Reseña

«Sendero de Eucaliptos»: presentimos en esta bella expresión algo fundamental: una deriva corporal, un modo de llevar a cabo la poesía, una disposición especial hacia el paisaje, un vínculo con la tierra, una sintonía del alma, un perfume, un rumor de hojas, una experiencia de la memoria. La expresión es poderosamente evocativa. La evocación quizá sea una de las claves a la hora de compenetrarse con la hondura lírica de este libro telúrico y existencial, pero la palabra definitiva es «revelación». Así ocurre en el fragmento inicial que abre el libro: «De repente, advertimos que un camino se va revelando en el lapso de la vida». Sabemos bien que la metáfora del camino no es nueva en la literatura. Podríamos citar aquí el poema de Machado en la voz de Joan Manuel Serrat o podríamos citar los versos filosóficos de un Vallenato icónico o podríamos desplazarnos hacia otros modos no occidentales de pensar y recordar que quizá la mejor traducción para la palabra «Tao» es camino o sendero. Pero la idea no es esa. La idea es hacer notar la correlación entre camino y revelación que estructura la poética de Sendero de eucaliptos.
El camino es por supuesto la vida, la del poeta que vive y ha vivido como el resto de los seres humanos, salvo que en el caso del poeta la conciencia tanto como la fascinación de la palabra, ya de por sí constituyen un camino, o para ser más exactos, constituyen las condiciones espirituales del camino por donde se avanza.