

La muerte es definitiva, mas no hay que vestirla de negro. Si se confía en una luz al final del túnel, elijamos el blanco para su traje. Concibo la muerte como una explosión de la energía que confirma estados anteriores a la materia. En este sentido, es el pase a la reintegración del ser al infinito. Acceder a ella es contribuir al engranaje eterno que fluye en el tiempo.


LUTO

La muerte ajena no hay que sentirla, sino entenderla en quien la sufre. De ahí proviene el sentido pésame con el cual hay que ser delicado al hilvanarlo en palabras y luego expresarlo. El dolor del otro es muy distinto al que imaginamos. Hay un grave riesgo al dar un “lo siento mucho”, pues la verdad, no tenemos por qué sentirlo; acaso sí, nos duele el dolor del amigo o del hermano que sufre la pérdida irremediable. Los seres que mueren tienen sus propios dolientes y su viaje eterno no es predecible que tanto pesar dejen en su camino sin regreso.

Conmueve una sala de velación donde el dolor hace coro y despunta de histeria colectiva. A veces, se confunde con una escena tragicómica o un apocalipsis familiar. No se sabe qué es peor, si esta demostración de angustia ante lo irremediable o el dolor de muerte que empieza a diluirse en chisme o chistes flojos cuyas chispas se intensifican en lo fúnebre del momento. ¡Qué exótico resulta el humor en los cementerios! Sin duda, se agudizan sus plumas que le hacen cosquillas a los mortales.


VIGENCIAS

Lo antiguo y lo clásico, alguna vez fueron vanguardia, rompieron la ola de la novedad. Pero, siempre hay cosas que conservan su novedad sin importar el paso de los años, verbigracia, los abismos generacionales de padres e hijos; siempre se dará la diferencia y el acuerdo, cada vez se alejará más. Sin embargo, estas distensiones dinamizan la existencia y la hacen más emotiva e interesante. Ningún conflicto humano tiene solución eterna. Es vigente el arte en cualquiera de sus expresiones. Cuando una obra pierde vigencia es porque en realidad no poseía valor estético que resistiera el paso de los años. La vigencia del amor, a pesar de su radical transformación, es uno de los consuelos del desarrollo humano, en medio de tantos valores que se deshacen con las costumbres. Igual, es vigente la guerra, que alimenta la esperanza de la paz. Y nada tan vigente como la sed de conocimiento que abre insospechadas fronteras a la humanidad. Será actual la enfermedad, no obstante los avances médicos que no claudican, pero como los abismos entre padres e hijos, unos factores patógenos sustituirán a otros, y el ser humano tendrá que estar a la vanguardia científica para sobrevivir.


ILUSIÓN

Espejismo particular del ser, cuyas luces son suaves y multicolores. Es bien distinto a la esperanza, sentimiento abstracto que tiene un punto de llegada indefinido. La ilusión, por su parte, abarca un espectro mayor. A veces se relaciona con la ensoñación y el deseo por transformar. La ilusión viene de adentro, la esperanza de afuera. La primera tiene el control, así sea inasible del yo, particular o colectivo. La culminación de una esperanza está cosida a los factores externos e imprevisibles. Por tanto, cabe la posibilidad de dirigir la ilusión hacia misiones trascendentales y duraderas, que no cesen su efecto positivo, una vez cristalizadas.


FRUSTRACIÓN

Sentimiento de derrota que persiste largo tiempo y parece doblegar al espíritu y con él, al cuerpo. Un proyecto largamente añorado que se trunca por imponderables del azar, crea una profunda frustración. O cuando alguien, en quien habíamos depositado nuestra confianza, la quiebra al proceder en contravía al pacto de honor, genera frustración.

Grave frustración cuando muere una persona que estaba a las puertas de cosechar los frutos de sus desvelos. Y mucho más, cuando se trata de un niño o de un joven, pues se truncan las expectativas de una existencia prometedora. Frustración la de los pueblos que depositan sus esperanzas y sus ilusiones en sus líderes, a quienes ven caer hechos trizas de sus pedestales. Mayor frustración genera la impotencia frente al poder cuando el uso y el abuso de las atribuciones, pasa de lo velado a lo abierto y descarado. Nada tan frustrada e impotente como una comunidad humillada por el Estado y sus fuerzas que lo sustentan. Frustrante como la injusticia terrenal, sobre todo porque no hay posibilidad de ser resarcida en otra vida que no existe.


INTIMIDAD

Es el resguardo de las debilidades y temores del hombre y de la mujer. Sólo la conciencia la devela en su escenario, interior para establecer soliloquios de alivio. Su cofre oculta insospechados tesoros que despiertan la codicia de los demás; por eso, nada tan vulnerable al desnudo como la intimidad del ser social. A través de ella, podemos disfrutar de breves pasiones como los gustos musicales, literarios, plásticos y hasta sensuales, no admitidos o menospreciados por las élites que nos rodean y condicionan. Si las leyes humanas la protegen es porque su valor es incalculable. Perder la intimidad es como si nos quitaran la piel a la orilla del mar. Cuando elevamos la intangible compuerta de la intimidad, nos damos por entero a quien elegimos, en un acto de entrega o de confianza infinita que no tiene precio.


