Hacia el país de las almas
CONFESIONES DE ANTONIO NARIÑO
Autor: | Giraldo Herrera, José Adelnide |
En los tres últimos días antes de su muerte, en Villa de Leiva, El general Antonio Nariño, hace un repaso a su vida, narrando en primera persona , todo cuanto ha vivido hasta el momento de su muerte. Los relatos del prócer aquí contenidos, están matizados con un tono melancólico, ya que se trata de una visión retrospectiva de todas sus aspiraciones, y sus gestas como héroe de la Independencia de Colombia; aunque con el sabor amargo de intuir que ha sido incomprendido. La soledad de sus últimos días allí en su lecho de enfermo, le producen un dolor infinito.
Algunos de los párrafos que aparecen en la solapa, pueden servir de adelanto al contenido interno de la obra. Veamos:
"Once de diciembre de 1823. Qué diferencia de los primeros días de octubre, cuando recién llegué. El solo encuentro con estos paisajes ubérrimos me hicieron sentir renovado y la jovialidad había regresado a mi espíritu. Atrás quedaban los sinsabores, aquella sensación amarga de ingratitud. Yo que lo había dado todo: familia, patrimonio, libertad; que había jugado tantas veces mi vida por la causa de mi pueblo, ahora me veía impelido a emigrar. Mi viaje a Villa de Leiva se había convertido en la búsqueda desesperada de mí mismo, un encuentro con mi soledad y el final presentido de una vida que quizás con los años, los míos podrían valorar...
...En esta antigua casa de dos pisos y de balcón corrido ha reposado ya mi cuerpo de todo el lento andar y desde aquí he mirado a tarde y a mañana el hospital San Juan de Dios, el monasterio franciscano con su halo de paz y más allá en la distancia, la placidez del valle, el infinito azul."
"12 de Diciembre. Otro día espléndido en el que puedo disfrutar de esta fugaz convalecencia. Mitigado de los achaques que aún me acosan, siento la necesidad inmediata de cabalgar por los alrededores, aunque mis médicos y amigos de cabecera, se hacen renuentes. Me quieren cuidar como a un niño y no aguanto más. Solo a las once de la mañana inicio el paseo a caballo. La delgadez de mi cuerpo y su aspecto macilento, semejan la figura de un personaje de leyenda y en verdad que me pueden comparar con el mismo Quijote andante, aunque me falte el casco, el escudo y la adarga; porque entonces, mis sueños de “enderezar entuertos” se han vuelto obsesión que cada día parece convertirse en realidad, una realidad que alienta; aunque con ella me embargue el desconcierto."
"13 de diciembre…
Los salmistas se han detenido en su oración y ahora me acercan un vaso, con leche de burra que bebo a sorbos. Parecen ser las tres de la tarde o algo más. No importa la hora. No importan muchas cosas por ahora. Parece que mi tiempo está llegando a su fin y no quiero detener los recuerdos. Que sigan los rezos y las preocupaciones de mi médico, que sigan el padre Páez y cuantos están pendientes de mi gravedad, que yo quiero continuar con los recuerdos. Cómo no hacerlo, si es lo más grato que se presenta ahora, en estos momentos de dificultad. "