Reseña

Toda la psicología es social, por tanto el ser solo puede ser en relación con el otro, un otro que desde la legitimidad que atribuye a los objetos, da cuenta de su propia existencia. En este sentido la subsistencia de esos otros depende del contraste que susciten en el aparato psíquico, lo cual determina la movilidad de la libido hacia objetos internalizados o hacia otros Yo, que puedan ser integrados a la estructura psíquica, que actuaría también como representante de la estructura social a la que pertenece el individuo; lo anterior instaura la relación, a través de la diferencia y la similitud, la resistencia y la catarsis, lo inefable y lo expreso; así, en la lucha y armonía de contrarios, el proceso psíquico encuentra un status quo, parámetro de normalidad que no pasa de ser una especie de “tregua” consigo mismo y con los otros, o en su defecto la enunciación del síntoma, condición resultante de la amalgama de vivencias internas y externas del ser; lo normal puede ser descrito a través de una relación de espejo, misma que propicia a menudo, la emergencia algunas “borrosidades” que evidencian deformaciones del Yo en cuanto su propio reflejo; esas deformaciones pueden ser llamadas patologías y como tal, respaldan la formación de estructuras de personalidad neuróticas que disminuyen el sentido que cada individuo le otorga al placer y al dolor; la persona neurótica por intentar resolver conflictos que anteceden su historia actual consciente, encuentra en la paradoja neurótica el modo de responder con problemas ante los problemas, con lo que complejiza su existencia y apuntala el autocastigo que sostiene la culpa, estos mecanismos expresan el fortalecimiento del proceso de après coup, a través del cual termina a expensas de sus propias representaciones y afectos ambivalentes, con base en el autocastigo, la ganancia secundaria del síntoma y en todos los casos, con un eterno retorno de lo reprimido.