Reseña

Hablo en nombre de Ishtana, de la madre tierra, de la Pacha Mama, de esa esfera de topacio y esmeralda que nos dieron por cuna, por patria, en la ruta cósmica de las galaxias.

Hablo por ella para recordar a los hombres que en su afán de elevarse en los espirales de la ciencia, están perdiendo su contacto con las raíces, los ancestros, piruetean en el aire como las cometas y pueden extraviar el rumbo de sus pasos porque han roto los lazos milenarios que los unían con su naturaleza.

Hoy, siglo XXI la tierra es apenas un milagro sobreviviente. Cada día alguna especie se pierde en el camino del nunca jamás. En muchos atardeceres se oscurecen esperanzas de vida y tal vez alguna variedad biológica no vuelva a saludar la aurora. Los gigantes de la selva que tardaron centurias en crecer, ahora nos gritan descuartizados desde los barcos madereros y sus gritos son los ecos de los golpes de la hachas que repican en la conciencia colectiva de los hombres. Mañana, los pulmones de la humanidad sólo ventilarán el humo de las fábricas.

Gimo en nombre de Ishtana, de sus legendarios guardianes, de los siglos generosos que nos legaron y del futuro incierto que espera a la humanidad a la vuelta de la esquina. Un gran clamor se extiende por la tierra invitando a los seres humanos para que se unan a la gran conciencia ecológica que busca protegerla. Ningún esfuerzo por pequeño que parezca resultará inútil.

Clamo en nombre de Ishtana porque la meta es la vida; el camino, el retorno a la naturaleza con nuestra más sincera voluntad de compromiso. Es necesario que recuperemos definitivamente la unidad que fuimos al comienzo.