Reseña

Vivimos en un tiempo en el que, cada vez más, el así llamado "fin de semana" se impone en la vida del hombre y de la mujer modernos. Es claro que hay muchos valores positivos en el cambio de mentalidad, liberando al hombre del yugo del trabajo para su perfeccionamiento personal y el de sus relaciones sociales. Se corre, sin embargo, un enorme peligro: el de ver al domingo perder su significado original, que es apertura, también, para el cielo, para Dios.

El domingo explica el proyecto divino, que se cumple en nuestra historia, en nuestro tiempo; es señal de que, aceptado y acogido en la fe, nos permite entrar en sintonía perfecta con el Señor resucitado, insertando la Iglesia, peregrina en el tiempo, en la economía de salvación que sucede en la vida que vence a la muerte.