Reseña

imagina la palabra transmutándose, tomando la forma de aquello que querías decir antes de perder el aliento. El espasmo de la madrugada asomándose por la cornisa de lo cotidiano, alojándose en ti, como una araña, que teje, con infinita paciencia, sobre todo lo que considerabas sagrado, sobre todo aquello que sangraste alguna vez. Imagina la palabra hecha carne, la carne herida, la herida que se abre a la altura del cosmos: esa tinta de estrellas que trasluce sobre el pecho, denotando la ausencia indeterminada. Pensabas, quizá, en el consuelo, la mano amiga sobre los hombros, el abrazo de una madre acunando los temores nocturnos, una voz que te calma del otro lado del teléfono, solo para descubrir que nada nos salva del abismo. Que en las comisuras del fin del mundo una legión de fantasmas persiste a la espera del fracaso anticipado: la derrota de tener veintiséis años y seguir vivo, con el cansancio, los pies arrastrados y sucios, la carne deshaciéndose en el espasmo. Entonces abres la ventana y el día te saluda nuevamente, como si quisiera insultarte. Como si algo, en el ambiente, te recordara todo aquello que quisiste dejar en la penumbra. Entonces descubres, definitivamente, que nada te salvará. Ni este libro ni algún otro, pues no hay simulacros de la huida: se aprende a estar presente al derrumbarse. Imagina la palabra transmutándose, brillando entre las sombras, fuera de ti, despojada de sentido. Solo entonces puedes volver a dormir, solo entonces la resaca cumple su propósito.
nunca estuviste a salvo dentro de ti mismo, romperse es otra forma de apertura.