La Enseñanza de las Ciencias Naturales en las Primeras Edades
Autores: | Quintanilla Gatica, Mario Roberto Daza Rosales, Silvio |
La ciencia es una de las contribuciones más importante de la gran aventura intelectual de las sociedades humanas a lo largo de su historia, lugar donde se concreta la curiosidad y los incansables intentos de representar el mundo en el que construimos y vivimos.
Es muy interesante desde el punto de vista del valor social que confiere a la educación infantil, pero deberíamos cuidar las implicaciones pedagógicas que trae aparejadas. Si la educación infantil es buena para el desarrollo personal y social, la labor prioritaria de las instituciones educativas debe ser promover conocimientos, habilidades y valores comunes considerados buenos para el progreso social. Esto configura un tipo de centros educativos uniformes en los que se hace lo mismo, al mismo tiempo y con materiales más o menos estandarizados; pero además, nos dibuja una idea de infancia cuyo objetivo básico es obtener las habilidades y cultura necesarias para llegar a la vida adulta de la mejor forma posible.
Un principal propósito de la cultura de la ciencia en las primeras edades debería ser el de desarrollar las capacidades de los niños para vivir vidas interesantes, satisfactorias, dignas y agradables. En una cultura establecida y estructurada, basada en valores y creencias indiscutidos, la forma adecuada de esta educación podría posiblemente implicar el aprendizaje de los conocimientos y usos de la cultura, además de nuestro lugar en ella.
En el mundo en el que van a vivir estos niños, nada podría tener más valor que la capacidad de construir nuestra propia vida a medida que la vivimos: encontrar nosotros mismos que es lo que nos satisfaces, conocer nuestros propios valore y nuestra propia mente, enfrentarnos a la incertidumbre, con coraje e ingenio, y valorar lo que nos dicen los demás con un escepticismo inteligente y sano.
Para aprender la cultura de las ciencias hay que superar, entre otras, algunas dificultades intrínsecas al sistema de representación que todos empleamos en la vida cotidiana y que impide asimilar fácilmente los conceptos, procedimientos y teorías de la ciencia. Esa construcción exige por parte de los docentes de edades iniciales, cuestionar las bases epistemológicas que sostienen nuestros esquemas realistas para comprender la naturaleza y sus entidades. El aprendizaje de la cultura de pensamiento científico requiere, entonces, una verdadera construcción deliberada guiada por quienes planifican la enseñanza, para Osborne J.(1998) sitúa parte de las dificultades del aprendizaje en la práctica educativa corriente, en la forma de hacer ciencia en el aula.