Reseña

“Todos para uno y uno para todos”, es el lema del cooperativismo; recuerdo aún las palabras de aquella profesora de primaria que me entregó el precepto de lo que, para ella representaba, ese mágico eslogan y, a fe que desde entonces en mí se ha conservado esa inquietud, ¿cómo puede hacer uno para servir a todos y, sí será posible poder sentir que todos, satisfacen para uno tanta necesidad?

Con tanta incertidumbre como seguridad, participé de aquel primer momento de solidaridad que, a mis escasos años no sabía definir, también recuerdo aun, con mítica memoria, esos cinco principios que inspiraron el esfuerzo pionero de 28 tejedores en Rochadle, Inglaterra, que acumularon temples y confiaron en el fabuloso arrojo de esos que los antecedieron y que durante casi un siglo pulieron con su esfuerzo la formación de un modelo de cooperativismo de consumo que, para ellos, dada su situación especial, de desacomodados pero, a pesar de todo convencidos, lograron sustentar.

Fue ya, después de muchos años, que conocí de cerca, que unos cien años antes de aquel memorable momento, en los mediados del siglo XVIII, empezaron a darse las primeras manifestaciones de cooperación en el mundo; que los esfuerzos comenzaron, todos, alrededor del consumo y, que en los albores del siglo XIX en el desarrollo de las teorías administrativas modernas, de Taylor y Fayol, Robert Owen, un aventajado estudioso de la teoría Tayloriana, evaluando el ensayo teórico de que los beneficios para el empresario habían de ser los mismos beneficios del trabajador, creó su propia teoría en la cual se llegó a convencer que sólo había una única manera de lograr que el beneficio del trabajador sea el mismo del empresario y, eso, sería mediante la existencia de un modelo donde el trabajador fuera el mismo empresario; con él se fortaleció la teoría cooperativa, al punto que por ello, el mundo considera a Robert Owen como el padre del cooperativismo.

Todas las experiencias comentadas, aunadas a la grandiosa posibilidad de haber desempeñado algún determinado papel en más de una entidad cooperativa y en sus distintos organismos de integración, particularmente aunadas a un pensamiento constante y analítico frente al discernimiento de verdad aplicable a la teoría Oweniana y a la grave hecatombe económica mundial que esboza Joseph Stiglitz en su obra “El precio de la desigualdad” al describir la brecha de las desigualdades; han fortalecido en mi mente la constante inquietud en torno a enfatizar la urgencia de luchar por posicionar el cooperativismo en el lugar, primigenio, que está obligado a ocupar en el mundo.

Nuestra naturaleza social debiera ser la razón del esfuerzo, sin embargo, los trucos vergonzosos del todo vale en la vida, han avanzado tanto que hasta el modelo más puro de conciencia social pudiera estar en riesgo; y aunque se han convertido en razón motivadora a escribir estas líneas, para invitar al individuo sapiens, en todas sus premuras, a pensar con holgura y sentimiento social en tributar esfuerzos y regalarle al mundo estrategias de ajuste a tanto desequilibrio, lo importante del caso será cuánto se aporte por rescatar los valores solidarios de un movimiento insigne para el mundo que, ha sido y deberá seguir siendo, por siempre, alternativa.

Y no es que se desconozcan los avances que han alcanzado importantes sectores del cooperativismo en Colombia, es que por ocasiones se lastima, que no sea mucho más lo que se haya avanzado, en medio de estas tantas e inequívocas pautas que para el cooperativismo significan sus siete principios universales y todos los respaldos que, aún, cuando en ocasiones pareciera que poco se respetan, hacen parte de normas que nos rigen y que, con nuestro esfuerzo, hemos de hacer valer.

También es, que ya es tiempo que, en el cooperativismo colombiano, dejemos de mirarnos o querernos mirar, como actores de un movimiento estoico que transita su rumbo solicitando espacios en medio del gran mercado que le ha asignado el mundo para ser alternativa y se hace necesario, además, que no se continúe condescendiendo con quienes le usufructúan mezquinamente y le extienden sus dolos coartando su futuro. Es un llamado artero a engrandecer el papel del cooperativista, y a sustentar ante el mundo la real importancia del cooperativismo.

Por eso en el trabajo se resaltan algunas situaciones que en el análisis que hemos practicado resultan de imperiosa dicción; las normas que regulan el cooperativismo colombiano han establecido pautas organizacionales al cooperativismo, que no se han respetado y, con su desacato se ha privado al movimiento de enrutar verazmente, el proceso estratégico del cooperativismo; también hay actuaciones que en la interpretación han sido equivocadas y han producido errores que impiden avanzar y, cuando de encontrar apoyo se requiere, no se puede entender cómo con tanta dicción de ley que procura el fortalecimiento solidario en Colombia, se haya uno de encontrar, también, tanta malinterpretación al contenido sensato de una regla y en el peor de los casos, excesos a la norma por parte de las instancias que la ley compromete con su propio cuidado y promoción.

Es una invitación a repensarnos y a proyectar por siempre un auténtico movimiento social alrededor del cooperativismo como expectativa colmada de desarrollo social para Colombia. No queremos seguir encontrando un movimiento que, él mismo se fustigue, queremos un cooperativismo amplio, pleno de expectativas frente a su desarrollo y convencido, al por ciento, de su capacidad y grandeza.

Finalmente, es un aporte académico del programa de Contaduría Pública, de la Facultad de Economía y Administración, de la Universidad Surcolombiana en Neiva como forma de contribución analítica a los procesos institucionales clave, del desarrollo social y organizacional para Colombia.

PRESENTACION UN COOPERATIVIMO DE VERDAD.pdf