Publio en el país de las Cataratas
Autor: | Espinel Souares, Anastassia |
El héroe de estas aventuras, quiéralo o no, ha emprendido un viaje que no es más que una iniciación. En su odisea vence al villano, se enamora y conquista a una bella dama y a veces evita una catástrofe. Luego regresa a su mundo y renace a una nueva vida con la sabiduría a cuestas gracias a su inusual itinerario. El héroe, con frecuencia joven, ha transitado de la adolescencia a la edad adulta. Por tal motivo, muchos críticos coinciden que este género es concebido especialmente para la juventud. Creo que sin importar si somos mancebos, el género siempre será un buen pretexto para deleitarnos con lo desconocido. Sin embargo, en la geografía del mundo desencantando de hoy, ya no quedan lugares incógnitos por conquistar. La época del explorador con el mapa de una isla misteriosa ha transitado hacia un mundo cada vez más reducido por los avances tecnológicos y la globalización. Si ya no es posible volver a narrar las mismas aventuras de los siglos XVIII y XIX, no podemos decir lo mismo si emprendemos un viaje remontando las arenas del tiempo, a los lugares remotos de la antigüedad; de urbes y oasis, donde fluyen el oro, el marfil y los esclavos, en un tiempo ya corroído por los siglos y el abandono.
Es lo que encontramos en la presente novela. La acción transcurre en dos lugares hoy olvidados, los reinos de Nubia y Axum, en la recóndita África de la época del emperador Augusto. Su protagonista es Publio, un adolescente romano, hijo de un importante general, Marco Emilio, quien arrebatado por la curiosidad, se verá envuelto en una serie de acontecimientos fortuitos que lo llevarán más allá de las fronteras del Egipto romano, al País de las Cataratas, en una aventura no exenta de peligros. En sus correrías lo acompañará Rufino, un curtido soldado que cumple el rol de consejero y es el complemento realista y práctico al espíritu impulsivo y temerario del joven. A pesar de que el protagonista es un mozalbete acostumbrado a las delicadas comodidades de la aristocracia romana ajena a la vida ruda de los hombres de guerra, en la sorpresiva aventura el muchacho adopta el perfil de un héroe que combate la adversidad, y si bien no blande una espada para derrotar al enemigo, en repetidos pasajes tiene que enfrentar junto a los suyos al mal y sale victorioso.