Reseña

Tiene esta novela una estructura fascinante, pues se trata de la resolución de un enigma, lo que quiere decir que el lector está interesado desde las primeras páginas en una intriga que debe satisfacer en el desarrollo de la lectura. Su actitud tiene que ser activa, pues lo anima el misterio de unos huesos hallados bajo el tablado del corredor de cierta casa, más allá de los asuntos que la narración le va revelando paso a paso y de la autenticidad de los personajes que va conociendo en el relato, creados con pericia sicológica, con quienes se compromete afectivamente como si fueran caracteres de la vida misma, repudiando a unos y amando a otros, siempre con el interés de seguir en detalle el curso de sus destinos.
La historia de Colombia, abundante en guerras y violencias, ha obligado a nuestros artistas a una inconmensurable narrativa de la violencia. Nuestra literatura, por ejemplo, va narrando la síntesis en devenir de su historia, acopiando cada vez las nuevas formas de su manifestación. Malasangre y el desertor del cerro Batero vuelve a las guerras del siglo XIX, la cuales, vistas desde la distancia del presente, se ofrecen más ingenuas, más absurdas acaso; pero en el fondo sus móviles continúan inalterables: el beneficio particular de unos pocos a costa del sacrificio de otros muchos, en general los más humildes.