Reseña

Una mujer registra la suma de los días que son la vida en un cuaderno. De repente el azar, el hartazgo, quizás la rebeldía y, al voltear la página, muy lejos de las madrugadas rotas de Madrid, la mujer de los diarios se despierta del otro lado del océano, en una vieja casona de Chapinero. A contracorriente del género, en esta literatura primero fueron los diarios y después vendría el viaje. Quiero vivir en el sol, con la mirada desprevenida de la viajera –de la extranjera penitente–, ilumina pasajes de una realidad que los colombianos creemos conocer y se adentra y arriesga en público y explora la propia subjetividad como muy pocos se atreven.

Dos tiempos: el tiempo de los viajes por los que cruzamos el mundo y el tiempo de los días que suman la historia de nuestra biografía. Y entre uno y otro, estos diarios, entre varios mapas y a la sombra de los dilemas que supone el pasado visto desde un presente en el que nos preguntamos si nos hemos convertido en fantasmas de nosotros mismos. También, cuál es nuestro lugar en la geografía, física e imaginaria, en la que, quizás, cuando un espejo nos descubra reflejados, nos preguntemos, como Cristina: "¿Qué coño hago aquí?". No en una ciudad, no en otro país distinto al que nos vio nacer, no en las arenas movedizas de la incertidumbre: aquí, en el mundo, en el que cada cual construye su historia y es posible que a través de estos diarios pueda confrontarse consigo mismo, como su autora se confronta en cada línea.
Hugo Chaparro Valderrama