Reseña

Eran las diez de la mañana del viernes 12 de octubre de 1992. Ocultos en la profundidad selvática del municipio de Chigorodó, más de veinte guerrilleros de las FARC llevaban a un joven, de dieciocho años, a un encuentro que dejaría en su cuerpo el rastro de la guerra colombiana.
Omar no tenía opciones de escape. Unos pasos delante de él, cerca de diez combatientes guiaban el recorrido y a su espalda, otro grupo de cantidad similar lo custodiaba. Todos reían despreocupados, ignorando al hombre lánguido que caminaba temeroso entre ellos. Omar vestía la ropa gastada con la que trabajaba. Eran unos harapos rotos que exponían su piel morena ante el sol calcinante de aquel día.