Reseña

Huellas en los caminos, como las que dejaban las carretas con
las que íbamos a recoger la hierba para las vacas en los prados y
valles de Riaño, León, en los veranos de vacaciones.

Roderas: las huellas que deja la infancia en nuestro corazón,
elaboradas con nuestros pasos, carreras, pequeñas aventuras,
idas y regresos por aquellos caminos idílicos que conducían al
viejo Riaño, que murió de mala manera bajo las aguas de un
pantano.

Roderas que uno aspira a dejar en alguna de las almas que tal
vez accedan a la lectura de estos versos, que recogen recuerdos,
armonías, emociones, vivencias, luchas, encuentros, días felices,
dolores, pérdidas, sollozos, anhelos, esperanzas, alegrías.

Roderas que vamos dejando en los diversos caminos que hemos
ido recorriendo hasta plantarnos en la vejez. Roderas que se
expresan con versos, medidas, rimas y ritmos, tradicionales a
veces, otras con versos libres, dictados por el afán creador de
buscar una expresión digna, más o menos adecuada al tema.

Roderas: recuerdos lejanos que aún pesan en el alma y en el
corazón; pero también roderas que son recuerdos; crónicas
poéticas de muchas luchas presentes o cercanas, de las que he
querido revivir, retener, tratar de que perduraran un poco más
allá de su limitada circunstancia vital.

Roderas que unas veces discurren por caminos festoneados de
aromáticas yerbas, ginestas y capilotes florecidos en mañanas
de sol azul y perfume agreste de los campos amenos. Otras, por
caminos polvorientos y pedregosos, azotados por la ventisca
agresiva de un cierzo que obligaba a apretar el paso para
encontrar cuanto antes los calores de la trébede y las brasas que
cocían las patatas.

Roderas, para que algún desocupado lector haga suyos tal vez
alguno de sus acentos, sones y tonadas. Unos más personales,
íntimos y secretos; otros, más de todos, más de ese pueblo que
siempre nos acompaña, aun en las creaciones más personales y
nos ayuda a encontrar al tono apropiado para llegar al alma de
los demás.

Eso espero y ojalá que más de un lector encuentre sus propias
roderas en las que le ofrezco en estos versos.