MENOSPRECIO

Humillación sutil, a veces abierta, del semejante. Su práctica demuestra inútil soberbia. Pretender mirar al otro por encima del hombro, significa rebajarnos a nosotros mismos con la triste actitud. Hay que ser conscientes de que los humanos pesamos igual en las balanzas; las diferencias, si las hay, son circunstanciales y efímeras. En el complejo engranaje de la existencia, el día menos pensado, se equilibran las fuerzas y lo más posible es que el azar ajuste las cuentas al invertir las categorías y hacernos pasar de ofensores a ofendidos. Despreciar al hombre o a la mujer es una actitud absurda que podríamos evitar si nos miramos en el espejo, mientras menospreciamos.



POLÍTICO

Nunca es tan visible el político como en vísperas electorales, ni tan esfumado una vez consolidados los resultados en las urnas. Más tarde que temprano volverán a recorrer las calles de los pueblos y de los barrios pobres de las grandes ciudades, dotados de una contagiosa simpatía y generosidad en promesas. Algunos adquieren la aureola de intocables y descuidan la clientela porque piensan que ya es suficiente con el prestigio cultivado, otros se untan de pueblo entre las fritangas, la chicha, el aguar¬diente, la cerveza y los mano¬seos de sus coterráneos. Es posible que el político haya empezado como líder cívico o nueva alternativa y en sus primeros pinitos hubiera lanzado anatemas contra la corrupta casta política; mas poco a poco aprendió a colorear su piel de camaleón y terminó por mofarse de los relevos generacionales, tan bien intencionados, tan honestos, tan románticos, tan inocentes o no nos digamos mentiras, tan pendejos.

CINISMO

El cinismo es desfachatez. Desplante del autosuficiente que desafía, a través de la subversión de los buenos modales. ¡Cómo disfruta del desasosiego ajeno! El cínico no siente vergüenza; digiere su posición, sin asomo de arrepentimiento y la lanza al vacío. Mientras más caos y pudor despierte entre sus congéneres, más satisfecho queda. Es cierto que los cínicos triunfan, pues las leyes convencionales son en exceso lentas para establecer el equilibrio. Se requiere paciencia, masoquismo y mucho tiempo para redimir a un cínico. Inútil intentarlo, pues su estado natural consiste en eso precisamente. Se siente orgulloso de su actitud procaz.

























ÍNDICE

PEQUEÑAS COSAS

Ventanas
Puertas
Mi reloj de pulso
Las llaves
La correa del pantalón
Mis diplomas
De borradores
Los muebles viejos
Agenda de papel
Apartado aéreo
Papelera

PEQUEÑOS DRAMAS DEL DÍA

Cogida de la tarde
Baño social
Mancha de huevo
Alguien llegó de mal genio
Boleteo oficial
La cremallera
Llueve a cántaros

GLOSAS IN-TRASCENDENTES

Amistad
Amor
Lealtad
Cariño
Nostalgia
Honor
Miedo
Tristeza
Cobardía
Alegría
Poder
Envidia
Vanidad
Orgullo
Placer
Dolor
Recuerdo
Soledad
Complejos
Solidaridad
Apoyo moral
Juventud
Muerte
Luto
Vigencias
Ilusión
Frustración
Intimidad
Menosprecio
Político
Cinismo


































ROBERTO VÉLEZ CORREA



(Manizales, 1952 – 2005). Escritor y Crítico Literario. Profesor universitario. Licenciado en Filosofía y Letras de la Universidad de Caldas. Magister en Literatura en Literatura Latinoamericana, University Colorado, Boulder. USA. Columnista del diario La Patria. En sus primeros años de escritor de glosas periodísticas utilizó el seudónimo Roan Vel.

Obras: Retoños de piedra (cuentos, 1978). Fantasmas del mediodía (novela, 1981). Gardeazábal (Plaza y Janés SCC, ensayo, 1986). La pasión de las gárgolas (novela, 1994). Luces de Mackenna (ensayos, 1996). La nueva poesía de Caldas –de cara a la posmodernidad– (Sin fecha). Bernardo Arias Trujillo: el escritor (ensayo, 1997). Misterios y encantos de la intertextualidad (ensayo, 1997). Los suicidas de la palabra (cuentos, 1997). De lo vivo, díscolo e insondable (columnas de opinión, 2000). El misterio de la malignidad. El problema del mal en Roberto Arlt (2002). Literatura de Caldas 1967 – 1997. Historia Crítica (2003). Como barrilete resuelto en flecos (novela, 2007). El existencialismo en la ficción novelesca (ensayo, 2005). Como barrilete resuelto en flecos (novela, edición póstuma, 2007). Y si la muerte no nos separa (novela, 2011)










































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