Cartas diarias de: Papá
Autor: | Ospina Angarita, Alejandro |
Junto a mi amada esposa por mucho tiempo deseamos ser padres, sin embargo, sin un diagnóstico médico concluyente que nos ofreciera una explicación, luego de varios años de casados, pudimos entender que el plan de Papá Dios era que conociéramos la paternidad y maternidad de una manera maravillosa,
de una en la que pudimos entender que Él, nos había adoptado, haciéndonos Sus hijos y dándonos una expresión infinita de Su Amor.
Entendido el mensaje, sin vacilación iniciamos el proceso para ser padres del corazón, que no solo no nos trajo uno, sino cuatro maravillosos hijos, dos grandiosas mujeres y dos extraordinarios hombres que no solo han llenado nuestros corazones de gozo, sino que son testimonio diario de la grandeza del Amor de Papá.
Pero algo que, en el momento que se nos informó del cumplimiento de todos los requisitos en el primer trámite, vino a mi corazón, fue la tremenda necesidad de empezar a construir un legado, eso que fuera lo más importante que pudiera entregarle, eso que en mi propio corazón anhelaba de mi padre humano, ya hacía muchos años en la presencia del Señor, y fue escribir sobre mi conversación diaria con Jesús, de modo que no solo fuera mi voz en mi ausencia, sino el ejemplo y la inspiración para que conociese al mejor Papá de todos.
Así que inspirado en la ternura paternal del verso que encabeza estas líneas, me propuse, clamando por la guía del Espíritu Santo, a escribir a diario aquello que Él me inspiraba para ese pequeño, que aunque no conocía, ya era parte de nuestra historia; y que sin duda sería lo más valioso y transcendental que pudiera dejarle cuando ya no estuviera.
Hoy, años después de esa decisión, fui conmovido en mi corazón por una dolorosa noticia: “Un 80 por ciento de niños nacidos en Colombia son criados solo por sus madres: preocupante radiografía de la paternidad en el país”, y fue fácil encontrar cifras que oscilan entre el 55% y el 74% para la misma situación en América Latina, con lo que resultó imposible guardar estas líneas y su propósito solo para mis hijos, cuando tantos hombres y mujeres de tantas edades requieren con urgencia conocer al verdadero Papá.
Así, hoy, y por cien días, quiero compartir esos mensajes, que mediante un papá humano, falible e imperfecto como todos, pero que procura encontrar Su guía y dirección diarias, pueda ser no la mía, sino Su voz, no el mío, sino Su abrazo, a veces persuadiéndote, otras animándote, incluso en algunas exhortándote y reprendiéndote, pero al final, siempre, siempre, deseándote el mejor de los días, y entregándote todo Su Amor.